Ceará, el estado que corona el nordeste brasileño, situado justo debajo de la linea del Ecuador, es también conocido como tierra de luz por sus días soleados. Su capital, Fortaleza, es la puerta de entrada a una región recortada por ensenadas, acantilados multicolores, dunas gigantescas y un mar verde azulado de agradable tibieza.
En Ceará el viento es el gran anfitrión. A lo largo de su costa de más de 500 kilómetros, que corona el nordeste brasileño, la brisa marina es la protagonista del paisaje, tanto para contrarrestar el calor intenso que abraza la región que cuelga de la línea del Ecuador, como para esculpir acantilados y desiertos de dunas majestuosas. “Bienvenido a la tierra de la luz y la alegría”, introduce Adriano, el guía que recorre frecuentemente las calles de Fortaleza, ciudad capital del municipio iluminado por los días más diáfanos del planeta y cuna de humoristas de gran prestigio nacional. Los 34 grados de sensación térmica agobian al alejarse unos pocos metros del mar. ¿Será por ello que en Fortaleza la vida transcurre en la playa?
Son las 10 de la mañana del viernes y ya se distinguen varias siluetas surfeando las olas. Los pescadores apostados a la vera de la avenida Beira-Mar se concentran en un juego de naipes mientras sus jangadas se mecen al ritmo de la marea. Custodiando los barcos, los puestos de pescados y mariscos exhiben las ofertas del día frente a una pasarela de restaurantes hambrientos de comensales.
Los bares esparcidos sobre la arena ofrecen una panorámica de las playas más céntricas: Iracema y Meireles, mientras la sombra de la hilera de edificios y hoteles, del otro lado de la avenida, va invadiendo su territorio.
Al atardecer, algunos transeúntes aprovechan la senda peatonal para caminar o correr, mientras otros eligen detenerse con una caipirinha bien helada para degustar la tapioca, preparación típica a base de harina de mandioca que se sirve dulce (con coco y leche condensada) o salada (con jamón y queso o “carne de sol”).
Como en esta área el mar no es apto para el baño, la multitud se agolpa en Praia do Futuro, una extensión de doce kilómetros de largo, que en un momento soñó con un visionario desarrollo hotelero y turístico y que lamentablemente quedó relegado a unos pocos paradores de la costa. Uno de los más importantes es Croco Beach, complejo que, pese a ser el espacio predilecto del viento que pincha debajo de las rodillas, es el elegido por la mayoría de los turistas por su amplia infraestructura destinada al relax y al placer.
Entre las reposeras y sombrillas tendidas sobre el balneario los vendedores de camarones y langostas ofrecen estas delicias por el módico precio de R$10 cada una, mientras algunas mujeres forman fila frente a un reducto donde son rociadas por aceite de coco para lograr el bronceado instantáneo.
En este sector el oleaje despista. Contrariamente a lo que uno piensa para la zona más norteña del país y más próxima al Caribe, sus playas son de arena gruesa, el mar es movido y con grandes olas.
Tejidos con bolillo
Más allá de sus encantos naturales, la ciudad resguarda algunos sitios culturales como la Catedral de San José, una de las mayores de Brasil, la Fortaleza de Nuestra Señora de la Asunción y el Palacio de la Luz, de estilo clásico de fines del siglo XVIII, que fue sede del gobierno del estado.
A pocas cuadras de estos monumentos históricos se erige el Mercado Central, un edificio de tres pisos que detona una explosión de colores a medida que se suceden las casi seiscientas tiendas de artesanías.
Ceará es el mayor productor de tejidos realizados con bolillo, por lo que acceder a una de dichas prendas significa un buen recuerdo del viaje. En el mercado también se pueden adquirir castañas de cajú, hamacas, bebidas, pareos y adornos a base de madera labrada, entre otros productos.
Toboganes acuáticos
A unos cuarenta minutos en bus desde el centro de Fortaleza, la diversión está garantizada.
En la localidad de Aquiraz, el Beach Park se ha transformado en uno de los parques acuáticos más concurridos de Brasil, cuyos visitantes son atraídos por un laberinto de toboganes donde el agua y la adrenalina son los principales protagonistas.
