Ocuparán posiciones directivas a corto plazo y prefieren diferenciarse de sus padres en el modo de trabajar. Administran su tiempo y eligen trabajos -ya sean propios o en relación de dependencia- que les den satisfacción
Por Carolina Klepp – [email protected]
Por Natalia Riva – [email protected]
Inquietos, dinámicos, abiertos, inclusivos, más críticos y más sociales que otras generaciones, siguen sus aspiraciones y abren su propio camino. Éstas son algunas de las piezas del ADN de los millennials cordobeses, como se define a aquellos nacidos entre 1981 y 1995, jóvenes que tienen entre 20 y 35 años.
Son nativos digitales, se caracterizan por dominar la tecnología. Se los ve autosuficientes, autónomos y quieren sentirse protagonistas. Les gusta ver concretado aquello que nace de sus ideas. Valoran la participación y la colaboración, comparten. Son más emprendedores, trabajan en equipo con otras generaciones y están dispuestos a escuchar e intecambiar aunque los interlocutores mayores en años los vean con algún prejuicio por su edad. La generación del milenio no se ata de por vida a ningún trabajo, ama viajar. Para conocer más acerca de ella, Comercio y Justicia entrevistó a siete millennials (ver Representantes locales…) que analizaron su relación con el trabajo y el modo en que lo encaran, el uso de las nuevas tecnologías en sus vidas y la relación intergeneracional en el entorno laboral. Despejamos junto a ellos mitos y realidades de una generación que movió las estructuras tradicionales.
Emprender vs. dependencia
Un estudio de la consultora Sage entre 7.400 millennials de 16 países, incluido Argentina, mostró que son menos tolerantes a adaptarse a entornos laborales encorsetados, una actitud que les conduce a montar sus propias empresas, ya sea por necesidad o por vocación. Según el informe, 62% cree que será un emprendedor nato. La mayoría (55,5%) está motivado “por la gran cantidad de ideas que tienen y que desean compartir con el resto del mundo”, declaran.
“Creo que hay una generación de jóvenes emprendedores con más conciencia social, con un entendimiento del entorno en el que vivimos. Veo el movimiento de empresas; si bien hay de todos los tamaños, está comprobado que hay un alto porcentaje de jóvenes que ya nacen con el propósito de emprender”, dice Matías Portela, que se convirtió en emprendedor de juguetes ecológicos luego de haber trabajado cinco años en una automotriz. Cambió su destino al escuchar una charla para emprendedores que lo motivó. “En la fábrica veía a personas que hacía 40 años que trabajaban y me dio pánico pensar estar allí tantos años. Me acuerdo de que cuando decidí renunciar estaba en mi mejor momento: me estaban por ascender, me iba a ir a capacitar a Europa; pero yo me daba cuenta de que no era lo que quería para mi vida. En lo personal, el trabajo no me generaba desafíos; emprender a mí me genera demasiados desafíos y me motiva a ir para adelante”.
Para Héctor Costa, emprendedor tecnológico, en el sector del software donde tiene experiencia, “si uno no está conforme en una empresa, al mínimo problema que tengas, te vas a hacer otra cosa, o a trabajar freelance. No está ese miedo a quedarse sin trabajo, no está el concepto de quedarse en una empresa para toda la vida”. Héctor trabajó dos años en relación de dependencia y aunque era un trabajo que quería “no tenía libertad, no podía dirigir en lo más mínimo eso que estaba haciendo yo. Y un día vino mi hermano con la inquietud de hacer un dispositivo y arranqué. Esa libertad que te da tener lo tuyo, por más chiquito que sea, no se compara con tener un trabajo en relación de dependencia”.
Ana Laura Almada, por su parte, describe que tiene su vida de comunicadora social dividida entre dos mundos a los que denomina las estructuras viejas y las nuevas. “Las viejas están relacionadas con el empleo ya que trabajo en la administración pública, y las nuevas, con mi rol de activista; me dedico a fomentar el uso del software libre y difundir la cultura libre. Y, además, como pesa mucho la cuestión de género en la tecnología, también participo en talleres para que las mujeres vayan deconstruyendo esos mitos de que las ciencias duras son sólo para los hombres”. Para ella, el trabajo en relación de dependencia le permite sostener sus otros intereses.
