lunes 23, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Piscinas de mar, arrecifes y peces de colores

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Porto de Galinhas, uno de los mejores centros turísticos de Brasil, situado en Ipojuca a 64 km. de Recife y a 36 km. de Cabo de Santo Agostinho, conjuga buena infraestructura con un armonioso encanto natural.

Aquella villa de pescadores, situada en el estado de Pernambuco, que fue pequeña y anónima hasta fines de la década del 80, comenzó su desfile por las pasarelas de las revistas de turismo y rápidamente se transformó una en de las principales playas modelo de Brasil.
Porto de Galinhas posee una escultural figura con 18 kilómetros de largo de playa, revestida de arena muy fina, suave y blanca. En su costa se alínea una importante cadena de corales donde, mientras la marea baja, crea varias piscinas naturales que permiten zambullirse, nadar y alimentar una colorida gama de peces.

Este verdadero paraíso ofrece a los turistas el atractivo irresistible de sus aguas cristalinas que se tiñen de tonos verdes y azulados por las formaciones coralinas.
El sol brillante que la acompaña a lo largo de todo el año le permite irradiar su belleza natural y sirve de maquillaje perfecto para templar sus aguas, que promedian una temperatura de 26° durante todo el año.
A pesar de que el nordeste brasileño es tan caliente como Río de Janeiro en verano, una brisa tropical y menos humedad hacen su clima más agradable. Las temperaturas más elevadas en verano rondan 30° y las más bajas alrededor de 22°, mientras que en invierno, la máxima y la mínima oscilan entre 27° y 20°.

Playas para todos
Porto de Galinhas obsequia grandes variedades de pasatiempos. La playa Maracaípe se convierte en el lugar ideal para quienes buscan entretenimiento y diversión, popularmente conocida por el encuentro de jóvenes surfistas.
Playa Camboa proporciona aguas templadas, palmeras cocoteras y piscinas naturales; en tanto que Muro Alto es una de las playas más preservadas del lugar, a la cual solamente se accede mediante buggies debido a la presencia de una enorme pared natural de arena que hay en la zona.
Los paseos en jangada, típica balsa brasileña, son un clásico del lugar para los más inquietos. A bordo de estas singulares embarcaciones se accede a las piscinas naturales donde reina un sinfín de tonalidades a cargo de la fauna marítima. También, ofrecen un recorrido más rústico a lo largo de los pantanos y la experiencia de conocer el inesperado hábitat de los caballitos de mar.

Para los amantes del buceo, las inmersiones en el Poço de Paixão (“pozo de pasión”) regala un laberinto de túneles entre barreras de coral, dignos de una película surrealista.
Por la tarde, la villa de Porto de Galinhas se ve colmada de turistas en sus calles y tiendas de artesanías y, a medida que se acerca la noche, la multitud se concentra en la amplia variedad de bares y restaurantes donde es posible saborear una exquisita comida de mar o deleitarse con platos internacionales en las afamadas pizzerías italianas, los sushi bar y creperías.

El antiguo Puerto Rico
El pueblo, que en sus orígenes era conocido como Puerto Rico, derivó su nombre a Porto de Galinhas (“puerto de gallinas”) durante la época de la explotación prohibida de esclavos africanos, quienes eran escondidos entre las jaulas de gallinas de Angola dentro los barcos que los transportaban al puerto para trabajar en las plantaciones de cañas de azúcar.
Ante la llegada de las embarcaciones, la frase “hay gallina nueva en el puerto” hacía de código para la comercialización de los esclavos.

Refugio de pescadores
Si bien la villa ha mantenido sus características arquitectónicas rústicas de refugio de pescadores, también tiene hoy bares temáticos, restaurantes refinados y grandes clubes nocturnos que se llenan, durante la temporada turística, con visitantes y residentes de Recife. Muchos de los pobladores aún se ganan la vida de lo que recogen del mar, de los cocoteros que abundan en las plantaciones de palmeras y de los pequeños comercios artesanales.
La mayoría de los pernambucanos de Porto de Galinhas mantiene sus tradicionales hábitos pesqueros. Sin embargo, con el ¨boom¨ del turismo en la región, muchos de ellos lo transformaron en un camino de vida y una forma de cautivar con su trabajo a los turistas
curiosos.

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