domingo 22, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El desafío es proteger el ambiente para cuidar nuestra salud

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Por Rosana Guerra

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El Día Mundial de la Salud se celebra cada 7 de abril en conmemoración de la creación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ocurrido en 1948.

Este año, la OMS eligió el lema “Nuestro planeta, nuestra salud”, como una forma de visibilizar la importancia de reconocer el vínculo que tiene la salud con el cuidado y la protección del ambiente. En líneas generales, los enfoques de salud se centran en el control y el manejo de enfermedades específicas, tanto transmisibles como no transmisibles, pero no suelen incluir la dimensión medioambiental de la enfermedad.

Por ello, abordar las determinantes ambientales de una enfermedad previene los problemas de salud y reduce los costos de la atención médica asociada a esa enfermedad.

El lema pone en foco la forma como las personas se ven afectadas por los desafíos ambientales mundiales, por el impacto del cambio climático y la creciente contaminación del aire y del agua. Asimismo, estos factores están directamente influenciados por las determinantes sociales de la salud como la posición social, el nivel de ingresos, la edad, el sexo y el género.

La OMS advierte de qué manera estas características están influenciadas por factores ambientales y derivan en una amplia gama de resultados en materia de salud. Además, menciona que el incumplimiento o el cumplimiento insuficiente de las políticas públicas, la falta de planificación y los comportamientos individuales y comunitarios pueden exacerbar las desigualdades existentes

En esta línea, advierte que 13% de las muertes prematuras en los países de ingresos altos y 19% en los países de ingresos bajos y medianos de la Región son atribuibles a riesgos ambientales evitables conocidos, lo que se traduce en unas 1,016 millón de muertes cada año.

El informe de la OMS detalla además que la contaminación del aire es uno de los riesgos ambientales más importantes para la salud y está relacionada con casi 320 mil muertes prevenibles al año en la región. Las defunciones se deben principalmente a accidentes cerebrovasculares, enfermedades cardíacas y cáncer de pulmón.

Actualmente unos 80 millones de personas todavía dependen de los combustibles contaminantes como combustibles sólidos o querosén para satisfacer las necesidades básicas de iluminación, preparación de alimentos y calefacción.  “La contaminación del aire de los hogares podría tener una repercusión diferente según el género, en función de las exposiciones frecuentes”. 

Por otra parte, aproximadamente 106 millones de personas de la región aún no cuentan con un saneamiento adecuado y condiciones de infraestructura mínimas en sus viviendas. De ellas, 19 millones continúan con la defecación al aire libre y 34 millones no tienen acceso a un suministro de agua potable gestionado de forma segura, lo que produce unas 30 mil muertes prevenibles cada año, debido a enfermedades vinculadas con la falta de saneamiento.

Los riesgos relacionados con sustancias como algunos plaguicidas, el plomo y el mercurio pueden afectar de manera desproporcionadamente alta a la población infantil, en especial durante la vida intrauterina y la primera infancia. La exposición a estas sustancias puede conducir a trastornos de salud crónicos -a menudo irreversibles- como problemas de neurodesarrollo, defectos congénitos y enfermedades asociadas a alteraciones endócrinas.

Los fenómenos meteorológicos extremos, los cambios en los patrones climáticos y otros fenómenos de aparición lenta agravaron la inseguridad alimentaria, la contaminación del aire, el acceso limitado al agua potable, la migración de la población y los patrones de transmisión de patógenos zoonóticos (incluidos los transmitidos por vectores) y patógenos transmitidos por el agua.

Los efectos de estas alteraciones sobre la salud pueden favorecer el aumento de prevalencia de enfermedades asociadas a afecciones respiratorias y cardiovasculares, enfermedades infecciosas, incluidas las enfermedades transmitidas por vectores, traumatismos, estrés por calor, repercusiones en la salud mental y el bienestar, e incluso la muerte.

“Las emergencias y los desastres de salud, incluidos los atribuibles a factores ambientales, antropogénicos y biogénicos, los conflictos, los brotes epidémicos o cualquier otra amenaza, pueden provocar traumatismos y enfermedades y afectar a la población en todos los contextos”, añade en su informe la OMS.

Por este motivo, es clave considerar la naturaleza del evento, la vulnerabilidad de las personas afectadas y la capacidad de los sistemas locales y nacionales para responder y recuperarse, así como el deterioro de la infraestructura y los servicios ambientales durante las emergencias y los desastres de salud que pueden tener efectos negativos importantes para la salud humana. 