Para el juez más joven de la provincia, Edgard Amigó Aliaga, “la mentalidad que hoy tienen los millennials es que no quieren moverse de su círculo de confort y, en contraposición, quieren lograr metas a corto plazo de alto rédito económico y con el menor esfuerzo; están en ese rol placentero que yo también he vivido, pero uno va creciendo, se va dando cuenta y todo eso es modificable. La clave es una buena educación en el hogar, que inculque los valores tradicionales, como el trabajo. Creo que vale la pena arriesgar y salir del círculo de confort; yo justamente me dije eso y me fui al interior, me dije que puedo ser juez en la Capital o en el interior y la posibilidad me la dio el interior”.
En tanto, Franco Mir, científico, docente universitario y actor, sostuvo que no quería pasar por la experiencia de su padre que trabajó muchos años como empleado en un banco. “No estaba conforme con su trabajo, después de 30 años tenía que seguir haciendo las mismas cosas todas las mañanas.Yo me dije que no quiero que eso me pase a mí. Afortunadamente, quizás a diferencia de mi viejo, yo tuve la oportunidad de ir eligiendo qué es lo que me gustaba hacer. Y si bien el camino de la docencia universitaria y la investigación tiene un poco de eso, de permanecer en un lugar por más tiempo o proyectos a largo plazo, en la investigación uno puede cambiar el rumbo de lo que investiga e ir a por otra cosa”.
Si bien admite que estar dentro de la estructura de la universidad, la academia le daba cierto escalofrío por la espalda, siempre optó por tener otra actividad paraleloa “para que me llenara de otras cosas”, explica. Por ello comparte su pasión con el teatro: “Logré juntar las dos cosas y nació un proyecto de teatro de divulgación científica donde puedo contarle a la gente las cosas nuevas que hago en el laboratorio”.
Para Fernando Tamayo, sus inicios en un trabajo en relación de dependencia fue lo que luego le permitió saltar a su emprendimiento. “Yo había conseguido un trabajo en un lugar donde hacía muy rápido mi tarea, lo que me permitió hacer mi proyecto, Yaqua, una embotelladora de agua mineral pero con la diferencia que el 100 por ciento de los dividendos lo destinamos a financiar proyectos de agua en las comunidades más pobres del país”, cuenta el joven peruano. “Creo que una gran diferencia es que, por ejemplo, el objetivo de la generación de mi papá era tener su casa y toda la vida trabajó para eso. En nuestra generación podemos vivir toda la vida alquilando; sabemos que no pasa nada. Mi objetivo en la vida es viajar, conocer gente nueva y nuevas ideas”.
A su turno, la médica Florencia Ochat, quien realiza la residencia en Pediatría en un hospital, afirma que no se considera la típica millennial por la particularidad de su carrera profesional. “Mi grupo de amigas está con la idea de dejar un trabajo, viajar, volver. Me encantaría ser así, pero mi profesión no me lo deja hacer al estar en relación de dependencia, salvo que seas Médico Sin Fronteras, que tenés que estar solo por la vida y viajando. Los amigos de mi hermano aceptan o no un trabajo dependiendo si le dan tanta libertad o no, y a mi no me queda otra que aceptar. Yo quisiera ser pediatra infectóloga y hacer las especialidades me va a llevar hasta cuando tenga 35 años, pienso en el futuro y quiero tener familia”, agregó.
Manejar las relaciones entre generaciones, un desafío que tiene sus pros y contras
Una encuesta a millennials cordobeses reflejó la opinión que tienen sobre trabajar en equipo con otras generaciones. Concretamente, ellos piensan que las generaciones anteriores están dispuestas a escuchar aunque la mayoría de las veces tienen un “pero”.
Consultados por Comercio y Justicia, este grupo de profesionales y emprendedores coincidió en que si bien las generaciones más grandes les ponen algunas trabas, la mayoría de la veces también aprenden mucho de ellos. “Los jueces más grandes ven con buenos ojos esta juventud que es pujante. Trabajo con gente de mi generación y con personas más grandes, siempre en un marco de respeto, colaborativo y entendiendo las diferencias”, dice el juez Amigó Aliaga.
