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Trinidad Moreno

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Por Alicia
Migliore (*)

Hay un nombre que resuena como murmullo lejano en la ciudad de Córdoba. Se lo escucha en barrio Alberdi, en barrio Yofre y en barrio Urquiza.

Ha sobrevivido al olvido, aunque no al desconocimiento generalizado.

Si se investiga, se encuentran algunos datos. No hay registros de su vida personal. Solamente la trascendente entrega y obra educativa que desplegó. 

Los entrerrianos reivindican a Trinidad. Aunque no encontramos datos de su nacimiento, sabemos que nació en Concepción del Uruguay. Egresó de la Escuela Normal de Maestras de esa ciudad en 1881 y fue nombrada directora en 1904, sucediendo en el cargo a miss Isabel King (una de las maestras estadounidenses que ingresaron al país para dar nacimiento a todas las escuelas normales). En su desempeño gestiona y logra la construcción del actual edificio, cuya superficie abarca cuatro manzanas.

La Escuela de Concepción del Uruguay fue la segunda escuela normal del país (la primera fue la de Paraná) pero fue la primera en su tipo al estar destinada a la formación de maestras -mujeres-, un hecho trascendente. Fue allí donde se formaron las hermanas Celsa y Adela Speratti, nacidas en Paraguay y luego requeridas como educadoras, a quienes se encomendó la instrucción pública femenina de su país. Allí también se educó Teresa Ratto, la primera médica entrerriana y una de las primeras del país. Su comprovinciana Petrona Eyle también egresa de esa escuela, para formarse como médica fuera del país, desde donde regresó luego a ejercer su profesión.

En una publicación de 1948, se ponderan las condiciones personales de Trinidad Moreno y se deposita una intriga en un párrafo críptico: “(…) Tal vez hubo incomprensión en la lealtad de su proceder y, en cierto momento, la superioridad resolvió su traslado a la Dirección de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, aunque el inspector Profesor Bavio opinó lo contrario. Ella sólo aceptó el traslado cuando en una conceptuosa nota se lo pedía el intendente de Concepción del Uruguay, apoyado con la firma de vecinos calificados (…)” y luego se agrega: “(…) a su regreso la prensa manifiesta: ‘Se ha hecho cargo de la Dirección de la Escuela Normal de Maestras la distinguida educacionista señorita Trinidad Moreno. Su energía, su carácter recto, su ilustración, su temple de maestra y de directora, tienen vasto campo en que desarrollarse y no ha de ser infructuoso al bien de la institución que de nuevo va a dirigir (…)”.

¿Qué sucedía en ese tiempo para motivar el traslado de la directora de una institución como la escuela normal y que la educadora se resistiera a aceptarlo como si se tratara de un castigo?

Sucedía el amor, en una ciudad chica, conservadora y censuradora. 

Sucedía el poder destructivo del rumor, el chisme, la detracción y el rechazo, aunque no existieran redes sociales para ampararse en el anonimato.

El amor entre Carlos Romagosa y María Haydeé Bustos es una de las vergüenzas más acalladas de la historia de Córdoba. ¡Tanto pesan esas vidas truncadas en la conciencia colectiva que continúan silenciándolas!

Seguramente Trinidad Moreno no convalidaba el rechazo social que se destinaba a dos profesores de su escuela, la cesantía de Romagosa y el acoso generalizado a Haydeé. Todo lo que, en definitiva, los empujó al suicidio refugiados en una casa de barrio General Paz.

Ese suicidio tuvo repercusión en todo el país. En Córdoba rescataron al escritor, poeta, político, malogrado por un amor “prohibido”. Dedicaron páginas a Carlos Romagosa y apenas mencionaron a María Haydeé Bustos. Casi la omitieron hasta la actualidad. La ciudad tiene una deuda con su valentía y su memoria.

Desde las antípodas ideológicas, medios nacionales como La Nación y La Vanguardia coincidieron en reclamar imperiosamente la adopción de una ley de divorcio, que sería tanto una medida de moralidad como de salud pública.

¿Puede algún trasnochado hoy cuestionar lo que se reclamaba en 1906, pretendiendo derogar la ley de divorcio? 

Vuelvo a Trinidad Moreno, quien permaneció en el cargo de dirección de la Escuela Normal desde 1892, (con el intervalo señalado entre 1904 y 1910) hasta su jubilación en 1932. Logró, como se dijo, el edificio propio y la creación del profesorado. Resistió los embates contra la escuela laica, los reclamos de la sociedad cordobesa que pedían la eliminación de profesores de sexo masculino y toda la hostilidad generada por el suicidio. 

Carlos Ighina aporta: “(…) la calidad de la educación laica no había cesado y la Escuela Normal de Profesores no sólo tenía su propio edificio en construcción sino que para 1918 era dirigida por una educacionista de la formación y vocación de Trinidad Moreno, activa y a la vez creativa (…)”. 

Lili Sosa de Newton en su obra refiere, en lo relativo a nuestra provincia: “(…) Llamada por el Gobierno de la Provincia de Córdoba, trabajó en la escuela de niñas y en la de obreros de la capital mediterránea. Posteriormente lo hizo en otros establecimientos de esa provincia, y luego fundó y dirigió la escuela de niñas de Río Cuarto. De aquí pasó a La Plata para desempeñarse como profesora de la escuela normal hasta 1892, fecha en que volvió a Córdoba, designada para el cargo de vicedirectora y profesora de la escuela normal de esta ciudad, que finalmente dirigió hasta 1904 (…) En 1910 fue designada nuevamente directora de la escuela normal de Córdoba, en la que realizó, entre otras iniciativas, la de dotarla de edificio propio y crear el profesorado, lo cual se concretó en 1912. En la misma época presidió la comisión correspondiente de la Asociación Nacional del Profesorado con sede en Capital Federal. Presidió la primera exposición de los trabajos hechos en los establecimientos salesianos, la Asociación Pro Ciegos, la Asociación de Maestros de la Provincia de Córdoba y la Comisión de Residentes Entrerrianos Pro edificio de la Escuela Provincia de Entre Ríos (…)”.

Por resolución del Ministerio de Instrucción de la Nación se designó, en 1910, directora de la Escuela Normal de Profesoras, de la Capital Federal Nº 1 a Rosario Vera Peñaloza y en la Escuela Normal de Profesores, de Córdoba, a Trinidad Moreno, respectivamente. 

La investigadora Celia López señala: “(…) las últimas décadas de la etapa decimonónica fueron decisivas para la integración de la mujer al mundo del trabajo, para ingresar al ámbito educativo y capacitarse para la vida. Merece ser destacado el esfuerzo concretado por aquellas valientes y decididas mujeres que iniciaron esa etapa, concientizando a sus pares, movilizando instituciones y soportando críticas, quejas, agravios de una sociedad poco afecta a los cambios. Debilitar esas barreras, quebrar esos perjuicios fue obra, principalmente, de la educación (…)”.

En la dirección de “El Carbó”, que celebra 140 años, las imágenes de Frances Armstrong, Alejandro Carbó (pintado por Ernesto Soneira) y el busto de Trinidad Moreno (realizado por Emilio Casas Ocampo) parecen custodiar las aulas. 

En barrio Yofre funciona el IPEM 174 “Trinidad Moreno”, que cumple 50 años, y en barrio Urquiza, en el Complejo Stabio, funciona el Jardín Maternal Municipal “Trinidad Moreno” desde 1980. 

Para saldar las deudas de la ciudad con sus mujeres, debe destacarse que no existe calle alguna con el nombre de Trinidad, pese a que dedicó casi toda su vida a la educación y tampoco con el nombre de Frances, que abrió la puerta de la escuela.

Sus espíritus vigilan frente a la Plaza Colón y recorren los innumerables caminos que sus alumnas-maestras iniciaron.

(*) Abogada. Ensayista. Autora del libro Ser mujer en política

Fuentes

Historia de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay en su primer medio siglo. 1973-1923. Sucesivamente Normal de Preceptoras, de Maestras y Mixta de Profesores, Bs. As. 1948, págs. 215 y ss.

Ighina, Carlos. Recordando la Córdoba de 1918, a ochenta años de la Reforma, Colegio de Escribanos de Córdoba, pág. 27.

López, Celia. Educación, feminismo y política. Isabel King y Fenia Chertkoff: pioneras. Grupo de Estudios Históricos Económicos y Sociales de Concordia. Entre Ríos.

Monitor de la Educación Común. Año 32 Nª495. Mar 31.1914, págs. 291 y ss.

Sosa de Newton, Lili. Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Plus Ultra, 1980 págs. 305-306.

Comentarios 2

  1. FLORENCIA G. RUSCONI says:

    Bellísima y medulosa narrativa para una historia tan triste !!!!!. Fantástica, como siempre. Cordial abrazo.

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