El economista francés es uno de los fundadores de la Teoría económica dela Regulación y, además,sociólogo. Se refirió al poder financiero como el genio al que no saben cómo volver
a la lámpara
El economista y sociólogo francés Robert Boyer, uno de los fundadores de la Teoría económica de la Regulación, estuvo en Córdoba, en una charla del “Café de la Ciencias” que organizó la Universidad Nacional de Córdoba y el Ministerio de Ciencia de la Nación. Describió y advirtió sobre las consecuencias de la “financiarización” de la economía, un concepto se alude al poder estructurante que adquirió el capital financiero –bancos, organismos de crédito, fondos de inversión, entre otros– en las economías occidentales. También analizó la “falta de confianza” de la gente en su propio país, en Argentina y en su gobierno.
La agencia de noticias de la UNC, Unciencia, difundió parte de lo que fue la exposición de uno de los impulsores de un enfoque que ha tenido una gran influencia en todo el mundo, dentro de las tradiciones que se oponen a las visiones ortodoxas de la economía.
Boyer, de 75 años, compartió un diálogo con Julio Neffa, sociólogo de la UBA, y Esteban Torres Castaño, profesor de la UNC e investigador del Conicet. El francés comenzó preguntándose por qué los argentinos consultan diariamente la cotización del peso con relación al dólar estadounidense. “¿Cómo puede ser que el valor del peso argentino esté dirigido desde Wall Street?”, inquirió, para dar pie a la historia del origen del proceso de financiarización de la economía.
Hasta los años 70, la economía de Estados Unidos tenía regulaciones sobre las transacciones financieras; había instrumentos como tasas de interés, controles de depósitos, y los bancos debían ajustarse al ahorro y la inversión a un nivel doméstico. Esto fue así hasta que los bancos de ese país decidieron tener mercados en dólares sin control de su banco central, lo que fue acompañado de un proceso de transnacionalización de sus empresas.
“Después, las grandes empresas americanas decidieron producir ya no solamente en Estados Unidos, sino también en América Latina, Europa y Asia. Comenzó un proceso de deslocalización de su producción. Antes, en el antiguo modelo, el compromiso entre obreros y empresarios era que éstos se modernizaban y, por actualización de convenios colectivos de trabajo, los asalariados recibían un aumento de ingreso real con la progresión de la productividad”, explicó Boyer.
El fenómeno generó una expansión mundial de las empresas norteamericanas, que llevaron su producción a países con salarios mucho más bajos y en mercados con menos regulaciones.
La segunda etapa clave fue la apertura internacional para el ingreso de capitales. “Estados Unidos busca que cada país abra su cuenta de capital, para que se pueda entrar y salir sin ninguna condición y que los bancos internacionales optimicen su tasa de crecimiento”, agregó.
Según el investigador asociado y miembro del Comité Científico en el Instituto de las Américas de París, esto genera que el valor de una moneda no dependa de su competitividad estructural sino de los mercados bursátiles, sobre todo de los que operan en Estados Unidos. “Lo que ocurrió, silenciosamente, fue que la lógica financiera reemplazó a la lógica productiva”, sintetizó el referente de la Teoría de la Regulación.
“En Estados Unidos, si cae el valor de una empresa, se despiden empleados, pero no es por la ganancia productiva, sino por la valorización de la compañía. Toda la sociedad norteamericana funciona mirando Wall Street”.
Boyer encuentra un ejemplo del poder que adquirió el capital financiero en la crisis mundial de 2008, cuando hubo salvatajes a grandes bancos pero no a empresas como Ford o General Motors. El tercer gran cambio y momento de este proceso, Boyer lo identificó en el hecho de que los Estados nacionales dependan del crédito externo. Fue también un proceso lento, con reformas marginales en las regulaciones, pero que no se detuvo y llevó a que las empresas productivas y los países dependan de la financiarización. “No fue un golpe. Fue un toma del poder progresiva”, sintetizó el experto.
Ahora, para el científico, “el poder financiero es como el genio de la lámpara de Aladino: lo dejaron salir pero no saben cómo meterlo de nuevo en la lámpara”, ilustró.
Mencionó el famoso trabajo de su colega francés Thomas Piketty, que hace un análisis de la desigualdad económica y distribución de la riqueza en el capitalismo occidental. De allí surge un dato clave: la desigualdad en los últimos tiempos no ha sido significativa entre asalariados, sino entre asalariados y capitalistas.
“De tal modo, la pregunta que tenemos que hacernos no es cómo hacer para que los pobres sean menos pobres. No. La pregunta es “¿cómo podemos hacer para que los ricos sean menos ricos?”, subrayó ante los asistentes del Café de las Ciencias. El camino para lograrlo debe incluir el hacer compatible el crecimiento sostenido y la rentabilidad de los capitales. “Las finanzas no van a resolver la pobreza”, completó.
Argentina y el pragmatismo
El economista francés entiende que las regulaciones y controles al capital financiero y la especulación no tienen que ver con ideologías de derechas o izquierdas. “Los controles tienen que ver con una idea de buen manejo, de ser pragmáticos, listos. Los economistas, más que ideólogos, tienen que ser pragmáticos”, apuntó.
A su vez, destacó que los instrumentos para regular y controlar el mundo financiero son muy sencillos de aplicar. El caso paradigmático es la tasa Tobin, que implica un impuesto a las transacciones financieras. Pero hay muchos otros casos destacables según los países y en ese sentido Boyer destacó las experiencias en Chile o Suecia.
“Si se aplican controles mediante impuestos o retenciones, se acaban las crisis generadas por la especulación financiera”, afirmó.
También alertó sobre el proceso que se está viviendo en Argentina actualmente. “Es un peligro lo que se está haciendo, abriendo totalmente la cuenta de capital. Ya se vivió durante el gobierno de Menem: los capitales vienen y luego se van…”, sintetizó.
Para el disertante, el problema de Argentina es, en el fondo, político: “Argentina tiene muy poco crédito, es uno de los más bajos del mundo. Y los argentinos no tienen confianza en su moneda. ¿Por qué sucede esto? Porque no tienen confianza en su gobierno. Entonces termina siendo una cuestión política”, señaló.
Y profundizó: “Hay naciones que .creen en su futuro, como China o India. Argentina no cree en su futuro, como se pudo ver claramente en la crisis de 2001, con miles de personas poblando las embajadas para irse del país. La gran cuestión de Argentina es la construcción de una nación. Así se puede organizar una regulación del capital financiero y obtener crédito de manera ordenada”, cerró el especialista.