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El eventual rescate de Grecia enfrenta a la Unión Europea con el FMI

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Luego de la disputa -no resuelta- de Rusia con los países  de a OTAN por Ucrania, se ha precipitado otra dura disidencia entre el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea por el tratamiento de la situación griega.

La Unión Europea (UE), liderada por la enérgica canciller alemana Angela Merkel, ha manejado el tema de la cesación de pagos en que cayó Grecia  el 30 de junio ppdo. con el máximo rigor y sólo se muestra dispuesta a acompañarla en las gestiones de renovación, aunque sin ningún tipo de quitas. A ese efecto ya logró doblegar la oposición, que originalmente lideraba el ahora ex primer ministro Alexis Tsipras, haciendo total oídos sordos al resultado del referéndum del 5 de julio ppdo. en que 61,3% de los votantes coincidió en rechazar tales imposiciones avalando su actitud de entonces.

En cambio, el Fondo Monetario Internacional (FMI), detrás de cuya conducción opera sin mayor disimulo el Departamento de Estado de EEUU, con una visión bastante más realista  sostiene que mediante tales actitudes ya han fracasado dos veces (la última en 2011) y se torna indispensable también aprender de dichos fracasos. Enarbolando tales intenciones instó a corregir los reiterados errores cometidos y fijar una cifra máxima que sea realmente pagable.

Dejando de gestionar en función de los referidos planteos iniciales, lo cual le costó ser desautorizado por su propio partido y sobrellevado la renuncia general de su cuerpo de ministros, Tsipras, tras una imprevista voltereta, hizo aprobar la aparentemente “letra intocable” de la imposiciones confeccionadas por la conducción zonal en Bruselas. Usando de todo su poder de convicción logró una mayoría de legisladores de su propio partido pues la votación dio como resultado 229 votos a favor y sólo 64 en contra (y 6 abstenciones), haciendo oídos sordos a la desautorización, con tono de repulsa, de su propio partido debido a que todos coinciden en la imposibilidad material de cumplir los respectivos compromisos sin ser beneficiarios de una importante quita.

Debe tenerse muy presente que Grecia acumula una deuda externa que oscila entre 320.000 y 360.000 millones de euros; mientras su producto bruto interno (PBI) apenas orilla 200 mil millones. La advertencia del FMI sobre una segura reiteración, aunque agravada, que llevará para dentro de dos o tres años a otra cesación de pagos, no surtió ningún efecto y se ratificó la actitud punitiva e incluso de intención ejemplarizadora para todos los demás países del área. Se ha convertido en una revelación lo que ha manifestado el Halle Institute for Economic Research (alemán): que la crisis griega le ha permitido hacer economías de intereses por más de 100 mil millones de euros pues de todos los integrantes del área para cubrirse tomaron títulos emitidos por el gobierno berlinés, que aprovechó para bajar los intereses e incluso imponer tasas negativas. Sintetiza la situación enfatizando que “Las malas noticias de Grecia se convertían en buenas noticias en Alemania y viceversa”.

Sorpresivo e inexplicable cambio de Tsipras
Cuesta explicarse las razones que llevaron a Alexis Tsipras a dejar de lado la desautorización explícita del Comité Central del partido Siryza, al que ha pertenecido siempre. Incluso hubo una multitudinaria concentración en la plaza Syntagna, frente al Parlamento, que muy pronto se convirtió virtualmente en un campo de batalla entre quienes se oponían en forma mayoritaria y un notorio “grupo de tareas” armado hasta los dientes que aplaudía lo actuado más recientemente. Aquéllos reclamaban retornar a la actitud inicial de formal rechazo a la exigencia, que consideran un “inútil sacrificio” que sumará muchos otros males.

Tsipras no se amilanó y sin exponer otras razones para semejante cambio en tan breve lapso reconoció la gravedad de esa actitud, al subrayar que no iba a “hacer aparecer este acuerdo mejor de lo que es. Es difícil y sus medidas son muy duras”. A modo de toda justificación agregó en tono patético que se vio forzado a “elegir entre un acuerdo con el que estaba totalmente en contra, un default desordenado o dejar el área del euro. Pero asumo todas mis responsabilidades”.

Al día siguiente, el 14 de julio, el FMI, al constatar que no había sido escuchado, divulgó un estudio de sus técnicos que advertían y avalaban su posición frente a la actual deuda es “insostenible” y que lo más probable era que tienda a elevarse al cabo de dos años por encima de 200% del PBI. El documento sugirió estudiar la concreción de una significativa quita, acompañada de otras medidas complementarias que aliviaran la carga, citando a modo de ejemplo, que en forma concurrente deberían encararse una moratoria general y un racional programa de inversiones productivas.

En procura de fijar hasta dónde llegaba la colisión con el planteo de la UE aclararon que creen que los acreedores deben acordar a Grecia un nuevo plazo de 30 años y que el FMI no puede adherir a proyectos que se tiene la total convicción que no aportan soluciones. Es obvio que detrás de estas sugerencias está el especial interés de EEUU por lograr superar el trance en forma definitiva pues en territorio heleno posee varias bases desde donde vigila toda la zona oriental del mar Mediterráneo y su comunicación con el mar Negro. Pero estos aspectos son sólo tácitos ya que no se hace ninguna mención de ellos y optan por insistir en que el FMI no puede avalar algo imposible de concretarse y que “Todo nuevo plan debe responder a criterios de nuestro organismo. Uno de ellos es la sostenibilidad”.

