En comparación con la famosa ciudadela inca, Choquequirao, el imponente sitio arqueológico ubicado a 169 kilómetros de Cusco es más accesible
El complejo arqueológico Choquequirao es reconocido como la hermana sagrada de Machu Picchu, debido a las semejanzas arquitectónicas que existen entre ambos sitios. La ciudadela se encuentra a 169 kilómetros de Cusco y genera cada vez más interés por su espectacular entorno natural, su historia, y sobre todo, porque no la visitan grandes masas de turistas.
A diferencia de la majestuosa fortaleza inca declarada patrimonio histórico de la humanidad por la Unesco, Choquequirao se ha convertido en una alternativa más accesible y elegida por los viajeros del mundo.
La ciudadela, cuyo nombre en quechua significa “cuna de oro” y en la cosmovisión inca se refiere a “donde nace lo sagrado”, es Patrimonio Cultural de Perú y fue elegido como mejor destino en la lista Best in Travel 2017 publicada por la guía Lonely Planet.
Al parecer, los incas entendían que el lugar se encontraba cerca de los dioses, ya que reposa estratégicamente en la cima de una montaña a más de tres mil metros de altitud. Según los arqueólogos, además de ser una de las ciudades sagradas de sus antiguos moradores, era un lugar de paso entre la capital del imperio y la selva.
Durante la época colonial, se transformó en el símbolo genuino de la resistencia incaica ya que, en el año 1572, fue el enclave donde se refugió ese pueblo ante al avance de los conquistadores. El mismo arqueólogo que redescubrió Machu Picchu, Hiram Bingham, fue quien llegó a la ciudadela en 1909.
Por su ubicación, esta antigua morada perdida en la “ceja de selva” es considerada estratégica y se estima que fue un importante centro religioso, comercial y cultural de la región, donde vivieron entre ocho y diez mil personas.
Posee edificios, terrazas, plataformas, plazas ceremoniales, templos, depósitos, canales conectados por largas escaleras y una importante red de caminos, todos ellos erigidos con la sabiduría inca que se destaca por sus avanzados conocimientos en construcción para la época y el desafío de lograrlo en un entorno casi inaccesible.
Caminata de alta resistencia
Para arribar a este enclave, la experiencia comienza en Cusco y demanda una excursión de cuatro o cinco días de ida y vuelta, dependiendo el estado físico de la persona. Son caminatas intensas que implican bajadas y desniveles con poco oxígeno.
La travesía más recomendada comienza en la capital histórica de Perú, desde donde se debe tomar un transporte terrestre hasta el poblado de San Pedro de Cachora, un lugar colonial prácticamente erigido en adobe. En él viven solo tres mil habitantes y allí nace un camino de aproximadamente 31 kilómetros hasta llegar a Choquequirao.
Desde Cachora se debe caminar durante aproximadamente dos horas hasta arribar al pueblo de Capulliyoc, emplazado a más de 2900 metros sobre el nivel del mar. Desde allí, parte un camino de nueve horas en bajada hasta Playa Rosalinda, en el margen izquierdo del Río Apurimac (que significa “el que habla”, por el impresionante sonido del agua). Este es el primer lugar donde se recomienda descansar y acampar.
Al día siguiente, se cruza al otro extremo del Río Apurímac a través de un puente y se emprende un trekking de tres horas hasta Santa Rosa. Desde dicho sitio hasta Marampata, donde se encuentra la puerta de Choquequirao, hay solo dos horas pero son las más complicadas de todas por el relieve del circuito y las altas temperaturas.
La ciudadela está emplazada a 3100 metros sobre el nivel del mar y, al descubrirla luego de semejante odisea, deja impactados a todos sus visitantes.
Balcón del sol
Las Llamas del Sol es un mirador ubicado en las ruinas, y llegar a él demanda una caminata de poco más de 45 minutos a través de unas empinadas escaleras que atraviesan los andenes de cultivo que identificaban a las construcciones incas.
