El destacado neurocientífico mexicano afirmó que el cerebro del adolescente no acaba de desarrollarse a los 18 años “como para que pueda tomar decisiones estrictamente responsables”. Resaltó una serie de beneficios prácticos que aporta el neuroderecho al sistema jurídico. Disertará esta semana en Córdoba y Jesús María
El experto en neurociencia y derecho Éric García López está en Córdoba y a su paso abre un amplio espectro de posibilidades y desafíos para el futuro del derecho. Se mete en temas polémicos como la edad de imputabilidad, con fundamentos que le da su expertise y práctica.
El investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales de México, doctor en psicopatología forense y en neurociencia, disertará en las Primeras Jornadas Internacionales de Neuro Derechos y Salud Mental organizadas por el Colegio de Abogados Delegación Jesús María, con Marcela Colombo; el Instituto de Psicoterapia Integrativa Córdoba, con Kay Ghersevich, y Mariano Pelliza Palmes, profesor de la UNC y juez múltiple de Jesús María.
Ayer, dialogó con Comercio y Justicia en el marco de su primera actividad en la Asociación de Magistrados, con la coordinación de Ángeles Palacio y Mónica Puga. Hoy estará en la Facultad de Psicología, mañana dará una conferencia magistral en la Facultad de Derecho; el jueves en Tribunales de Jesús María y viernes en el Anfiteatro José Hernández de esa localidad.
Para el experto, es urgente que el mundo del derecho conozca la neurociencia dado los grandes desafíos que se avecinan. Graficó que los abogados defensores están llevando cada vez más pruebas vinculadas a la evaluación neuropsicológica y neurocientífica y el juzgador y el fiscal tienen que estar preparados para esos avances, al igual que los peritos.
– ¿Qué relación existe entre neurociencia y derecho que pueda beneficiar al sistema jurídico?
– Tiene muchos beneficios, algunos prácticos como por ejemplo, despresurizar el sistema judicial, habida cuenta de que comienza a haber nuevas herramientas neurotecnológicas y de inteligencia artificial que podrían ser muy útiles para fiscales, para jueces, y más allá de eso, hay un replanteamiento para el derecho de lo que entendemos por justicia. Muchos autores están planteando que es una suerte de análisis filosófico, más que solamente jurídico práctico, y profundo a nivel conceptual.
– ¿Qué aporta en este sentido?
– Una enorme discusión en temas como imputabilidad y de responsabilidad penal. Uno de los grandes aportes sería el sistema de justicia para los adolescentes y víctimas.
Por ejemplo, en el sistema de justicia para los adolescentes se ha demostrado la relevancia de la justicia restaurativa, sabemos que las emociones impactan mucho en los procesos de restauración de la víctima. Entonces, la neurociencia, dispone de herramientas que permiten identificar procesos cognitivos que permiten una mejor atención de cara a un proceso restaurativo.
Y también tiene que ver, y esto es un debate interesante, con la edad penal. Sabemos hoy que el cerebro del adolescente no acaba de desarrollarse sino hasta bien entrada la segunda década de la vida. Esto genera un problema importante a nivel jurídico, porque podría significar, cuando se dan esos debates de la reducción de la edad penal, que la evidencia nos dice que no sería posible reducir la edad penal.
– ¿Cuál sería la edad posible que da la evidencia?
– En neurociencia no hay una edad categórica que pudiéramos decir 20 o 25 años, eso en neurociencia no existe. Y, en derecho, lo que hay es un consenso establecido en cierta franja de edad. Pero no podríamos afirmar categóricamente a los 23 años con 6 meses y tres días, sería imposible. Lo que sí sabemos es que no ocurre a los 18 años.
Es un tema muy polémico porque implicaría que a los 18 años o los 16 años, que es cuando está establecido, no son los más adecuados. Pareciera en este debate que si lo adecuado no es reducirlo, es lo adecuado aumentarlo.
– ¿Y cuál es su consideración?
– Nosotros pensamos que no se puede reducir (la edad penal). Desde el punto de vista estrictamente neurocientífico, particularmente lo que se denominan funciones ejecutivas del cerebro todavía no están lo suficientemente bien mielinizadas como para que un adolescente pueda tomar decisiones estrictamente responsables.
Además, en muchas ocasiones, se estigmatiza al adolescente, afortunadamente los adolescentes no conforman el mayor número de agresores, por el contrario, puede significar un gran número de víctimas.
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