Mujeres son quienes realizan 85% del trabajo comunitario de la capital de Córdoba. Ellas dedican entre 5,5 y 7 horas diarias sin percibir remuneración, según un relevamiento realizado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
El informe técnico abarcó 51 espacios sociocomunitarios de Córdoba, como comedores, merenderos y ollas populares que atienden la alimentación de las personas, particularmente de infancias y ancianidades, que son vistos como de un importante “valor social para la sostenibilidad de la vida en los barrios donde funcionan”.
En la mayoría de los casos, ellas no reciben remuneración y 47% de los comedores funciona en las propias casas de familia de estas mujeres, quienes a la vez comparten con los asistentes el baño y la cocina.
El proyecto de estudio se denominó “Mapear respuestas contra el hambre. Procesos y condiciones de trabajo en comederos y merenderos desde una perspectiva de género en la ciudad de Córdoba”, que fue financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación de la nación, según difundió la agencia de noticias Unciencia, de la UNC.
El objetivo que se planteó para realizar el relevamiento fue “reconocer y caracterizar las condiciones de trabajo desarrolladas en estos espacios comunitarios”, que además incluyó 150 encuestas a las mujeres que se ocupan de esos espacios sociocomunitarios, que abordaron específicamente datos tales como prestaciones alimentarias que brindan, horas de trabajo, condiciones y roles.
“Es una actividad fuertemente feminizada. Son rutinarias, persistentes y estables en el tiempo”, sostuvo Karina Tomatis, coordinadora general del estudio, quien añadió que “muchas de las mujeres que trabajan allí lo hacen desde hace entre cinco y siete años en promedio, con más antigüedad incluso que en sus empleos en relación de dependencia -en los casos en los que los tienen-.”
La especialista destaca además que el conjunto de datos obtenidos permite reconocerlo como un trabajo que requiere altas organización y disciplina, debido a que la prestación de la comida implica la coordinación de recursos y la gestión del tiempo para poder responder a la demanda diaria de alimentos y atender una complejidad de necesidades que permiten la reproducción de la vida comunitaria en esos barrios.
“Las mujeres hacen este trabajo varios días a la semana, durante muchas horas, las cuales podrían ser equivalentes a una ocupación remunerada. Por ello, constituye un trabajo y no simplemente una actividad que se hace cuando se puede y voluntariamente”, explica Tomatis.
Algunas conclusiones
De entre las conclusiones obtenidas se desprende que las mujeres destinan tres días a la semana a este trabajo (equivalentes a 15 horas semanales) y cuatro jornadas en el caso de quienes son referencia en esos espacios (31 horas semanales), las cuales además realizan tareas por fuera de sus horarios habituales en 84% de los casos.
“Es un trabajo que implica agotamiento psíquico y exposición a situaciones emocionalmente desgastantes”, según expresa 40% de las encuestadas, afirmó la investigadora académica.
En la encuesta fueron preguntadas por qué sostiene esa actividad comunitaria pese a las condiciones en las que la realizan, y en su mayoría respondió que la motivación es la “preocupación por lo que sucede en los barrios y el interés de ayudar a resolver los problemas de su comunidad”.