Así la llaman debido a la proximidad en distancia con las Islas Vírgenes. Allí exhibe playas cercadas por arrecifes y un mar turquesa de aguas calmas y cálidas.
La pequeña isla de Culebra descansa sobre un manto azul intenso a pocos kilómetros al este de Puerto Rico. Por su proximidad con las Islas Vírgenes es conocida como la última isla virgen. Además, tiene este mote por la espectacularidad de sus playas casi inhabitadas y su vegetación frondosa y salvaje.
Allí la temperatura es, generalmente, “perfecta” y, aunque se trata de una isla árida, de vez en cuando llueve, principalmente entre septiembre y noviembre.
Además de un clima templado y un paisaje de ensueño, el lugar es el habitat predilecto de curiosas y singulares especies de tortugas marinas que utilizan esta zona para vivir, reproducirse y depositar sus huevos; así como infinidad de pájaros de increíbles colores que construyen sus colonias en los cayos de la zona noroeste.
De todas sus playas, Flamenco es considerada por los expertos como uno de los mejores lugares para nadar y disfrutar de las azules aguas del océano Atlántico.
De todo un poco
La isla de Culebra se enorgullece de su pequeña selección de restaurantes instalados con encanto, un supermercado, una oficina de correos, tiendas de recuerdos, varias iglesias y la personalidad singular de sus habitantes.
Está pensada para aquellos viajeros que buscan relajarse totalmente y alejarse de macrohoteles de lujo, casinos y vida nocturna efervescente.
Llegar hasta Culebra es sencillo. Existe un servicio diario de ferry que parte desde Puerto Rico hasta la isla y diversas líneas aéreas que vuelan diariamente desde San Juan y Fajardo, la ciudad situada más al este de Puerto Rico.
Con el fin de acomodar al cada vez más creciente número de visitantes que han descubierto este paraíso existe gran cantidad de casas y habitaciones que se alquilan y pequeños hoteles destinados a hacer las delicias de los que buscan desconectarse del mundo.
Polo gastronómico
La isla está orgullosa de ofrecer tanto al viajero como al residente una extensa gama culinaria sin rival alguno en el resto de las Antillas. Con trascendencia a nivel internacional y sin dejar atrás su esencia, los amantes del buen comer encontrarán en la isla un sin fin de sorpresas gastronómicas.
Durante el transcurso de su historia, la gastronomía portorriqueña ha sido marco de una constante influencia de otras culturas, dando como resultado una extensa variedad multicolor de platillos que desembocaron en dos tendencias muy definidas: la cocina tradicional y la cocina fusión.
A lo largo de su evolución, ha predominado la influencia de las recetas criollas, con la llegada de los esclavos venidos de África y los inmigrantes españoles, teniendo presentes en sus platillos ingredientes como alcaparras, canela, habichuelas verdes y almendras; además, cabe destacar la presencia norteamericana, europea y de los vecinos del Caribe, así como el legado gastronómico que plasmaron los originales arahuacos, primer grupo de aborígenes que habitaron el lugar.
Manteniendo una individualidad de sabores e imprimiendo su sello característico, la buena cocina de la región puede asombrar tanto con un popular mofongo relleno de carne estofada acompañado con cerveza bien fría, o con un exquisito chillo entero frito en salsa criolla con tostones acompañado de un buen vino.
Por otro lado, de la maravillosa novelle cusine boricua sobresalen principalmente los encantos de la alta cocina francesa e italiana y la presencia de excelentes chefs extranjeros, quienes deleitan con platillos especiales como el risotto de langostinos con apio al berro o con un foie-gras con salsa de mango.