El lugar contempla dos grandes resorts hoteleros pegados al parque, destinados a quienes deseen instalarse allí con su familia y alternar recreación con días de sol y playa.
El complejo abre de 11 a 17 horas y ofrece paquetes de tres días por R$150, y de una semana por R$110.
Acantilados multicolores
Al partir de Fortaleza hacia el este, una sucesión de formaciones rocosas adquieren un tinte cobrizo entremezclado con otras tonalidades mientras se acercan al mar. El mayor referente de esta geografía es el monumento natural “As falésias do Litoral” (acantilados del litoral) que une Praia das Fontes con Morro Branco a través de un laberinto de paredes teñidas por pinceladas que recorren la gama de los naranjas, ocres y azules.
La caminata a lo largo de este trayecto implica un gran esfuerzo físico por el inteso calor, el cual se olvida al desembocar bajo la sombra de una barraca de carandaí (tipo de palmera del lugar) y tomar un baño en aguas cristalinas. El recuerdo de esta zona queda contenido en un frasquito que recrea paisajes elaborados con los distintos colores de las arenas del lugar.Atardecer en las dunas
Los 157 kilómetros que la separan de la capital cearense demandan casi tres horas de viaje en bus, pero el destino vale la pena.
Canoa Quebrada recibe a sus visitantes con la timidez y humildad de un pueblo suspendido en el desierto, que en una época fue reducto de los hippies y hoy es elegido por el turismo internacional para empaparse de paz y tranquilidad. Sobre la ladera de un morro se suceden posadas que coinciden en el buen gusto y la calidez de sus dueños. El caserío desemboca en una escollera anaranjada que cae en picos hacia el espejo de espuma y agua verde esmeralda.
Ulises Batista es uno de esos nativos que sienten el territorio en su cuerpo. El buguero emprende diariamente la travesía hacia las dunas para encandilar a los visitantes con un paisaje bucólico que quita el aliento.El vehículo se conduce por montañas rusas de arena fina y brillante como si fuera pavimento, zigzaguea en las curvas sin atascarse en el manto movedizo y caliente, y desciende por laderas casi perpendiculares.
Luego, el coche se detiene en la cima de la duna, el sol pega fuerte, el silencio es majestuoso y la piel se eriza cuando el conductor señala un oasis de palmeras y lagunas que emerge de la monocromía dorada.
No alcanza a recuperarse la emoción cuando el buggy retoma su travesía y a velocidad de pájaro esquiva la sombra de unas hélices gigantescas que giran lentamente y que causan una sensación de magia indescriptible: son los molinos de viento, unos tubos blancos de 90 metros de altura que, apostados a lo largo de la parte extrema de la costa como si fueran gaviotas, conforman uno de los cuatro grandes parques eólicos que tiene el municipio de Aracati.El buggy regresa por la playa bajo las copas de los kite surf que se dibujan en el aire. Atraviesa las calles angostas del pueblo y asciende nuevamente hacia la cima de la Duna del Atardecer.
Allí todos aguardan en silencio la caída del sol, como un ritual propio de quien vive en sintonía con la naturaleza extrema.
Información
– Comité Visite Brasil – Embajada de Brasil en Buenos Aires
Cerrito 1350, Entrepiso
CP: C1010AAB. Buenos Aires
Tel. (11) 4515-2400
Fax: (11) 4515-2403
E-mail: [email protected]
Website: www.brasil.org.ar
Imperdibles
– Visita al parque “As falésias do Litoral”, en Beberibe.
– Excursión en buggy por las dunas.
– Degustar una langosta con camarones en la playa.
– La noche en la calle Broadway de Canoa Quebrada.
Precios
– Paquete siete días en Fortaleza: pasaje aéreo desde Córdoba y alojamiento con desayuno, desde US$ 919, base doble.
– Traslado desde el centro de Fortaleza a Praia do Futuro: R$13. En bus: R$2.
– Pasaje en bus desde Fortaleza a Canoa Quebrada: R$ 49 ida y vuelta.
– Alojamiento en Posada de Canoa Quebrada: desde R$80 a R$300, habitación doble.
– Excursión en buggy, de una hora y media: R$ 140 -para cuatro personas-.