Apenas unas horas después, la Comisión Europea replicó que la evaluación sobre el total de la deuda griega por el FMI era exagerada pues, según sus estimaciones, recién ascenderá a 150% del PBI para el año 2022. Lo paradójico fue que el aludido organismo, que hasta un mes antes había sido tildado del “peor enemigo de Grecia”, se transformó automáticamente en su máximo protector. Una insólita metamorfosis…

Los dictados de la Comisión Europea
En cambio, desde Bruselas ratificaron que, como máximo, estaban dispuestos ampliar los plazos actualmente vigentes pero no flexibilizar el conjunto de “correcciones” exigidas. Dando continuidad efectiva a tales anuncios, ofrecieron en lo más inmediato una línea de crédito de 7.000 millones de euros, con los cuales se pudo pagar en tiempo y forma todos los compromisos que vencieron hasta ese fin de mes. Que fue seguido por otro de 5.000 millones de euros para atender a vencimientos próximos.

En cuanto al grueso del pasivo del país, ofrecieron la posibilidad de afectar un total de 86.000 millones de euros para atender a dichas obligaciones en los años subsiguientes sin que se haga quita alguna. Este planteo fue, en esencia, el que justificó otra eventual renovación masiva que no mejora en nada la situación general preexistente. Aun así, lejos de contribuir a aliviar la carga, volvieron a acrecer las obligaciones sumando nuevos y elevados intereses que impusieron al concertar esos dos primeros créditos.

Es de suponer la enorme cuantía que sumarán mediante la antes mencionada “macrooperación”. A todo ello, Tsipras, quien había poco tiempo antes sido tan tenaz defensor de su pueblo, trocó esa plausible, adoptando una sistemática. Extraña mucho que el ex ministro, adoptando una postura de total pasividad y resignación, no haya tratado en ningún momento de buscar apoyo, como pudo ser el caso de Francia y el Reino Unido -para no citar a Rusia o China, que habían expresado su “simpatía a la causa griega”e incluso a la iniciativa de Vladimir Putin, que puso a disposición una importante línea de crédito a bajo interés-.

En las decisiones adoptadas por la Eurozona primó la voluntad y posición más dura que sostuvo especialmente Alemania, enfrentando a la mucho más benévola elaborada en el FMI, sin considerar para nada el voto en contra solitario de Francia. Durante el transcurso de las negociaciones a las que fijaron término pára el 20 de agosto ppdo., fueron exponiendo los funcionarios de Bruselas que se iba a constituir un fondo especial de 50.000 millones de euros; es decir, equivalente a la cuarta parte del PBI, griego al cual se encargarán  el manejo de esos fondos una serie de destinos específicos.

La “solución” impuesta
Al efecto se programó crear legalmente en Grecia una entidad privada que será conducida, tal como solicitaron los principales acreedores, por una empresa alemana especializada que administrará el precitado “fondo especial” de 50.000 millones de euros y bajo la supervisión directa de la Comisión Europea. Su gestión estará afectada al cumplimiento de tres finalidades; con lo cual se insiste en un esquema que ya fracasó en 2012, pues sólo logró operar por 3.200 millones de euros al cabo de tres años.

En esta oportunidad se establece que deberá receptar activos públicos sometidos a procesos de privatización de ciertas empresas públicas, así como la totalidad de los aeropuertos, puertos y empresas de transporte navieras y terrestres para ser transferidos al sector privado. La mitad de los fondos obtenidos hasta un tope de 25.000 millones de euros estarán destinados a la insólita finalidad de recapitalizar bancos privados; mientras la otra mitad del precitado fondo, por partes iguales a pagar deuda vencida y a eventuales nuevas inversiones. Está contemplado como alternativa, que en vez de vender empresas, otorgar concesiones a largo plazo para su explotación pero siempre a operadores selectos de sector privado (esta opción se recomienda para el caso de aquéllas que proporcionan agua potable a la población).

Además de ampliar el cupo de despido a nada menos que 50.009 agentes, se ha incluido en esta severa intervención hasta la autorización plena para operar en días domingos y/o feriados de cualquier tipo y el macrorrecorte de las asignaciones previsionales y pensiones. Conscientes del elevadísimo costo social que todo esto presupone, además han procurado demorar el cierre de las negociaciones y el inicio de la implementación efectiva debido a los aspectos que generarán el mayor costo social hasta fines de año; después de las elecciones generales a realizarse en España.

Perfectamente conscientes del rigor y privaciones que habrán de imponer prefieren diferir lo esencial para fin de año. Resulta obvio que procuran no se aprecien en los hechos los sacrificios a que es sometida la población y por ello prefieren dilatar la tramitación para procurar que dificulten tomar conciencia de sus consecuencias y nefastos resultados. Es que un trío de países, que encabeza justamente España, junto con Portugal e Irlanda, figuran como los próximos posibles escenarios de semejantes ajustes.

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