En este contexto, es clave pensar en el concepto de “economías del bienestar”, que supone, además, un cambio de paradigma de los modelos productivos basados en la economía lineal a otro modelo socio productivo basado en los principios de la economía circular que considere el cuidado de los recursos naturales, la búsqueda de más inclusión social de los sectores más vulnerables y una mayor igualdad y accesibilidad a los servicios de salud. 

Sin fronteras 

La OMS desde hace tiempo viene alertando sobre el profundo impacto del calentamiento global en la calidad del aire y del agua.

Nueve de cada 10 personas viven en ciudades con niveles de contaminación que exceden las recomendaciones de la OMS. La contaminación del aire no tiene fronteras, es un problema global que produce inflamaciones de las vías respiratorias, enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, nacimientos prematuros, envejecimiento de la piel, y acaba con la vida de siete millones de personas por año.

“Más del 90% de las personas respiran un aire insalubre que es consecuencia de la quema de combustibles fósiles”, alerta la OMS.

En la misiva consideraron también que debido al calentamiento del planeta, los mosquitos propagan las enfermedades más lejos y más rápido que antes y que los fenómenos meteorológicos extremos, la degradación del suelo y la escasez de agua están desplazando a las personas y afectando a su salud. Además, la OMS detalla: “La contaminación y los plásticos llegan hasta el fondo de nuestros océanos más profundos, de las montañas más altas, y se han abierto paso en nuestra cadena alimentaria”.

Asimismo, los sistemas de fabricación de alimentos y bebidas con un alto grado de industrialización en sus procesos que son poco saludables están incidiendo en más casos de diabetes, cáncer y enfermedades cardíacas, generando -además- un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

Uno de los desafíos es bajar los niveles de contaminación, exigiendo leyes que limiten la emisión de gases de efecto invernadero y partículas, utilizando medios de transporte de fuentes de energía limpia, realizando una separación de los residuos sólidos urbanos en orgánicos e inorgánicos, elegir practicar un consumo responsable y los principios de la eficiencia energética.

La salud respiratoria es, sin duda, una de las más perjudicadas. “Entre las causas más evidentes de efectos respiratorios de la mala calidad del aire, se encuentra el aumento de la combustión de medios de transporte que funcionan con fuentes de combustibles fósiles, que claramente está incrementado por la creciente circulación de vehículos en las calles de nuestras ciudades”, explica Susana Lühning, neumonóloga y ex presidente de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR), en diálogo con Comercio y Justicia.

El efecto de los incendios forestales en las proximidades de centros urbanos, es otra causa significativa de contaminación del aire en Córdoba y la escasez de lluvias facilita la aparición de dichos incendios. “De esta manera, aumenta la cantidad de partículas de hidrocarburos aromáticos policíclicos, que al ser inhalados agreden al aparato respiratorio”, advierte Lühning.

Los cambios bruscos de temperatura son otra causa de mayor compromiso de la salud respiratoria. Las temperaturas bajas que se avecinan favorecen la aparición y diseminación de virus, con mayor frecuencia de resfríos y bronquitis.

“Algunos efectos de estos cambios en la calidad del aire son el aumento de enfermedades respiratorias, fundamentalmente de vías aéreas superiores (nariz, faringe, laringe, bronquios) y aumento de los síntomas de alergia, por las altas concentraciones de ozono, partículas y las modificaciones en la distribución del polen”, menciona la especialista.

Las enfermedades más frecuentes que se desarrollan con relación al aumento de la contaminación ambiental son crisis de asma, exacerbaciones de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), irritación de ojos, rinitis, sinusitis e infecciones respiratorias.

Entre los grupos más vulnerables al cambio climático se encuentran los niños, los adultos mayores y las personas que no tienen acceso a sistemas de salud y aquellos que ya padecen alguna enfermedad respiratoria crónica como asma, EPOC o diabetes.

“Resulta muy importante tomar medidas de prevención, en especial en esta época del año, con medidas como ventilar bien los ambientes, lavarse frecuentemente las manos, cubrirse al estornudar o toser y tener las vacunas al día”, recomienda la neumonóloga.

La especialista insiste en que es fundamental consultar al médico ante los primeros síntomas y evitar la automedicación.

