Según investigadores argentinos, los operarios con poca especialización son un factor clave en las empresas. Los empleados aplican su experiencia previa para reducir los tiempos de producción, entre otras cosas
Investigadores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (provincia de Buenos Aires) comprobaron cómo los obreros con poca especialización o estudios básicos participan activamente en los procesos creativos de las pequeñas y medianas empresas.
El estudio surge a partir de análisis similares hechos en Europa. El caso emblema es el de Dinamarca, donde el Estado realiza censos a gran escala y crea bases de datos para determinar la cantidad de propuestas que los empleados hacen dentro de las organizaciones. Esta base estadística permite demostrar el desempeño de las empresas con relación a su nivel de participación obrera.
“Los procesos de innovación tradicionales funcionan bajo la lógica Taylorista-Fordista, donde las empresas progresan cuando los empresarios adquieren o producen nuevas ideas para implementar”, explican los investigadores.
El estudio mostró cómo los empleados de baja y media calificación se integran al momento de crear soluciones innovadoras para sus empresas mediante un proceso llamado Spilover tecnológico.
Según los investigadores, éste se define como una manera de transmitir una nueva tecnología o protocolo del conocimiento. Esto repercute positivamente en la divulgación de procesos, donde los empleados aplican su experiencia previa para reducir los tiempos de producción, mejorando la relación con el ambiente para obtener una llegada más veloz al mercado.
Por su parte, en la organización de la empresa se ve cómo dentro de ellas hay cada vez más trabajo colaborativo, con gerentes que alientan el desarrollo de este modo de trabajo y, además, en cómo se termina el producto, donde son los empleados quienes aplican directamente las ideas propuestas.
La investigación también reveló que, en la mayoría de los caso, los empleados forman grupos de trabajo con el apoyo del dueño del emprendimiento. Cuando esto sucede, éstos se centran en las necesidades de innovación para resolver problemas, resolver inconvenientes, o para satisfacer las exigencias de los consumidores.
Antonio Arciénaga, uno de los investigadores, indicó: “Las pymes nacionales, por lo general, no hacen la tradicional innovación de I+D sino que se refuerzan gracias a las experiencias previas. Lo esencial pasa a ser la solución de los errores que se ven. La mayoría avanza sin planificación ni esquema”.
El trabajo también pudo comprobar el potencial que tiene la industria argentina para presentar nuevas maneras de producir. El investigador aclara, que si existiera un programa nacional de incentivos, las empresas podrían generar más renta y mejores condiciones para los obreros.
En el contexto actual esta posibilidad se ve “desperdiciada debido a la apertura para el ingreso de productos finales y a la flexibilización laboral”.
El panorama nacional mostró que desde 2002 hasta 2015 hubo un gran avance de la preocupación por generar nuevos procesos productivos. Mientras que desde 2016 el objetivo del sector apunta a la subsistencia, dejando de lado la necesidad de innovar.