La propuesta turística ofrece variedad de matices e historias en un recorrido por un entorno agraciado de la provincia del norte argentino, que invita a bodegas y viñedos y a degustaciones de los vinos de altura que ofrecen sus productores
La elaboración del vino acompaña al hombre desde siempre. La búsqueda del equilibrio entre el sabor, el color, el aroma, la cantidad de alcohol y la durabilidad de la bebida es un verdadero arte que se inició simultáneamente en distintos lugares del planeta en el período Neolítico, previamente al apogeo de las antiguas civilizaciones de Europa y Oriente. Junto con la conquista española, al continente americano llegó la vid, esta maravillosa planta cuyas cepas se adaptaron al paisaje y a sus hombres.
En nuestro país, la vitivinicultura movilizó la economía de distintas regiones, particularmente las relacionadas con las alturas precordilleranas. Desde Mendoza hasta Salta, siguiendo la línea de la cordillera de los Andes, el cultivo de la vid halló en estas regiones un terreno propicio por la composición de su suelo, la altitud y los ciclos de lluvias, entre otros factores. Tucumán recibió gustoso este aporte europeo de los religiosos de diferentes órdenes, que implantaron vides con el fin principal de abastecerse de vino para la liturgia religiosa. La aparición del ferrocarril en el siglo XIX convirtió a la provincia en un importante núcleo de tránsito de mercancías, por lo que su producción vitivinícola se vio impulsada ante la demanda de vino en todo el país.
Si bien las provincias de Cuyo, en primer término, y las andinas del noroeste argentino en un segundo lote concentran mayoritariamente la producción y exportación de vinos en Argentina, la provincia de Tucumán tiene, en la actualidad, una interesante propuesta vitivinícola que le permite ingresar a este mapa nacional del vino, con variedades únicas surgidas de su clima, la altura de sus valles y la destreza de su gente. Quienes visiten Tucumán encontrarán una propuesta de turismo enológico, con bodegas abiertas al público para degustar sus varietales más representativos, como el malbec y el torrontés.
La Ruta del Vino de Tucumán es un recorrido que se inicia en Tafí del Valle, ascendiendo por la ruta provincial 307 hacia los Valles Calchaquíes, hasta toparse con la mítica ruta nacional 40. En estos cien kilómetros, una quincena de bodegas abre sus puertas para mostrar el secreto de la elaboración del vino de altura, típico de esta zona del país.
El cultivo de la vid se realiza aquí en altitudes que van desde 1.700 hasta casi 3.000 metros sobre el nivel del mar (msnm), aprovechando los suelos arenosos y pedregosos y la gran amplitud térmica característica de las zonas áridas de montaña. Así, las condiciones para el desarrollo de la uva son las adecuadas para dotarla de un sabor único, con identidad propia.
Al recorrer las bodegas y los viñedos de esta zona, los visitantes se encuentran con sistemas productivos de diferente naturaleza, caseros, artesanales o industriales, con la particularidad además de hallarse en este valle la única bodega comunitaria del país, gestionada por hombres y mujeres de los pueblos originarios del lugar.
Además de conocer y aprender todo el proceso productivo que lleva a la maravillosa transformación de la uva en vino y de realizar degustaciones de las mejores piezas, el turista tiene la posibilidad extra de visitar los más importantes sitios arqueológicos y culturales de la región, que resguardan los tesoros de los pueblos del Pichao, como las Ruinas CondorHuasi, Talapazo o la Ciudad Sagrada de Quilmes.
A estas experiencias se suma la gastronomía tradicional y la posibilidad de probar productos artesanales que se elaboran en la zona.
Secretos del vino tucumano
La zona vitivinícola tucumana abarca mayormente el área central de los Valles Calchaquíes, que posee un clima muy seco y frío en invierno y calor en verano, bañado por una alta exposición al sol durante todo el año y con vientos suaves permanentes de norte a sur. En cuanto a la conformación del suelo, posee la característica de ser arenoso a pedregoso, permeable, suelto, limpio y profundo en toda su extensión, alcalino pero no salino.
Esta Ruta del Vino está enclavada en una de las zonas de producción vitivinícola más altas del mundo, lo que también le da una identidad especial al producto de sus vides.
En este bello paisaje del norte argentino, de impactante naturaleza y una rica historia cultural, se combinan para la elaboración del vino la esencia de los pueblos originarios, el legado colonial español, el gran aporte jesuítico al conocimiento y la práctica de esta técnica de producción agrícola milenaria.
En cuanto a las características comunes de los vinos tucumanos, debe marcarse que son fuertes, con una gran estructura de aroma y color. Muchas de sus etiquetas ganaron premios importantes a nacionales e internacionales, tanto en las categorías artesanales como industriales. Los viñedos del valle se plantan desde fines del siglo XVI; y desde fines del siglo XIX se elaboran vinos para el mercado, por lo cual la tradición vitivinícola tiene más de 130 años en estos Valles Calchaquíes.
La amplitud térmica de la zona favorece la concentración de aromas, azúcares y de colores en sus productos, mientras que los vientos suaves y constantes que se registran en el valle aseguran la buena salud de las uvas y permiten el cultivo de una interesante diversidad de cepas, entre las que predominan la malbec y la torrontés. Las bodegas tucumanas son chicas y la tierra se trabaja de manera orgánica, con abonos naturales de guano y orujo. El riego es por goteo, con aguas de alta montaña o extraída de pozos profundos.
Para quienes deseen recorrer esta propuesta turística, en la página web del Ente Autárquico Tucumán Turismo se encuentran los enlaces y contactos de todas las bodegas de la provincia.
