sábado 28, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Un alcalde inquieto

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Su eficacia gubernativa lo llevó a altos puestos. Sus valores políticos lo pusieron en gran peligro personal

Por Luis R. Carranza Torres

Konrad Hermann Joseph Adenauer se convertía en 1917 en alcalde de Colonia, el más joven del país.
Desplegó en el cargo una gran actividad, involucrándose en grandes proyectos como la construcción de la primera autopista de Alemania, entre Colonia y Bonn, o la fundación de su universidad. También se reestructuró el antiguo terreno de la fortaleza convirtiéndolo en un cinturón verde, se reactivó la feria de Colonia, se amplió el puerto sobre el Rin, se construyó otro puente sobre ese río y se asentaron numerosas empresas industriales. Todo ello convirtió a Colonia, al decir de la época, en la “metrópolis del occidente”.
Tales logros lo hicieron cobrar fama como una de laspersonalidades políticas más destacadas de Alemania. Era conocido por ser una persona firme, de acción, pero que rechazaba el extremismo político de la época. Católico practicante, se autoimponía en el cargo un sentido estricto del deber, el orden y los valores cristianos.
Convertido ya en uno de los líderes del Zentrum, el tradicional partido que agrupaba a los católicos alemanes, empezó a perfilarse como un defensor de los intereses regionales de Renania frente al poder central. Por ese tiempo, tenía la idea de un Estado renano independiente de Prusia pero dentro de Alemania. Una idea que luego de la Segunda Guerra evolucionaría a la república federal de 1949.

Presidió la Cámara Alta del Parlamento prusiano durante la República de Weimar, entre 1920 y 1933. En 1926, cuando tenía 50 años y gobernaba con la ayuda de los socialistas el ayuntamiento de Colonia, se le pidió que formase en Weimar un gobierno de coalición nacional a semejanza de lo que ocurría en su municipio. Pero entonces los socialistas le retiraron su apoyo. Una cosa era la realidad local y otra la nacional. Adenauer era un firme partidario de Occidente, de una Alemania vinculada con las democracias de la Europa Occidental, en tanto Gustav Stresemann o Ernst Scholtz, líderes de la izquierda, veían la experiencia soviética como el norte a seguir. Se perdió entonces una oportunidad histórica de establecer un gobierno que evitara al país los males por venir. El beneficiario directo de este fracaso fue Adolf Hitler y el nazismo. La ingobernabilidad subsiguiente habilitó los extremismos en la mente del alemán promedio, deseoso de vivir su día a día con cierto orden.

Cuestionado por los adversarios de la República de Weimar por sus ideas federalistas y por ser cristiano-demócrata, en 1931 se produjeron sus primeros grandes enfrentamientos con los nazis cuando éstos embanderaron los puentes del Rin con banderas de cruz gamada en una acción nocturna y Adenauer mandó a retirarlas de inmediato, acción que lo puso en la mira de la “Sturmabteilung”, las milicias del Partido Nacionalsocialista alemán.
Éste lanzó entonces una campaña de difamación contra Adenauer. Lo acusaron de tener sentimientos antialemanes, de derrochar fondos públicos y de simpatizar con el movimiento sionista. Luego del ascenso al poder, los nazis separaron a Adenauer de sus cargos políticos y congelaron sus cuentas bancarias. Se quedó sin trabajo, sin hogar y sin ingresos, pasando a depender de la benevolencia de sus amigos y de la Iglesia.
Por ese tiempo, tras dejar a su familia en un lugar seguro, encontró refugio en la abadía benedictina de Maria Laach, en abril de 1933. Dedicó el tiempo bajo la regla de San Benito a leer y analizar las encíclicas sociales Rerumnovarum y Quadragesimoanno. Tales lecturas determinarían mucho de su actuar en la postguerra.

El nazismo, expresó en sus Memorias, hijo del materialismo socialista, “ha hecho del Estado un ídolo y lo ha elevado a los altares; y el individuo ha sacrificado su valor y dignidad en aras de este nuevo ídolo”. Por lo que el nazismo no era sino “la consecuencia llevada al límite del poder y del desprecio hacia el individuo que deriva de esa ideología materialista”.
Aunque intentó no llamar la atención durante la guerra, fue arrestado en varias ocasiones. Se mudó a la pequeña ciudad de Rhöndorf, cerca de Bonn, para pasar más desapercibido. Cuando podía, ejercía su oficio de abogado, con bajísimo perfil. Después del intento de asesinato fallido contra Hitler en 1944, Adenauer fue encarcelado en la temida prisión de la Gestapo en Colonia Brauweiler y destrozada su casa. Fue uno de los cinco mil detenidos a raíz del fracaso de la Operación Walkiria.
Durante ese tiempo en prisión se enfermó gravemente y el comunista Eugen Zander, compañero de infortunio, le salvó la vida al impedir su deportación al campo de concentración de Buchenwald.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Adenauer tenía 69 años; sólo contaba con su reputación de hombre conservador, demócrata, buen gestor de gobierno y libre de sospechas de colaboración con el nazismo. Su ciudad natal, Colonia, se hallaba arrasada por los bombardeos aliados.
Todo parecía haber terminado en la peor forma, tanto para él como para su país. Nada tenía a una avanzada edad en que se piensa más en el retiro que iniciar alguna actividad. Sin embargo, como pasa en la historia, cuando todo parece concluido, no ha hecho más que empezar algo nuevo.

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