Además de las vistas privilegiadas, desde el mirador es posible apreciar los más de veinte animales sagrados que los Incas esculpieron en las piedras de las terrazas y que se caracterizan por mirar todos hacia el norte.
Todo este circuito recorre valles interandinos, cañones de hasta dos mil metros, la selva peruana y la vegetación andina subtropical. A diferencia de otras rutas, esta permite, además, la observación de animales autóctonos y plantas medicinales.
El esfuerzo en este sendero es compensado con una travesía capaz de conjugar la diversidad natural de la selva peruana con los misterios y la complejidad de su cultura milenaria.
La caminata requiere buen estado físico, tanto por las distancias que hay que recorrer como por las alturas y el clima, muy similar al de Cusco. Por ello es recomendable acondicionarse antes de la caminata para no apunarse. Es imprescindible llevar bolsa de dormir, agua, pastillas purificantes, protector solar, repelente, linterna, sombrero y lentes de sol.
La temporada ideal para realizar esta experiencia es entre abril y octubre, cuando la temperatura promedio oscila 17º C.
Otros circuitos para aventureros
Para los amantes de la aventura, desde Cusco también se pueden emprender otros senderos de trekking alternativos como la Vuelta al Ausangate. Esta exigente y compleja caminata alrededor del nevado perpetuo del Ausangate puede tomar varios días, pero la ruta se destaca por el singular encanto de sus paisajes en medio de lagunas, pozos de aguas termales, valles de pastura de llamas y vicuñas silvestres, cañones y nevados.
El Ausangate es considerado como una montaña sagrada, pues le atribuyen el origen del agua. Sus pobladores ofrecen ceremonias rituales como el pago a la tierra. Dependiendo del acceso, se puede visitar también la montaña de “siete colores” ubicada en la cordillera Vilcanota. Su peculiar pigmentación está relacionada con la presencia de minerales y piedras sedimentarias.
Para esta excursión es aconsejable hacer una aclimatación previa, de cuatro o cinco días en Cusco y/o sus alrededores, así como también llevar ropa impermeable y de abrigo, protector solar, alimentos y agua.
Otro circuito interesante para los aventureros es el Circuito de las Tejedoras desde el distrito de Lares, al norte de la ciudad de Cusco. Uno de los caminos menos conocidos que se caracteriza por una dificultad media.
También hay otros accesos desde el Valle Sagrado de Urubamba, y regala los paisajes andinos de los nevados Verónica, Sahuasiray, Pitusiray y el Chicón, que se alternan con vestigios arqueológicos y pueblos quechua hablantes. La ruta también propone un acercamiento a las costumbres tradicionales como el pastoreo de llamas y alpacas, el cultivo de tubérculos y, por supuesto, la producción textil.
Al igual que en la opción anterior, es recomendable hacer una aclimatación previa de tres o cuatro días en Cusco y/o alrededores, llevar bolsa de dormir, agua, pastillas purificantes, protector solar, repelente, linterna, sombrero y lentes de sol.
La tercera propuesta es ideal para los amantes del andinismo. Se trata de la Vuelta al Salkantay, cuyo nombre en quechua significa “montaña salvaje” y es considerada como un sendero de alta dificultad. Las vertientes de este nevado son conocidos por su complejidad y por atraer cada año a andinistas de todo el mundo. La caminata más conocida, de cuatro días, se puede iniciar en Limatambo, Mollepata, o bien, en Soraypampa.
Agenda de viaje
Cómo llegar:
Desde Córdoba hay vuelos directos hacia Lima con Latam Líneas Aéreas y desde allì hay infinidad de opciones para volar a Cusco.Qué hacer:
– Travesía a Choqueuirao, el imponente sitio arqueológico ubicado a 169 kilómetros de Cusco.– Trekking hacia el Ausangate.
– Caminata por el Circuito de las Tejedoras desde el distrito de Lares.
– Andinismo en el Nevado Salkantay.Más información
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