Los Amaicha, bodega comunitaria
En Amaicha del Valle, a unos 160 kilómetros de San Miguel de Tucumán, se encuentra esta bodega única en el país y una de las tres de su tipo que existen en el mundo. Se trata de la Bodega Comunitaria Los Amaicha, que nuclea a medio centenar de familias originarias de la zona para la producción agrícola, la elaboración del vino y su posterior comercialización. El producto es SumajKausay, un notable vino de cepas criollas que condensa en una copa los aromas y sabores de los Valles Calchaquíes.
Los Amaicha son una etnia de la nación diaguita-calchaquí, que aprendieron el oficio del cultivo y la producción de uvas de alta calidad. Nacida como forma de evitar la venta a bajo precio de la fruta para abastecer otras, esta bodega nuclea no sólo la producción agrícola de medio centenar de familias sino también una forma de trabajo comunitario, en la que se suman los esfuerzos y se comparten los beneficios. Sus vinos se gestan sin el agregado de químicos ni fertilizantes durante el cultivo de la vid, pero además encierran todo un recorrido por la cultura originaria que la sostiene.
Gracias al aporte del Estado nacional -que consistió en la entrega de plantas y materiales para el montaje de las fincas, además de la capacitación en los procesos de cultivo de la uva y elaboración del vino-, esta comunidad del oeste tucumano pudo generar, a partir de 2016, su emprendimiento de economía solidaria que se destaca en los ámbitos nacional e internacional, con una producción anual de 25 mil litros de vino SumajKausay de las variedades de uva malbec y criolla. La bodega, de diseño arquitectónico basado en las construcciones calchaquíes originarias, presenta espacios de degustación de productos y de visita turística, donde se muestran los tesoros y los aportes de esta cultura originaria.
Experiencia de Estancia
Sobre la ruta nacional 40 se encuentra una propuesta turística única, que junta la producción de vino de alta calidad con el descanso y la recreación. Se trata de la Estancia Río de Arena, en la localidad de El Bañado, a unos 180 kilómetros de la capital tucumana, que ofrece las comodidades de un hotel boutique con una bodega donde se elaboran vinos de alta calidad, además de distintas actividades como cabalgatas, deportes, cría de llamas, para completar una propuesta inmersiva en plenos Valles Calchaquíes.
Con fincas propias donde se cultivan las variedades torrontés y malbec, tanto por el sistema de parral como de espaldera, las uvas logran captar la esencia de los 1.850 metros de altitud y el resto de las características del suelo y del clima de este terruño. De las seis hectáreas plantadas se elaboran anualmente unas 22.500 botellas que se maceran y guardan en tanques y barricas de roble.
Para la producción de su vino insignia, el Reserva Malbec, se añejan en tanque durante ocho meses para luego llevarlo a barricas de roble francés y norteamericano durante otros 24 meses. Se puede percibir en este vino la fruta bien madura, frutos rojos y negros mezclados con aromas a chocolate y pan tostado provenientes de la barrica.
Vinos de alta gama
Las Arcas de Tolombón es un emprendimiento vitivinícola que elabora vinos de alta gama, único en su tipo en la provincia. La bodega se encuentra sobre la ruta 40, en plenos Valles Calchaquíes tucumanos, seis kilómetros después de la localidad de Colalao del Valle, y cuenta con la posibilidad de visita turística para apreciar el proceso de vinificación en todas sus etapas de producción industrial.
En su Campo Ishanka, a 1.750 msnm, se encuentra la bodega de un millón de litros de capacidad de vasija, que conjuga conceptos incaicos para la orientación de sus naves con un diseño espacial de gran estabilidad térmica, inspirado en las construcciones del África subsahariana, logrando un óptimo acondicionamiento bioclimático.
La bodega se abastece de 33 hectáreas de viñedos distribuidos entre 1.750 y 3.000 msnm, en los cuales se producen uvas malbec, cabernet sauvignon, torrontés, tannat, petit verdot y cabernet franc. La marca que se produce es Siete Vacas, que posee distintas presentaciones para los varietales mencionados, además de un espumante propio y un vino reserva del campo propio Las Arcas, ubicado en Cafayate, provincia de Salta.
Hotel y finca vitivinícola
Al descender hacia el sur por la ruta 40, antes de trasponer el límite con la Provincia de Catamarca, se encuentra el hotel boutique Albarossa, que introduce al visitante en su temática del vino y plantación de viñedos. Allí se puede disfrutar de comidas típicas y gourmet y del bello paisaje vallista de cerros y viñedos, además de las vistas a las plantaciones de la finca y las montañas. Cuenta con dos etiquetas propias, Albarrosa Torrontés y Albarrosa Malbec, herederas de la tradición familiar nacida en Italia.
El Torrontés es un producto de altura que se cultiva a 1.836 msnm y se caracteriza por su aroma embriagador que adquiere un matiz afrutado gracias a la vasta diferencia de temperaturas entre la noche y el día. Sólo existe en Argentina y se cultiva con devoción en las tierras del noroeste argentino, en vides que tienen una fuerte personalidad y que se desarrollan sobre terrenos áridos y complejos. Tiene un sabor afrutado, muy expresivo y agradable.
En cuanto al Malbec, poseedor de una gran expresión frutal con taninos delicados, racimos medianos y deliciosas bayas medianas, libera, en esta zona, toda su expresión, como fruto de la marcada amplitud térmica entre sus días y noches y logra una completa madurez polifenólica producto de su tranquila evolución.