La continua exposición a celulares, TV y iPads o tablets restringe el lenguaje y por ende la “modulación de los sentimientos”. Además, “están a un click de ver cosas que ningún ser humano debe ver: pornografía, asesinatos reales. Una vez que los vieron no los pueden ‘desver”, advirtió Fernando Stein, presidente de la Academia Americana de Pediatría
Por Carolina Klepp – [email protected]
La niñez está viviendo frente a las pantallas y eso afecta su desarrollo. ¿Cómo? El médico guatemalteco Fernando Stein, presidente de la Academia Americana de Pediatría, alertó sobre las consecuencias que se manifiestan en la adolescencia por la continua exposición a los teléfonos, TV y iPad.
Stein, primer latinoamericano en alcanzar una de las posiciones académicas más prestigiosas del mundo, está en Córdoba participando del 38º Congreso Nacional de Pediatría, organizado por la Sociedad Argentina de Pediatría. En ese marco, habló con Comercio y Justicia .
– ¿De qué manera están incidiendo las tecnologías en la vida de los niños?
– El pensamiento humano se genera con el uso de palabras, incluyendo nuestros sentimientos. La asociación entre el desarrollo del lenguaje, el uso de palabras, los sentimientos y la inteligencia está claramente demostrada en toda la literatura científica, psicológica, de crecimiento y desarrollo. Un niño que por razones que usualmente son sociales, que ambos padres trabajan y regresan a la casa para seguir trabajando, puede ser relegado a vivir en frente de una pantalla de televisión, teléfono o iPad. En este tipo de exposiciones, el número absoluto de palabras es muy limitado y, sobre todo, no hay procesamiento alguno. La única manera que esa exposición es útil es si el padre, la madre o un adulto se sienta al lado del niño a ver y comentar el programa que están viendo. El resultado de años de estar sentados frente a la televisión o las pantallas es que alrededor de la adolescencia hay un déficit de 13 millones de palabras menos que un niño o una niña que ha crecido en un ambiente donde hay discusión en las comidas, que se debate con los padres, aunque sea sobre un partido de fútbol, pero que son discusiones con adultos que los quieren e intercambian usando un rico uso del lenguaje.
– ¿Cómo se manifiesta luego en la adolescencia esa limitación?
– Se manifiesta en cuatro dominios principales. El primero es el lenguaje que ellos usan para comunicarse entre si. Yo tengo 67 años y los adolescentes que conozco, que usan -por ejemplo- Twitter, con mensajes que están contenidos en 20 palabras, ellos, literalmente hablan un idioma distinto que el mío. Un idioma diferente que el de una persona que creció antes de esta explosión de medios. Mientras nosotros tenemos una riqueza del lenguaje para definir un sentimiento amoroso o de cólera, ellos tienen dos o tres. Entonces, todo lo que es la modulación de los sentimientos, que es el segundo dominio, es bastante primitiva.
El tercer dominio es el del desarrollo desde el punto de vista académico. Si se pone un texto de Cervantes en frente de una muchacha o muchacho que no ha tenido un lenguaje rico, se verá que no lo puede leer porque hay un montón de palabras que jamás han visto, que no saben que significan.
Y por último, el cuarto dominio, es el que se llama resiliencia. Nosotros desarrollamos nuestras emociones utilizando el lenguaje. Entonces, si a usted o a mí se nos pincha un neumático camino al trabajo el lunes temprano, y decimos “maldición se nos arruinó la semana”, los sentimientos que vamos a generar es de maldición y que se nos arruinó la semana. Sin embargo, enfrentados ante el mismo hecho, utilizamos un diferente lenguaje interno y decimos: “Qué inconveniencia, esto me va a atrasar dos horas pero al final voy a arreglar la rueda y me voy a recompensar con un trago rico al final del día”. Así, súbitamente, las sensaciones y sentimientos que evocamos ante el mismo hecho son diferentes, ¿por qué? porque usamos el lenguaje.
– Una niñez difícil la actual
– Lo que se está desarrollando, que es muy triste, son dos mundos de niñez y adolescencia, uno donde están expuestos a lo mejor, y otro a casi nada. Eso está creando una división social muy difícil de conjugar. Tenemos que atender a los niños y no disponer un aparato en frente para que se encargue de ellos porque, el otro asunto, es que están a un click de ver cosas que ningún ser humano debe ver: pornografía, asesinatos reales. Marshall McLuhan (teórico de la comunicación) dijo que somos lo que vemos y oímos y no podemos ‘desver’ lo que ya vimos y oímos”.