África llama nuestra atención. Esta vez el grito de auxilio está contenido en un largo informe difundido por el antropólogo e investigador italiano Marco Maurizio Cresppi. Allí examina los niveles de violencia y pobreza que se registran en África Central.
Por Silverio E. Escudero – Exclusivo para Comercio y Justicia
En ese extenso territorio, que comparten 12 naciones con alrededor de 300 millones de habitantes, asegura, la muerte por inanición y hambre forma parte del paisaje. Tanto que, dentro de sus tareas habituales, los municipios deben recoger miles de cadáveres para darles sepultura para evitar la propagación de enfermedades.
Sin embargo, su mayor preocupación está centrada en la violencia a la que son sometidos millones de seres humanos, siendo las mujeres y niños los blancos preferidos de los ejércitos en pugna.
Terminan siendo vendidos para su explotación en campos de laboreo o en el circuito internacional de la prostitución. Referencia, de paso, la enorme tarea humanitaria que realiza en defensa de la mujer la periodista congoleña Caddy Adzuba (CA), Premio Internacional de Periodismo Julio Anguita Parrado 2009 y miembro de la Asociación de Mujeres de Medios de Comunicación del Este de Congo.
CA denuncia ante todos los foros que más de 50.000 mujeres en la región de los Kivu, en el este de la República Democrática del Congo, han sufrido violencia sexual de grupos rebeldes ruandeses que operan en el país; que las guerrillas llevan años masacrando a la población, saqueando aldeas y brutalizando a la sociedad civil congoleña ante el silencio de los medios de comunicación internacionales y de los gobiernos del mundo.
Han logrado -avisa a los desprevenidos de siempre- transformar la violencia sexual en “un arma de guerra letal” cuando se utiliza de forma sistemática. Cuando los rebeldes planean saquear una aldea utilizan como estrategia la violación de todas las mujeres y niñas con el objetivo de romper la comunidad por medio de la destrucción del cuerpo de las mujeres. Así logran separar a sus miembros para que sean débiles y no puedan defenderse de la situación en la que se encuentran.
“No se trata de llegar a una casa, coger a la mujer y violarla sexualmente. Los rebeldes armados –continua- mutilan los genitales de las mujeres y obligan a sus familiares a mirar y participar en la agresión. Todas las mujeres, sin importar su edad, corren la misma suerte. Se trata de feminicido, de genocidio contra las mujeres. Los rebeldes también raptan mujeres para convertirlas en esclavas sexuales durante meses o años. Los niños y niñas nacidas de esta situación son rechazados por las comunidades. Las personas pierden su humanidad, su vida, sus bienes, sus casas, sus hijos; se convierten en desplazados o refugiados. Todo el país está afectado por esta situación.”
Los grupos armados –afirma con contundencia- se han dado cuenta de que, con los años de crisis y dictadura, el aumento de la pobreza ha hecho que el tejido social se resquebraje y pierda valor.
“Cuando dejaron de pagarse los salarios de los trabajadores, principalmente hombres, las mujeres empezaron a hacerse cargo de la economía local con sus comercios, huertos y pequeñas empresas reactivando la vida de la comunidad. Tanto en aldeas como en grandes ciudades, las mujeres estaban levantando la economía local. Por eso, destruyéndolas, acabas con la vida de la comunidad entera.”
Marco Maurizio Cresppi, en el informe preliminar de su tesis doctoral sobre el accionar de los medios de comunicación en territorios en crisis, insiste en valorar la tarea de Adzuba. “África –asevera- sería aún más cruel sin su presencia. Su voz en la radio, que parece clamar en el desierto, desnuda y enjuicia el poder. Es la contracara de la realidad italiana. Berlusconi enseña que la dignidad vale, apenas, treinta monedas de plata”.
Ella es la dueña de las respuestas. No se cansa de explicar que la guerra que ensangrienta el Congo no es una guerra de africanos. La guerra la protagonizan las multinacionales que tienen el apoyo irrestricto de sus Estados. Todo el mundo procura apoderarse de una cuota parte de riquezas que no le pertenecen. Detrás del conflicto –como alguna vez se denunció desde esta columna- están Estados Unidos, Francia, Bélgica, Gran Bretaña, China, India, Pakistán, Rusia, Japón, etcétera. Países que, esencialmente, no tienen interés en que reine la paz en África porque son sede de las casas matrices de las empresas que fabrican computadores y teléfonos celulares.
“Los rebeldes extranjeros de las Fuerzas de Liberación de Ruanda llegaron a suelo congoleño en 1994, junto con los refugiados. En ese momento, los soldados franceses de la misión de Naciones Unidas estaban allí. Los congoleños nos preguntamos cómo es posible que entre los refugiados pasaran también aquellos que habían liderado el genocidio con sus armas, que más tarde usarían contra la población civil congoleña para sembrar el caos y controlar las minas. Preguntamos a la comunidad internacional y a nuestro gobierno por qué no nos defiende la armada congoleña. Nos han dicho que estamos bajo embargo de armas, la armada congoleña está dividida, no tiene medios para defender a la población indefensa. Cuando nos preguntamos ¿cómo puede el ejército congoleño proteger a la población si está bajo embargo de armas?, la única respuesta que obtenemos es que no hay interés en que las fuerza armada congoleña sea capaz de terminar con el conflicto. ¿Cuál fue su precio?”