La celebración en honor al Señor y a la Virgen del Milagro es una de las manifestaciones de la fe católica más popular de la Argentina.
Salta vivió una de las celebraciones más tradicionales y emblemáticas de la provincia: la fiesta en honor al Señor y la Virgen del Milagro, una de las manifestaciones de la fe católica más populares de la Argentina.
Su momento culminante fue ayer con la procesión en honor a los santos patronos y la renovación del pacto de fidelidad con el Señor y la Virgen del Milagro en el Monumento 20 de Febrero que convoca año a año a cerca de 500 mil personas.
Miles de peregrinos de diferentes puntos del interior de la provincia llegaron a la ciudad salteña para visitar a los Santos Patronos tras largos días de peregrinación, con el objetivo de arribar a la Catedral Basílica, ubicada al frente de la plaza principal salteña. Una verdadera muestra de fe que emociona a propios y a extraños.
Historia
La fiesta del Señor y la Virgen del Milagro se lleva a cabo en la provincia de Salta desde 1692. En ese año la imagen de Inmaculada Concepción de María, que luego se llamaría Virgen del Milagro, se encontraba a tres metros de altura en un nicho del retablo del Altar Mayor. Cuenta la historia que aquel 13 de septiembre, después de los fuertes y reiterados temblores que destruyeron la ciudad de Esteco y fueron percibidos con singular intensidad en la ciudad de Salta, se encontró la imagen de la Inmaculada en el suelo sin que sufrieran daño ni su rostro ni sus manos; según la tradición perdió, los colores del rostro que quedó pardo.
La imagen fue llevada a la casa del alcalde donde se oró toda la noche. Al día siguiente, se colocó la imagen que todos querían venerar en el exterior de la Iglesia Matriz, donde continuaron los cambios de colores de su cara y fue entonces cuando muchos fieles comenzaron a llamarla “del Milagro”.
Una nueva historia empezaba para esta sencilla imagen y para los salteños, que jamás abandonarían su culto y su devoción. Según la tradición oral, el padre jesuita José Carrión recibió la revelación de que el Santo Cristo Crucificado de la iglesia Matriz, que tenían sin devoción y sin sacarlo en procesión, habría perdonado a Salta a pedido y súplica de la Madre de Dios del Milagro.
Los padres jesuitas recordaron al Santo Cristo y lo liberaron de su encierro; lo colocaron frente a la iglesia que la Compañía de Jesús tenía en el centro de la ciudad. La imagen fue sacada en procesión por los fieles salteños con el ruego de que cesaran los temblores, lo que finalmente ocurrió.
Al amanecer del 14 la tierra dejó de temblar, volvió a estremecerse a la noche, en medio de procesiones y rogativas. Al cesar los estremecimientos, el día 15 renació la calma y con ella se comenzó a hablar del “milagro”, designando a la Inmaculada como Virgen del Milagro.