Para Beatriz Caputto, primera mujer en dirigir la Academia Nacional de Ciencias, recién ahora “la población se está apropiando más de ese concepto, como consecuencia de esta pandemia”, al conocerse soluciones como los test rápidos hechos por argentinos. Considera que los gobiernos deberían consultar constantemente a los especialistas
Por Carolina Klepp [email protected]
Se define por naturaleza optimista. Y con entusiasmo cuenta cómo fueron los primeros días en la conducción de la Academia Nacional de Ciencias integrada por 160 científicos de todo el país. El dato distintivo: es la primera mujer en 150 años de historia de la institución que fundó Domingo Faustino Sarmiento.
Profesora emérita de la Universidad Nacional de Córdoba e investigadora Superior del Conicet, Beatriz Caputto estrena título de presidente pero conoce en profundidad los pasillos de la academia desde hace tiempo. Tiene un extenso currículum que incluye más de 80 trabajos publicados en revistas de difusión internacional; es integrante del cuerpo de editores de la revista Journal of Neurosciences Research y del Consejo Asesor de la Fundación para el Progreso de la Medicina de Córdoba.
Viene de cuna científica: su padre, Ranwel Caputto, fue integrante del equipo del premio Nobel Federico Leloir y pilar fundamental en el desarrollo de la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC, donde luego ella desarrolló su extensa carrera. Allí recibió su título de grado, su doctorado y se desempeñó como investigadora y docente.
Entre su actividad científica se destaca el hallazgo de una nueva función para una proteína. En 1995 su grupo de trabajo obtuvo las primeras evidencias que muestran que las proteínas c-Fos tienen la capacidad de regular mecanismos claves para la génesis de membranas en el citoplasma celular. Así, lograron frenar en 2009 el crecimiento de células tumorales.
Desde su casa y antes de tener una reunión virtual con la red de científicos de otras Academias de la Región de las Américas, su nueva modalidad de trabajo en el marco de la pandemia, habló con Comercio y Justicia.
¿Qué lectura hace del rol de la ciencia hoy, atravesando la pandemia?
La ciencia en general, en este país, siempre se ha mirado como un gasto. Entonces, era mirada como que aquello que los científicos hacían en sus laboratorios era lo que a ellos les gustaba hacer pero que no servía para nada para el país. Hoy la percepción de la población en general hacia la ciencia ha cambiado sensiblemente; ahora reconoce que los científicos bien formados pueden encontrar nuevas soluciones como los test rápidos, como tantas cosas que se están viendo hoy en los medios que hacen nuestros científicos. Lo positivo de esto es que nos vamos dando cuenta de que -para ser un país libre e independiente- tenemos que poder resolver nuestros problemas y, este tipo de problemas, así como el desarrollo del futuro, dependen de nuestra educación y de nuestra ciencia. La población se está apropiando más de ese concepto. Creo que se da cuenta que es fundamental tener una ciencia fuerte para resolver nuestros problemas y eso es algo que ocurre como consecuencia de esta pandemia. Tenemos soberanía cuando tenemos ciencia y educación.
¿Qué puede hacer la academia para afianzar esa soberanía con educación y con ciencia?
La academia tiene un conjunto de personas especializadas en las ciencias que ella cultiva; esas personas deberían ser consultadas permanentemente por los gobiernos y por las instituciones no gubernamentales para facilitar. Son personas especializadas en sus áreas en lo que está ocurriendo en el mundo, cuáles son las últimas tecnologías, las últimas estrategias de educación. El país debería aprovechar más los especialistas que tiene. Ahora tenemos especialistas que están asesorando al Gobierno, pero tenemos excelentes matemáticos, químicos, biólogos, botánicos, geólogos; todo lo concerniente a la vida diaria de un país tiene mucho que ver con las especialidades de las academias. A veces sentimos que las opiniones de la academia no tienen la repercusión que uno quiere que tenga. Por ejemplo, hace unos años se juntaron cinco academias nacionales y formularon un proyecto de un plan estratégico educativo por 10 años. La verdad es que no tuvo ninguna trascendencia y era gente muy especializada en educación, en la ciencia. Podría haber sido un aporte importante. Tenemos que basar más nuestras decisiones en las opiniones fundadas en hechos científicos que pueden darnos soluciones. Aquí no se trata de política, se trata de hechos objetivos, comprobables, eso es lo que hace la ciencia, observaciones y conclusiones con base en hechos que se pueden comprobar.
¿Cómo acortar esa distancia que separa los aportes científicos de las decisiones políticas?
Creo que en estas cuestiones las culpas son repartidas. Nosotros como académicos hemos estado muy aislados. Ahora se reúnen todas las academias nacionales de Ciencia y como cuerpo de académicos hay que hablar con las autoridades. Los presidentes de las academias han solicitado una entrevista con el ministro de Educación, Nicolás Trotta. Hay que sentarse a conversar y tratar de conseguir que se nos escuche mucho más.
Al presidir una mujer la academia ¿va a tener una impronta desde la perspectiva de género en la ciencia?
El hecho de ser la primera mujer es una responsabilidad, además de ser un honor. Al ser la primera hay que tratar de impulsar todo lo que sea la participación de la mujer en ciencia, pero no es algo que vamos a iniciar ahora. El anteaño empezamos con las discusiones de cómo podría la academia ayudar a facilitarles a las jóvenes que pudieran desarrollar la carrera científica. En este contexto, el año pasado se instituyó también un premio a la trayectoria para científicos que va a llevar el nombre de una mujer: Eugenia Sacerdote de Lustig. Tenemos tres premios para jóvenes todos con nombre de hombre y nos parecía que era correcto hacer un homenaje a una mujer en ese premio.
Además, acabamos de sacar una resolución que veníamos discutiendo con Juan Tirao -presidente saliente de la academia- y era la de organizar una Comisión Asesora Ad hoc de Mujeres en Ciencia. Ya comenzó a trabajar esa comisión y estará específicamente dedicada a tratar el problema de la mujer en ciencia. Está conformada por académicas nuestras, más un académico y jóvenes muy destacadas que todavía no son académicas y que conocen muy bien el tema de género y pueden aportar ideas. Eso va a ser otro empujón para ir modificando esto que es un problema mundial.
¿Qué porcentaje de mujeres y hombres componen la academia?
La primera mujer incorporada fue en 1995: la academia se fundó en 1869, es decirm pasaron 125 años hasta que tuvimos una mujer como académica. Hoy 21% es mujer, todos los años va aumentando. La academia pertenece a una organización regional, la Red Interamericana de Academias, y esa red tiene la misma preocupación que la equivalente europea, la asiática, la africana. Ellos también tienen una comisión de mujeres en ciencia que viene haciendo una estadística de mujeres miembros y en posiciones directivas. El término medio en todas las américas está en el orden de 21% a 22%. Se viene tratando de revertir desde hace tiempo y cada vez con más fuerza se está consiguiendo que la mujer pueda participar no solo en la etapa inicial de la carrera de investigadores sino también llegar a las comisiones directivas altas.
Cortito y al pie
Ante el pedido de una sola palabra para definir o describir tres conceptos, Caputto contestó:
Pandemia: “Un caos y tristeza”.
La ciencia: “Una pasión”.
Un sueño: “Ver este país grande como merece”.