En medicina la experiencia es diferente ya que, según Florencia Ochat, los médicos tienen que actualizarse todo el tiempo, sean grandes o jóvenes. “Siempre nos dicen que antes la formación era más estructurada, que los obligaban a hacer más de seis guardias y hoy nosotros luchamos por no hacer 24 horas”, resalta y destaca que suele pasar que “familiares de los niños que atendemos te ven más joven y no creen que sos médica, piden que vaya el jefe y sea él quien les dé los informes”.
Ana Laura cuenta su experiencia en la administración pública y dice que “el problema se da en la toma de decisiones”, donde las generaciones más grandes ponen trabas y dilatan las nuevas ideas”. La experiencia de Franco Mir es distinta y asegura que en su carrera profesional le tocó trabajar con gente de mucha experiencia de la cual aprendió mucho. “Algunas cosas comparto, otras no tanto, pero han marcado la forma en la que yo sí quiero trabajar”.
En el caso de Héctor Costa (y su hermano aún más joven), contó que cuando iban a presentar su proyecto a grandes empresas, como obras sociales, “los miraban raro y hasta les preguntaban si habían salido a bailar el fin de semana”.Entre grupos de WathsApp y el trabajo online, la tecnología es el “fuerte” de estos jóvenes
Hoy la tecnología atraviesa la vida de las personas en lo social, personal y laboral. Esta tendencia casi no distingue edades; sin embargo, mientras más jóvenes son, mayor es la facilidad con la que hacen uso de esta herramienta. Éste es el caso de los jóvenes millennials, quienes adoptan la tecnología sin ninguna dificultad y le sacan provecho al máximo.
“No concibo una empresa que no use la tecnología para comunicarse, para mantener un registro de todo lo que pasa, para su productividad”, dice Carlos Costa, quien cuenta -además- que tiene un grupo de WhatsApp con compañeros de la carrera, “donde sólo se hacen preguntas serias, no se mandan cadenas, hay un protocolo y al que no lo respeta se lo saca del grupo”. El joven también forma de un grupo de emprendedores de Córdoba en el que se realizan consultas relacionadas al sector.
Franco Mir va más allá y asegura, a su turno, que hasta realizó su tesis de doctorado usando Skype. “En la investigación el manejo de datos sin tecnología se haría imposible, incluso con la docencia. En los laboratorios antes se utilizaba mucho la investigación con animales, hoy hacemos simulaciones con computadoras o videos”, destacó el investigador, aunque no se reconoce fanático de la tecnología.
“Tengo grupo de trabajo en WhatsApp, netamente informativo”, agrega Matías Portela quien cuenta que tiene clientes que mandan sus pedidos mediante esa aplicación. Para este emprendedor social, con objetivos bien definidos, la tecnología es una gran aliada de los trabajadores, ya que les permite trabajar online y administrar sus tiempos. “Como uso todo el día la tecnología en el trabajo, en lo personal trato de aislarme de ella un poco”, completa.
Ana Laura Almada, una voz especializada en el tema, plantea su visión: “Hay un peligrosísimo encantamiento acerca de la potencialidad de la tecnología que hace que la gente deje de hacerse preguntas y eso me parece preocupante, sin negar que atraviesan nuestras maneras de trabajar y nuestras relaciones, ni las potencialidades que tienen. Es peligroso en el sentido que no nos preguntemos dónde está todo lo que ponemos en WhatsApp, quién lo está viendo en este momento y en pos de una supuesta libertad y rapidez que nos otorga la herramienta estamos resignando otros derechos que considero valiosos. La activista cuenta que prioriza su vida personal por sobre la potencialidad que la tecnología le permite, por eso tiene “sus cosas en una computadora encriptada con Linux y WhatsApp lo uso para la ‘gilada”.