El calor “excedente” y las trampas de calor

En la atmósfera de la tierra los principales gases con efecto invernadero son el vapor de agua (H2O), el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O), el metano (CH4) y el ozono (O3). “Es importante señalar que la vida terrestre tal cual la conocemos -la biosfera- es posible ‘gracias’ a los gases de efecto invernadero. Estos gases hacen que la temperatura media de la superficie terrestre sea de 15 grados centígrados. Si estos gases no existiesen, la temperatura media sería mucho más baja, inferior a los 18 grados centígrados bajo cero. Por eso lo que actualmente calificamos como cambio climático global resulta de un ‘exceso’ de efecto invernadero”, advierte el biólogo Raúl Montenegro, presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente.

Analizando en detalle, el especialista describe que el problema es que la radiación total del sol, consistente en radiación de onda corta penetra fácilmente la atmósfera, y alcanza la superficie terrestre. “Esta energía total está formada por radiación infrarroja de onda corta, visible, y ultravioleta. Más de la mitad de la energía total del sol que ingresa a la Tierra es infrarroja”, añade el biólogo, quien es profesor plenario de la cátedra de Biología Evolutiva en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. 

Lo que sucede es que los cuerpos que absorben la infrarroja de onda corta se calientan, y la radiación infrarroja de onda larga queda atrapada debajo de las capas atmosféricas con altas concentraciones de gases de efecto invernadero.

Sucede como en un vehículo estacionado bajo el sol. El vidrio deja pasar la radiación solar -incluida la infrarroja de onda corta- pero no deja salir la infrarroja de onda larga, con lo cual el habitáculo se calienta más y más. “Más de la mitad de toda la energía contenida en la luz solar es infrarrojo de onda corta”, detalla Montenegro. 

En la superficie del planeta se calientan los cuerpos que absorben la radiación procedente del sol, pero también sufren los efectos del mayor calentamiento de la atmósfera producido por el efecto invernadero. 

Lo que ocurre es que todos los gases de efecto invernadero mencionados antes “reducen” dramáticamente la salida de la radiación infrarroja de onda larga hacia el espacio. Así atrapada aumenta la temperatura de la atmósfera cercana a la superficie y de la superficie misma. 

“El problema es que ese calor ‘excedente’ distorsiona el funcionamiento climático de la troposfera y la biosfera. Como buena parte de los ambientes y las propias sociedades humanas están adaptadas a modelos térmicos menos fuertes (menor temperatura, por ejemplo), se producen alteraciones de todo tipo, es decir, sequías, exceso de lluvias, deslizamiento de tierras, mayor pérdida del oxígeno disuelto en aguas dulces y marinas”, puntualiza el biólogo.

El menor caudal de ríos y los menores volúmenes de lagos, por ejemplo, ante una continuidad de descargas contaminantes, tienen cada vez mayor “concentración” de esos contaminantes, y mayor riesgo para las personas y la biodiversidad. 

Todas estas alteraciones tienen distintos efectos negativos en la salud de las personas. Menor disponibilidad de agua en ambientes cada vez más calientes, por ejemplo, o excesos térmicos en ecosistemas urbanos que actúan como peligrosas “trampas de calor”. Dado que el cambio climático global ocurre al mismo tiempo que la reducción global de la biodiversidad, sus efectos negativos se combinan, amplían y multiplican, resultando en un cóctel que complica el equilibrio en los ecosistemas y la salud de todas las especies, incluida la humana.

Sistemas de salud sostenibles y resilientes

Con el propósito de hacer frente a estos desafíos que plantea el cambio climático global, en 2018 la OPS creó la unidad de Cambio Climático y Determinantes Ambientales de la Salud.

Además formó un grupo técnico asesor para guiar la cooperación técnica y ayudar a los países a alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 (ODS 3). Un año después, la Asamblea Mundial de la Salud, el órgano decisorio de la OMS, aprobó la estrategia mundial de ésta sobre salud, medio ambiente y cambio climático.

En esta estrategia se trata de incentivar el papel de liderazgo del sector de la salud, centrado en la reducción de las desigualdades en la salud y en la promoción de la sostenibilidad ambiental.

La Agenda para las Américas sobre salud, medio ambiente y cambio climático 2021-2030 se elaboró bajo la égida de la estrategia mundial de la OMS y se basa en los compromisos establecidos en la Agenda de Salud Sostenible para las Américas 2018-2030 y en el Plan Estratégico de la OPS 2020-2025.

