Por Sonia Zilberberg * – Exclusivo para Comercio y Justicia
Si bien nuestro país se caracteriza, desde sus orígenes, por las constantes inmigraciones, no sólo con personas que llegan desde países hermanos sino de, entre otros, los países tradicionales europeos (inmigraciones que en la actualidad no nos son ajenas sino que incluso han aumentado considerablemente), no hemos podido superar los reiterados choques en la convivencia entre los habitantes nativos (los denominados “NyC”: nacidos y criados) y los que llegan del extranjero.
Siguen generándose situaciones que alteran la paz social en los distintos estamentos de la sociedad y en las instituciones, llámense éstas escuelas, centros vecinales, iglesias, sinagogas y cualquier ámbito de otras religiones. Estas situaciones no hacen más que poner en evidencia un grado de intolerancia social que no sólo altera la convivencia sino que ocasiona a otras personas -quizás involuntariamente- padecimientos de orden físico y psíquico. Con este ejemplo quiero graficar cómo se extiende cada vez más el campo de trabajo de los mediadores, o de los estudiosos de la mediación, para tratar de aplicar las herramientas de los métodos alternativos de resolución de conflictos (MARC) a las distintas situaciones políticas y sociales.
¿Cuál es el lugar y cómo pueden ser útiles los MARC al mundo? Éste es el desafío que hoy se nos presenta. Incluso en el 3er. Congreso Mundial a Distancia en español sobre Métodos Apropiados de Resolución de Conflictos (e-Marc 2013) se propuso como temática eje la “Contribución de los Marc en la lucha contra el hambre”, tema muy sensible para tratar y tan actual como real. En las sociedades de hoy, en las que estamos conectados al instante a través de la digitalización, no solucionamos este problema ni muchos otros y, si bien solemos afirmar que la mediación nos da herramientas para todos los ámbitos, aquí se nos interroga si está en poder de los mediadores ayudar a combatir este mal.
Planteado este panorama, debemos reflexionar sobre los recursos que tenemos para manejarnos ante problemáticas como las mencionadas, las cuestiones derivadas de la utilización de la nuevas tecnologías para desencadenar actos de violencia (como sucede con el denominado bullyng cibernético), y conflictos que se producen por contaminaciones ambientales, entre otros. Podemos observar que ya no estamos ante situaciones entre particulares, o entre éstos y actores colectivos, o entre dos actores colectivos, sino que nuestro campo de trabajo abarca situaciones que afectan la comunidad humana y, por ende, la necesidad de que la mediación no espere el conflicto sino que tenga una visión “futurista del conflicto”.
Es aquí cuando nos es inevitable citar a Gean Piero Turchi (presidente del Foro Mundial de Mediación) en el Congreso mencionado, quien expresa que los mediadores debemos trabajar con la incertidumbre; es decir no sólo con lo que pasó, con el conflicto ya desencadenado, sino con una mirada hacia adelante y preventiva de las situaciones controversiales. Por ejemplo, en el caso de la grave problemática del hambre en el mundo, sabemos que los recursos con que contamos y que están a disposición de la población son finitos y debemos reconocer entonces que en distintas partes existen porciones del planeta que no están en condiciones de satisfacer las necesidades de la población; como también diferencias existentes según estemos hablando del campo, de una ciudad o una megápolis.
El hambre en el mundo no puede esperar los tiempos legislativos: que ingrese un proyecto de ley al Poder Legislativo, que se trate, que se sancione; por lo que el desafío consistirá entonces en repensar nuestros recursos y ponernos en la tarea de intentar distribuirlos ahora y en el futuro.
Siguiendo este orden de ideas, el objetivo es aprender a gestionar la incertidumbre, buscar y encontrar instrumentos válidos para adelantarnos a los conflictos y transformar la visión reparadora en una visión preventiva. Es por ello que la mediación debe proveer las personas preparadas para gestionar y desactivar conflictos pero también capacitadas para prevenirlos y transformarlos. Ello es así toda vez que los mediadores somos operadores de la comunidad y es importante generar bases para que podamos intervenir en los temas de actualidad; debemos expandir el campo de acción a lugares donde el derecho no logra introducirse o insertarse; entonces bien debemos reflexionar y tratar de ensanchar nuestro horizonte para que la mediación no sólo sea un instrumento judicial sino que sea una herramienta que contribuya a la participación y a la transformación y resolución de los conflictos.
Una de las maneras de cumplir con el propósito planteado es por medio de la creación de pautas fundamentales que establezcan el procedimiento a seguir en el intento de resolver el conflicto y así, por un lado, brindar un sustento teórico que nos permita manejar la incertidumbre y, por otro, generar cohesión en la comunidad humana por medio de una responsabilidad compartida sobre temas que quizás no nos afectan directamente pero sí deben preocuparnos y ocuparnos. Éste es el gran desafío que se nos propone a los mediadores.
Bibliografía: 1) http://e-marc.net/2013/. 3º Congreso mundial a distancia en español sobre Métodos Apropiados de Resolución de Conflictos (e-Marc 2013).
* Mediadora intercultural. Docente. Responsable de Implementación de Programas Mediación Comunitaria