A la medicina claro que también llega el uso de la tecnología y, en este sentido, Florencia Ochat cuenta que en su trabajo se manejan con un grupo de Whatsapp. “Los más grandes nos dicen que ahora somo más dependientes de la tecnología, de los métodos complementarios, y que ellos sólo les bastaba con ver al paciente”.
Por último, el juez Edgard Amigó Aliaga, considera que como jóvenes tienen cierta flexibilidad que no se traduce en ser laxo o menos formal. Por ejemplo, el profesional tiene un grupo de WhatsApp del juzgado y, al mismo tiempo, valora la posibilidad de hacer cursos on line que ofrece la Justicia denominados MAPA (Módulos Abiertos Prioritarios Autoadministrables) y los avances tecnológicos en materia de gestión judicial.Representantes locales, jóvenes que se destacan
MATÍAS PORTELA (32). Ingeniero Industrial. Cofundador de Ondulé, juguetes ecológicos. A fines de 2011, junto a Santiago Guzmán y Guillermo Costa, creó esta empresa que busca cuidar y potenciar la esencia creativa de los niños a partir de juguetes elaborados en cartón reciclado. En 2014, Ondulé se transformó en la primera empresa argentina de juguetes en calificar como Empresa B, una certificación internacional que indica que la esencia del negocio está en la búsqueda de un bien común.
EDGARD AMIGÓ ALIAGA (32 años). Es el juez más joven de la provincia en el juzgado de primera instancia Civil, Comercial, Conciliación y Familia de Marcos Juárez. Llegó a su cargo por concurso a los 30 años. Sus proyectos a largo plazo: “Mi próxima meta es ser camarista el día de mañana; no me obnubila ni es algo que quiero a corto plazo, me falta mucho por crecer, alguno dirá ¿cómo puede ser este juez tan joven? y puedo decir que puede ser con esfuerzo y dedicación”.
HÉCTOR COSTA (28). Junto a su hermano Carlos Costa fundó y desarrolló OTTAA Project, un software de comunicación alternativa para personas con discapacidad. El desarrollo tiene reconocimiento nacional ya que fue declarado de interés por el Congreso de la Nación. OTTAA Project apuesta a facilitarles la vida cotidiana a personas que no pueden comunicarse por diversas discapacidades. En este momento, el emprendimiento está siendo incubado en Startup Chile.
FRANCO MIR (34 años). Es doctor en Ciencias Biológicas, profesor en las Cátedras de Fisiología Animal de la UNC y Universidad Nacional de La Rioja. Miembro fundador de Jóvenes Investigadores en Neurociencias. Actor, forma parte del grupo Tacurú teatro de divulgación de las neurociencias. Conduce el programa televisivo Curiosos por Naturaleza (Canal 10). Cree que a diferencia de generaciones más grandes, los millenials no piensan pasar la vida haciendo 30 años lo mismo.
FLORENCIA OCHAT (26 años). Médica, hoy residente en pediatría en el Hospital de Niños. No se define como la “típica millennial” y se distingue en este sentido: “Los amigos de mi hermano aceptan o no un trabajo dependiendo si le dan tanto libertad o no, y a mi no me queda otra que aceptar. Pienso en el futuro, yo quisiera ser pediatra infectóloga y hacer las especialidades me va a llevar hasta los 35 años”.
ANA LAURA ALMADA (32). Licenciada en Comunicación Social, organizadora del Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre (Flisol), trabaja en el área de Sistemas, Información y Comunicación del Centro de Excelencia en Procesos y Productos de Córdoba (Ceprocor) y como freelancer. Activista del uso del software libre. Asociada a la Cooperativa de Trabajo Viarava en Capilla del Monte, como integrante del equipo “Uritorco Libre”, que promueve el uso de tecnologías no-privativas.
FERNANDO TAMAYO (27). Es un joven empresario peruano consolidado. Es dueño de la empresa Yaqua, la primera compañía peruana de agua de mesa que tiene un propósito social. Su abuelo y su papá fueron su inspiración para crear un negocio en el que las ganancias se destinan a proyectos de agua potable en zonas de pobreza extrema. Su empresa produce entre 200 mil y 300 mil botellas al mes, y ayudó a que 1,200 personas (de cinco comunidades) tengan agua potable.