Con la finalidad de alcanzar el ODS 3, la agenda se centra en mejorar el desempeño de los programas e instituciones de salud pública ambiental, fomentar sistemas de salud sostenibles y resilientes desde el punto de vista medioambiental, y promover ciudades y comunidades saludables y resilientes desde el punto de vista medioambiental.

Sus objetivos son promover las prácticas de la buena gobernanza, fortalecer el liderazgo y la coordinación en el sector de la salud, fomentar la acción intersectorial, centrarse en la prevención primaria, mejorar la generación y el uso de la evidencia, y mejorar la comunicación para fomentar la concientización.

La agenda facilitará el acceso a los recursos humanos, técnicos y financieros necesarios para abordar los determinantes ambientales de la salud y garantizará que la región se involucre plenamente en los procesos y acuerdos mundiales sobre salud, medio ambiente y cambio climático.

 “Algunas políticas en sectores que son relevantes para la salud, como la energía, el transporte, la vivienda, la industria, los sistemas alimentarios y la agricultura y ganadería, el agua y el saneamiento, y la planificación urbana, se han establecido sin que se hayan determinado las repercusiones que pueden tener en la salud y, por lo tanto, representan su impacto de manera inexacta. Como resultado de ello, los programas de salud pública ambiental de varios países tienden a ser más reactivos y correctivos que proactivos y preventivos”, advierte en su informe la OMS.

Por ello, es fundamental que las políticas públicas de los estados, trabajen en la prevención de los problemas ambientales, más aún considerando un escenario donde hay mayor recurrencia de eventos climáticos extremos. De lo que se trata es de aumentar la capacidad de resiliencia de los ecosistemas para poder tener menos disturbios frente al cambio climático global.

La OMS insiste en que es indispensable crear sistemas integrados de información, y observatorios de clima y salud, que midan la contaminación, el cambio climático, tanto en la salud como su impacto en la economía de los países de la región. Sistemas quej permitan anticiparnos a eventos climáticos, preparando a los trabajadores de la salud y articulando políticas públicas de salud y ambiente frente a los nuevos escenarios.

Cabe señalar que en las políticas públicas de salud que incorpore la variable ambiental, el tema de la educación ambiental es clave. “La educación en todos los niveles de la educación formal y no formal es una herramienta poderosa para prevenir por ejemplo los incendios forestales. También es fundamental implementar sistemas de alerta temprana a nivel Estado”, reflexiona Federico Kopta, presidente del Foro Ambiental Córdoba. 

“El ordenamiento territorial es clave en el tema de las políticas públicas; el hecho de que se extiendan cada vez más las urbanizaciones en ambientes naturales con vegetación nativa incrementa el riesgo de incendios, no sólo porque pueden producirse mayor cantidad de focos, sino por la problemática de los daños producidos por los incendios interfase donde afectan a las viviendas”, señala Kopta. El biólogo considera que, en el tema de prevención de incendios, Córdoba ha retrocedido 15 años.

En esta línea, es fundamental prevenir inundaciones, estableciendo con claridad en qué lugares se puede construir y en cuáles lugares no se puede edificar. “El caso de Sierras Chicas es paradigmático porque hay lugares donde hay construcciones que son propios de cursos de agua, y cuando vienen las inundaciones se cobran no sólo infraestructura en viviendas sino -lamentablemente- también vidas humanas. Lo anterior está directamente vinculado con la falta de planificación en cuanto a ordenamiento territorial”, dice Kopta.

“Es clave proteger las cuencas hídricas y preservar la vegetación nativa evitando los incendios, el sobrepastoreo y realizando un trabajo sobre las especies exóticas invasoras en estos ecosistemas naturales”, añade.

El rol de las organizaciones no gubernamentales (ONG) es muy importante para tratar de incidir en las políticas públicas y que sean más adecuadas de acuerdo a la evidencia científica disponible. Las ONG también tienen el rol de promover el empoderamiento y participación ciudadana, para que el Estado haga políticas públicas más efectivas que mitiguen los efectos del cambio climático.

“Creando sistemas integrados de información y observatorios de clima y salud, que midan la contaminación, el cambio climático, tanto en la salud como su impacto en la economía de los países de la región. Sistemas que permitan anticiparnos a eventos climáticos, preparando a los trabajadores de la salud y articulando políticas públicas de salud y ambiente”, propone Kopta.

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