Por Salvador Treber
La publicación de datos sobre trabajo infantil, después de 13 años de silencio-cómplice, nos enfrenta con un tema que exige perentoria atención por su magnitud, pues es inaceptable se mantenga en las condiciones que se han dado a conocer sin que el Estado se movilice prestamente
Esta situación involucra en el mundo a nada menos que 152 millones que representan 9,4% y si bien en nuestro país la relación es menor, 7,9%, el tema es acuciante. En Argentina, los niños entre cinco y 15 años de edad son alrededor de nueve millones y sobre ellos rige la estricta prohibición de que trabajen; aun así, según información oficial, 715.484 niños son explotados miserablemente sin que el Estado se movilice en forma efectiva para evitarlo.
Esto significa que, tanto en las áreas urbanas como rurales, sufren el penoso yugo de una vil e irresponsable utilización que les sustrae de vivir ese primer período de su vida sin tener que afrontar obligaciones y sufrir el autoritarismo patronal que los sojuzga, violando toda la legislación vigente pero incumplida.
Ese tipo de actitudes caracteriza a una franja de empresarios que lucran con esta situación o padres insensibles que al imponerles muy prematuramente el rigor laboral, los envejecen sin retorno. Unicef, órgano especializado internacional, ha señalado: “En Argentina tenemos un desafío pendiente que es de cuidado. Si bien tenemos un plan de primera infancia que se propone aumentar la cobertura de los centros de cuidados y de educación, incluyendo los Jardines de Cosecha, pero todavía la oferta es reducida. Esta circunstancia genera menores explotados o que los chicos acompañen a sus papás al trabajo y las hermanas se queden al cuidado de sus hermanos menores”.
La inacción o insuficiente presencia oficial contribuye a diluir la innegable responsabilidad y ello coadyuva a la permanencia de tal anomalía pues el Estado (en sus tres jurisdicciones) debe actuar con máxima diligencia ante tal problemática social.
Los chicos que en las esquinas hacen malabares y piruetas junto a los semáforos para generar propinas simbolizan en las áreas urbanas la notoria actividad de niños que así aportan a las penosas finanzas familiares en horas que debieran concurrir a la escuela. Es que el trabajo infantil está indisolublemente asociado a hogares carecientes y los mejores datos al respecto que atestiguan una disminución de su número, no equivale a una verdadera solución de una problemática que sigue siendo acuciante.
En el área rural, el trabajo de preparación de la tierra, sembrado y cosecha abarca a varios cientos de miles de niños que también están condenados desde la más tierna infancia a trabajar para “ganarse el pan”, sin saber siquiera que se trata de vivir por siempre en la miseria. La información que data del año 2004 hizo conocer una estimación que abarcaba a 496.318 niños; todos ellos inducidos a trabajar pero esa cifra no es comparable con datos posteriores pues no es de todo el país y consideraba sólo a de hasta 13 años. Pero lo evidente es que no hubo entonces una gestión adecuada y efectiva, circunscribiéndose a elaborar tales datos pero manteniendo una inexplicable actitud pasiva.
El actual Ministro de Trabajo de la Nación ha señalado: “Los niños tienen que estar jugando o estudiando, nunca trabajando” y ello es correcto; pero sólo menciona que “hay que fortalecer los programas y el plan nacional que van en ese sentido” pero no agrega en forma concreta nuevas medidas ante la revelación más integral de la magnitud adquirida por tan acuciante tema.
Por su parte, el Subsecretario de Estadísticas y Políticas Laborales parece que le resta importancia pues señala que la mayoría (4,3%) “hace tareas domésticas intensivas” (¿?), mientras los afectados a tareas económicas externas representan 3,7% y a las de autoconsumo, otro 2,8%.
Es oportuno recordar que en 2004 se distinguían sólo dos modalidades: la de trabajo económico -que constituía 6.5%- y el “doméstico intensivo”, otro 6,1%. El informe divulgado recientemente advierte que debe prestarse especial atención a esta última categoría pues “hay un notorio déficit de cuidado en su desempeño ya que gravitan además factores culturales y el régimen familiar que requiere una gestión especial para erradicarlo”.
El contenido del último informe
Resulta bastante curioso que haya sido saludado y agradecido por el Gobierno nacional, que en dicha oportunidad sostuvo que tales conclusiones “eran esperadas” y que serán útiles para “construir un diagnóstico necesario para la formulación de políticas públicas”.
Debe recordarse que la actual administración ya supera dos años de gestión y no es muy positiva esa declaración que pretendería justificar la inacción habida durante ese lapso. Esta actitud deja al descubierto la falta de un programa de prioridades pues este tema es de gran relevancia y hasta ahora ¡no se hizo nada!; por ello es importante insistir en que adopten una actitud mucho más activa y comprometida.
