Un nuevo actor productivo, surgido del movimiento cooperativo, se incorporó en los últimos años a la economía y ahora busca hacerlo también a los medios. El desafío de recuperar la palabra en red y llegar a la gente.
Un nuevo sujeto entró en escena en los últimos 10 años. O al menos fue madurando su manera de interpelar a la sociedad, hasta el punto de pensar su propia identidad y contrastarla con la imagen y el mensaje distorsionados de los medios de comunicación monopólicos.
Este nuevo proceso fue acompañando un contexto de recuperación del empleo y de resistencia contra el fantasma del paradigma neoliberal, por supuesto con todas las contradicciones que implica todo proceso social.
En otras palabras, el trabajador que fue víctima de las políticas devastadoras de los 90 fue recuperando, además del trabajo digno, su propia voz, su propia versión ante los ojos de la sociedad. El viejo actor benefactor de políticas sociales quiere hablar hoy de desarrollo, de trabajo en serio, de producción a mayor escala, de asociación productiva -entre otras cosas-. Y quiere hablar también de sus propias herramientas, de la organización que le permitió creer en un futuro digno, de fortaleza en la unidad de pensamiento y acción colectivas. Y cuando lo hace, quiere diferenciarse de la política económica que hundió el país, de la especulación financiera, de la corrupción, de la burocracia, del saqueo y la entrega.
Este mensaje va en dos direcciones. La primera es de contenido más social: la confianza en la capacidad propia; y la segunda es de contenido estrictamente político: la construcción de una economía del pueblo en contraposición con la economía de mercado.
Pero la voz de esta nueva versión del sujeto popular, del actor de la economía social, no es un panfleto ni un programa, es un mensaje mediante los hechos, la acción, mezclado y combinado con voces débiles y dispersas. La voz del pueblo trabajador siempre ha sido heterogénea y ruidosa. En cambio, el discurso de los grandes poderes es homogéneo y sistemático.
Ésa es la tarea de los comunicadores populares: encauzar la palabra fragmentada, traducir los actos en los cuales el trabajador está poniendo a prueba su futuro. Hoy esa tarea significa apostar por una comunicación clara, cuidada y orientada al corazón de una economía distinta, del pueblo y para el pueblo. No basta con hacer una recopilación de anécdotas para mostrar que “se hace mucho”. Ya tenemos que superar esa etapa de recolectores informativos, de kiosquitos de noticias. La comunicación, si la creemos popular, debe apuntar a la construcción de poder. Pero no del poder propio, no de una acumulación que busque engordar la quinta propia sino del grupo social en su conjunto. Toda acumulación mezquina termina debilitando el sector en el cual se mueve. Esto no quiere decir que dejemos de decir lo que opinamos, para no dividir, en favor de la unidad. Todo lo contrario, implica un gran compromiso con las ideas, con el debate y la pluralidad de voces.
En el movimiento cooperativo creemos en una comunicación comprometida con el presente, con el nuevo protagonismo de los trabajadores cooperativistas, demostrando hoy de manera contundente el tipo de sociedad y de economía que queremos construir.
Esta tarea de reconstrucción de la palabra, de una voz propia, comienza desde abajo, desde los mismos grupos que encaran la enorme tarea de dignificar el trabajo por sus propios medios. Este ejercicio concreto de autogestión es la base de esta nueva identidad porque exige un protagonismo mayor que los propios actores, no sólo en las tareas organizativas sino también en las comunicativas.
Buscamos facilitar la producción y difusión de información desde el interior del país, por los propios generadores de la noticia, brindando herramientas técnicas y estimulando la conformación de equipos de prensa y su vinculación con los medios locales. El desarrollo de la prensa local es una apuesta a la vinculación comunitaria de las cooperativas, lo que expresa a largo plazo una construcción de poder de tipo territorial que es la base de una nueva economía.
En estas tareas que se abren surgen posibles herramientas tecnológicas que cada vez son más accesibles, desde lo más chico hasta lo más grande. El uso común de los celulares multimedia, la gigante expansión de la banda ancha y el costo “alcanzable” de las computadoras portátiles y las cámaras de fotos se combinan perfectamente con una generación familiarizada con los nuevos lenguajes tecnológicos. A partir de allí, incentivamos la especialización en diseño, programación y edición audiovisual para generar nuevos canales de difusión, desde un boletín, un afiche, etcétera, hasta experiencias más avanzadas como radios o programas de cable. En esto hay mucha tela para cortar, pero lo principal hoy es unificar el trabajo de los comunicadores con las experiencias vivas de la construcción popular.
En este punto, surgen varios debates. En general, los emprendimientos de comunicación tienen un carácter demasiado corporativista, que se alimenta de la histórica vocación profesionalista del gremio de prensa. El falso discurso “objetivista” e “independentista” del periodismo en general, actualmente confrontado por una realidad de disputa mediática, atenta contra la visión del comunicador comprometido con los procesos sociales.
Nosotros pensamos que el comunicador no debe ser un periodista externo a los procesos, un simple notero que intenta cubrir determinado hecho para después difundirlo en su agencia, sino que debe ser parte de la construcción de esta nueva economía del pueblo.
Esto no implica dejar de lado las necesidades e intereses particulares del sector, sino una combinación de funciones. Por eso creemos que las redes sólo tienen razón de ser dentro de un proyecto común con el resto de las experiencias.
Esta búsqueda de una identidad, esta recuperación de la palabra, exige el compromiso mutuo entre organizaciones y comunicadores populares, sobre todo en este momento en que la sociedad pone de relieve el rol de los medios de comunicación y el grupo gobernante abre espacios públicos (con mecanismos todavía difusos) para ser tomados por la sociedad civil. Podemos exigir más apertura, más democratización del espacio público, pero antes tenemos que poner en juego nuestras propias capacidades, plasmadas en proyectos de calidad que expresen este avance político del sector.
Ahora todo depende de nosotros. Nadie va a darnos nada si nosotros no defendemos nuestros propios proyectos. Los recursos no sirven de nada si no los aprovechamos bien, si no creemos en lo que hacemos, si no llegamos a la gente.
(*) Responsable de Prensa de la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT)