En 2011 ya existían 26 plantas de biodiésel con una capacidad instalada de 3.084.000 toneladas. Ese año se invirtieron US$900 millones.
Actualmente existe la urgente necesidad de reducir el uso de energía y de diversificar la oferta energética. Es por ello que la mayoría de los países desarrollados ha impulsado fuertemente las energías renovables con especial atención en los biocombustibles, fijando porcentajes de corte obligatorio y ventajas fiscales para fomentar su producción. Sin embargo, las realidades de los países difieren de manera significativa, especialmente en cuanto a la abundancia de recursos naturales.
En Argentina, la producción de biocombustibles se concentra principalmente en biodiésel, utilizando como materia prima el aceite de soja, mientras que la producción de etanol es menor y está basada especialmente en la caña de azúcar.
La importancia en la producción del primero es tal que el país ocupa el cuarto lugar como productor mundial.
El apoyo a los biocombustibles se basa, entre otras cosas, en la necesidad de reducir las importaciones de combustible fósil, disminuir los gases de efecto invernadero y agregar valor a la producción primaria de granos. Además, los biocombustibles presentan la ventaja de poder mezclarse con los combustibles derivados del petróleo -nafta y diesel- y de ser usados en motores de combustión tradicionales sin necesidad de modificarlos; o puros (en motores modificados), según el uso que de ellos se realice.
Mientras que en algunos países se han enfocado en el etanol -como Brasil-, otros lo han hecho en biodiésel -como Argentina-. En otros, la producción de biocombustibles es escasa.
En Argentina, por ejemplo, se estableció en 2006 la Ley Nacional 26093 de promoción y uso sustentable de los biocombustibles, comenzando a producirse en mayores cantidades hacia 2010.
La industria del biodiésel en el país está compuesta por un grupo heterogéneo de empresas. Según el criterio de clasificación de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader), se pueden agrupar en “grandes aceiteras” que poseen plantas propias de producción, con ubicación estratégica, acceso a capital de trabajo, producción a gran escala, redes de logística y acceso a la materia prima; “independientes grandes” que no se relacionan directamente con las aceiteras, por lo que no cuentan con materia prima propia; y “pymes independientes” que fabrican con tecnología nacional, no disponen de acceso a redes y tienen dificultades para la negociación de materias primas.
Respecto del etanol, la situación es diferente. Argentina es un pequeño productor mundial; esta industria está liderada por Brasil y Estados Unidos. Por no ser el país formador de precios en este rubro, la actividad local no es competitiva en el mercado externo.
En 2011 ya existían 26 plantas de biodiésel, con una capacidad instalada de 3.084.000 toneladas al año (según Cader). Durante ese año se concretaron numerosas inversiones y ampliaciones, que alcanzaron 900 millones de dólares en total.
En lo referente a la distribución regional de la producción entre las principales provincias elaboradoras de biodiésel, Santa Fe participa con 80% de la producción argentina, mientras que Buenos Aires aporta 8% y Santiago del Estero, 7%.
Luego de que entró en vigencia el cupo para biodiésel B7 (notación que indica que el gasoil se mezcla con 7% de biodiésel), las pymes no pudieron cubrirlo con su producción, lo que obligó a las empresas exportadoras a cubrir primero esa brecha del mercado interno en detrimento de las exportaciones y su consecuente disminución.
A pesar de los problemas que el cambio de B5 a B7 generó, el Gobierno, juntamente con los productores, analizan la posibilidad de implementar el corte B10, aumento que responde a la necesidad de disminuir la dependencia de las importaciones de gasoil -que inciden negativamente en el saldo comercial del país- y a la necesidad de mercados alternativos para el aceite de soja, en respuesta a posibles cierres de mercados de biodiésel (como España y otros países de la Unión Europea), lo cual impulsa la industria nacional de biocombustibles.
Por otro lado, la producción local de etanol se encuentra concentrada especialmente en ingenios azucareros porque la caña de azúcar es el principal insumo utilizado para su producción -aunque existen proyectos para producirlo a partir de cereales como maíz y sorgo-. El corte obligatorio de este biocombustible es de 5%, especificación que no se cumple actualmente; no queda, por ello, saldo disponible de producción para destinarlo a exportaciones.
Al analizar los precios del biodiésel, el internacional es aquel que se ajusta al precio que impera en el mercado del aceite, mientras que el interno es el que fija el Gobierno para dicho bien. Por otra parte, el precio del bioetanol incluye para su cálculo el precio de la nafta, incluidos los impuestos específicos de ella, siendo ésta la que determina el precio del bioetanol y no a la inversa -por lo que si el precio de la nafta es congelado, automáticamente se congela el precio del bioetanol-.
Finalmente, es importante tener presente que actualmente la producción de biodiésel excede con creces las necesidades de abastecimiento interno.
Por otro lado, se observa que la tasa de crecimiento de la producción de biocombustibles ha sido progresivamente creciente, lo que induce a planificar nuevos usos y aplicaciones en el mercado interno y paliar así el déficit de combustibles de origen fósil, con una posible reducción del uso de gas, diésel y otros combustibles tradicionales.
Argentina es un país con gran potencial en la producción de bienes de origen agropecuario y gran capacidad para el desarrollo de la industria de biocombustibles, pero no hay que olvidar que es una industria en crecimiento y necesita insertarse en el mercado mundial con mayor fuerza.