La cantidad total de niños entre cinco y 15 años inclusive, que determinó el último trabajo, es de 8.965.802 y como a esa fecha se estimaba que la población del país era de 43.700 millones de habitantes, ello significa que esta franja abarca 20,5% de la población total. En ella está el futuro, y si no se los cuida esmeradamente, se frustrarán muchas perspectivas de progreso y se condenaría por anticipado al país a nuevos retrocesos. El reconocimiento a quienes elaboraron la información precitada es obvia pero también muy lamentable y alarmante que los equipos de estudio locales no hayan avanzado nada en tal sentido. No puede haber justificación alguna e indica una alta dosis de negativo desinterés o falta de adecuada formación que resulta altamente descalificatoria.
Los autores del trabajo señalan con el mayor énfasis que las causas del trabajo doméstico “son múltiples y van desde trabajo informal de sus padres, déficit de centros de cuidado -especialmente en el ámbito rural- así como factores culturales sobre la distribución del trabajo, en el cuidado de los hermanos y en las tareas domésticas que recaen principalmente en las niñas; aspectos que, según los técnicos de la Organización Internacional del Trabajo, están mal dirigidos por sus colegas locales, especialmente porque no se han compenetrado de su verdadera relevancia estratégica”.
Además se reconocen “sorprendidos” de que “la modalidad de trabajo doméstico intensivo tenga tanto desarrollo” (¿?) pues admiten sucede sólo “puertas adentro” en Argentina, no es la más habitual en otros países y se la reconoce como la más difícil de erradicar.
El estudio de 2017 es notoriamente más acertado que el de 13 años antes y los esfuerzos por compatibilizarlos, con todas las reservas que caben al respecto, permiten concluir que de todas maneras esa irregularidad laboral se habría reducido en alrededor de 50%.
Debe aclararse que los datos que se han hecho conocer no se presentan como “definitivos” debido a que, como es habitual en los técnicos internacionales, le dan ese carácter recién después de compatibilizarlos con las oficinas locales especializadas y sometidos a la última revisión.
Localización espacial de la ocupación infantil
Los datos que aporta el trabajo que nos ocupa se han dado a publicidad el pasado 14 de noviembre, en oportunidad de realizarse en la ciudad de Buenos Aires la IV Conferencia Mundial sobre Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil, y constituye un inapreciable aporte de los organizadores.
La información permite delinear diversos enfoques y movilizar a nuestros gobernantes para que asuman las responsabilidades que correspondan, avanzando decisivamente en la auspiciosa tarea de eliminar esa lacra social. Por lo menos no se podrá argüir desinformación y sólo falta a ese efecto enfrentar tal tarea con convicción y algo de patriotismo pues ahora disponen de todos los instrumentos para ampliar el análisis.
Se distinguen a ese efecto, según sea el área analizada, dos muy relevantes, las denominadas urbana y rural. También puede ser muy útil en la investigación la opción que adopta como ámbito específico la localización regional y, dentro de ésta, las respectivas jurisdicciones políticas intermedias (las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Una tercera opción es la de encarar el respectivo estudio en cada una de las seis regiones o áreas que el referido estudio adoptó al efecto, es decir NOA, NEA, Cuyo, Gran Buenos Aires, Pampeana y Patagónica. En este último caso se hace indispensable tomar en cuenta la extensión territorial y población de cada una.
Bajo el primer enfoque referido, en las zonas urbanas se ha logrado identificar que 49% de los incluidos son varones y 47% mujeres; aunque en cuatro por ciento no se ha logrado una identificación explícita y precisa. A su vez, en las zonas rurales se conoce en una forma más específica que los que laboran como auxiliares de oficina en 17,9% son varones y sólo 10,8% mujeres. Ambos casi se equilibran cuando se abocan al cultivo o a cosechas pues los primeros representan 13,4% y las mujeres, 12,3%. En cambio, esa relación se invierte rotundamente cuando se analiza la atención de animales (incluso ordeñe y cuidado de granjas o campos) pues en este caso los varones cubren sólo 6,7% y las mujeres, 12,5%.
El mismo estudio, cuando enfoca el tema según la diversa localización regional, permite advertir que la Pampeana registra el mayor número de trabajadores infantiles con 195.406 (8,3%) y muy cercano aparece el Gran Buenos Aires, donde se registró a 188.512 (8,4%). Pero si se analiza por densidad poblacional pasa al frente ésta última, con gran amplitud. Después de ellas, aparecen las regiones noroeste (NOA) con 149.539 (13,2%) y la nordeste (NEA), con 11,9% de los respectivos colectivos totales. En condiciones notoriamente mejores cierran este cuadro las zonas de Cuyo, con 8,6% .
En el área Patagónica son apenas 30.115 los involucrados con sólo 6,5%, surgiendo como la mejor marca que -como tal- debería constituir un verdadero ejemplo. El trabajo concluye advirtiendo: “Todo el mundo piensa que lo rural es predominante y en términos de incidencia es así, pero en términos absolutos la mayor parte del trabajo infantil sigue estando en zonas urbanas porque es de donde más vive la población”. Desde ahora deberá exigirse al Gobierno que con máxima energía encare la referida erradicación pues ya no existen excusas válidas para seguir postergando la existencia de esa lacra social.