viernes 22, noviembre 2024
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Triunfo del chavismo y las dificultades de la devaluación en un contexto inflacionario

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El triunfo de Nicolás Maduro fue más ajustado que en elecciones anteriores, ganando con menos de dos puntos porcentuales de separación de su oponente, Henrique Capriles. Aquí, algunos hechos que explican esa diferencia.

Tras ganar 17 de 18 elecciones desde el año 1998 y permanecer 14 años en el poder, el chavismo obtuvo 50,7% de los votos venezolanos una vez más, para darle continuidad por otros seis años al modelo que, tras el nuevo mandato encarnado esta vez en Nicolás Maduro, completará dos décadas en el gobierno.

En efecto, se trata de un inédito récord de continuidad en el gobierno para la historia de las democracias latinoamericanas porque, si bien el régimen cubano perdura, obviamente no lo hace bajo el formato democrático.

Como se sabe, el candidato socialista, Nicolás Maduro Moros, obtuvo la victoria en los comicios presidenciales de este domingo para el período 2013-2019, con 50,66% de la votación registrada, revela el primer boletín emitido por el Consejo Nacional Electoral (CNE), con 99,12% de transmisión y con tendencia irreversible. Por su parte, Henrique Capriles obtuvo 49,07% de los votos. La participación fue de 78,71%, ligeramente inferior a la de octubre del año 2012, que superó 80%.

De acuerdo con el reporte emitido por el CNE, Nicolás Maduro obtuvo 7.505.338 votos, mientras que Capriles alcanzó 7.270.403 votos. El resto de los aspirantes obtuvo en total 38.756 votos para una representación de 0,26% del total.

Desagregados los datos -según los resultados del CNE-, el candidato Nicolás Maduro Moros ganó en 16 estados (Apure, Cojedes, Portuguesa, Delta Amacuro, Guárico, Trujillo, Distrito Capital, Amazonas, Aragua, Barinas, Carabobo, Falcón, Monagas, Sucre, Vargas y Yaracuy).
Por su parte, el candidato por la Mesa de Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles, ganó en los estados de Zulia, Bolívar, Lara, Táchira, Mérida, Nueva Esparta, Anzoátegui y Miranda.

En perspectiva, respecto de las elecciones presidenciales de 2012, con el mismo padrón electoral y similar concurrencia promedio, el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) perdió 700.000 votantes mientras, a contrario sensu, la MUD ganó ese mismo número de votos. Si la comparación electoral se hace respecto de las elecciones de diciembre de 2012 en la disputa de gobernadores, el PSUV perdió en 8 estados, mientras que en diciembre sólo había sido derrotado en tres.

Las explicaciones de este retroceso reconocen múltiples causas, de las que señalaremos las que creemos más relevantes. La combinación de la ausencia del carisma aglutinador del líder fundador, una menor participación de sectores populares, la corrupción y ausencia de renovación de cuadros dirigentes en el PSUV y, en especial, la caída del poder adquisitivo producto del efecto combinado de la devaluación del bolívar en un contexto inflacionario, fueron a priori las causas centrales de la caída de la brecha entre oficialismo triunfante y la oposición perdidosa, aunque creciente. Lección para nuestro país sobre los efectos electorales de devaluar con inflación.

En efecto, en Venezuela la inflación se mantiene en dos dígitos desde prácticamente el año 1998, en 2012 cerró en 20,1% y, aunque este nivel supuso un baja de 7,5 puntos con respecto al porcentaje (27,6%) que se registró en 2011, la gran causa del deterioro del poder adquisitivo fue sin duda imprimir sobre este contexto inflacionario una devaluación salvaje.

“Dos devaluaciones” en 100 días
Antes de ser elegido presidente en las urnas, Maduro asumió -como presidente encargado de Venezuela- el 8 de marzo, tres días después de que Chávez falleció luego de una tenaz batalla contra un cáncer que le detectaron a mediados de 2011, pero el presidente electo estaba al frente del gobierno desde el 10 de diciembre.

Según diversos analistas, tanto oficialistas como de la oposición venezolana, en estos 100 días tuvieron lugar dos devaluaciones, al aludir como primera devaluación, directa, a la modificación del “patrón único” de venta del dólar que, desde el pasado 8 de febrero subió de 4,3 a 6,3 bolívares, una devaluación de aproximadamente 31,7%.

La segunda devaluación, indirecta, es la que llevó al gobierno a establecer el Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad), un mecanismo de subasta para asignar dólares a empresas a un precio aún más elevado que el establecido para el cambio convencional.

Estas circunstancias combinadas de devaluación con inflación terminaron incidiendo sobre el poder adquisitivo de franjas poblacionales que, habiendo dado el voto a Chávez en octubre de 2012, viraron a la oposición en el año 2013.

Para potenciar este viraje, considérese que en esta elección la oposición, a diferencia de elecciones anteriores en las que rechazaba de plano el proceso bolivariano, asumió como propias las conquistas chavistas y hasta reivindicó la figura del líder fundador, garantizando la continuidad de la política de inclusión social del PSUV, incluso la misión sanitaria en los barrios (villas), motorizada por médicos cubanos.

La extensión de esta franja de voto del PSUV migrado en seis meses a la MUD es el equivalente al estrechamiento de la distancia entre oficialismo y oposición, descontado el aumento del ausentismo (menos de 2 puntos entre octubre de 2012 y abril de 2013) y los segmentos sociales fueron medios pero también sectores populares que tradicionalmente acompañaron al PSUV.

Finalmente, la elección presidencial en Venezuela expresa tanto la contundencia del proceso iniciado por Hugo Chávez en el año 1998, que va por las dos décadas ininterrumpidas de gobierno, como sus límites.

En efecto, el estrechamiento de los márgenes de este triunfo del PSUV sobre la MUD a menos de 2 puntos porcentuales (el menor de la historia del proceso bolivariano), muestra los efectos electorales combinados de la ausencia de liderazgo con falta de renovación partidaria y la influencia de la pérdida de poder adquisitivo que supuso la mega devaluación del bolívar en un contexto inflacionario, la misma receta que los gurúes argentinos intentan vender sin éxito a modo de “solución”, cuando saben perfectamente que la devaluación es el camino que acabaría definitivamente con el proyecto iniciado por Néstor Kirchner en 2003 y que continúa Cristina Fernández, a partir del año 2007.

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