El mito del garaje se escaló casi a niveles de cuento de hadas. Sin embargo, responde a una época, un estilo de vida (muy norteamericano) y a una clase de jóvenes definidos por el fin de la era hippie. No obstante, algunos atributos lo convierten en un modelo idealizado pero posible.
Por Héctor Goldin y Flavia Tomaello
La pasión por hacer que siempre vence los obstáculos; el conocimiento real sobre lo que se emprende (decididamente sin él ningunos de los “Steve Jobs” hubiera llegado lejos); la visión comercial para que se convierta en un negocio, la capacidad de detectar el nicho vacante. También la ambición por crear, por ir más allá; el permiso para soñar e imaginar necesidades posibles…
Esas cuestiones resultaron inspiradoras para el “mito del garaje”, pero ciertamente siguen siendo hoy los atributos que definen un comienzo exitoso para cualquier proyecto.
Jobs y Steve Wozniak -con esas cualidades- dieron vida a un primer proyecto que fue más allá de sus propios sueños.
Vendida la Apple I con éxito inesperado, a partir de allí Jobs se encarga del diseño industrial, aunque no deja de inmiscuirse en los temas técnicos. Así es que se convence de que el lenguaje Basic que había desarrollado Wozniak era muy bueno, pero no permitía funciones comerciales. Se decide por adquirir otro desarrollo más completo en Basic a Bill Gates que trabajaba en aplicaciones hechas para otras empresas.
No existía, por entonces, la computadora destinada al uso personal. Esta es, básicamente, la idea que tienen Jobs y Wozniak. Cuando desarrollan la Apple en 1978, se transformaron en un boom.
Este nuevo equipo tiene una caja, un teclado, un televisorcito… de él venden millones, y Apple llega a ser la compañía que más rápido ingresa al ranking de Fortune 500.
Gracias a transformaciones como la planilla de cálculo y el procesador de textos, Apple se vende de manera masiva y la compañía empieza a crecer significativamente. Este modelo resultó ser la primera serie de microcomputadoras de producción en serie.