Predicción nacional
La predicción nacional consiste en asegurar la fantasía local de que el Gobierno nacional le brindará a la Provincia los recursos previsionales que le escamotea desde hace al menos seis años. Esta predicción es absolutamente autorreferencial, hace caso omiso de que el concierto nacional incluye 23 jurisdicciones más que no permitirán al menos fácilmente que Córdoba saque ventajas en su relación fiscal con la Nación. Es menos probable ello cuando consideramos que nuestra Nación se encuentra en pleno proceso electoral, que Córdoba está inscripta políticamente en el seguro bando perdedor y que, a su vez, el sentido práctico de los jueces de la Corte difícilmente los lleve a imponerle un fallo de envergadura inédita a un nuevo Presidente que asumirá el 10 de diciembre.
La acción reclamante de nuestra provincia está condenada al fracaso efectivo (no en cuanto a espuma política) porque es una acción solitaria e individualista. Un fallo eventualmente favorable de la Corte seguramente será acompañado por una baja o nula efectividad material y de ejecución, ya que no existe mensura de los efectos sobre el resto del concierto nacional. Distinta sería la circunstancia si al reclamo se sumaran otras jurisdicciones más, sobre la misma base argumental, lo cual permitiría imaginar una mayor chance de éxito.
La chance real y efectiva que puede barajarse es que Provincia y Nación restablezcan acuerdos similares a los de 2010 y 2011, dejando sin efecto los reclamos retroactivos y de stock. Si esta última condición negociadora no se impone en el acuerdo, es muy probable que la Nación continúe ignorando por completo los reclamos de la Provincia, ofreciendo sí quizás otros mecanismos de compensación económica que nada tengan que ver con los reclamos nativos, dejando a cubierto ese frente legal.
Profecía provincial
La profecía provincial que se impuso sobre el imaginario colectivo para desarrollarse a partir de diciembre de 2015 se sostiene sobre algunos ejes: a) reducción de la presión fiscal, especialmente sobre los flujos de actividad económica; b) ejecución de un conjunto de obras necesarias y referenciales para nuestro territorio provincial, incluyendo obras urbanas de envergadura; c) reposición de los vectores principales del gasto salarial provincial: jubilaciones y recomposición de salarios públicos; d) mejora de las relaciones Provincia-Municipios sobre la base efectiva de mejoras en la relación fiscal entre ambos.
La profecía es de neto corte económico o material pero, como toda profecía, nada dice respecto de quiénes y cómo se desarrollará el milagro de multiplicar las capacidades materiales de nuestra provincia en apenas unos meses. Esta profecía es algo más que una predicción, porque los actores ya están decididos, con ello lo único que cabe esperar es que la misma se autocumpla a riesgo de que los ciudadanos se decepcionen durante el próximo año 2016.
Aquí ya no hay margen para predicciones. Establecidos los ejes, sólo cabe esperar que se cumplan en mayor o menor medida. Si no, la frustración ciudadana y la reacción consecuente no se hará esperar.
Promesa municipal
En la escala de la ciudad de Córdoba ya no se puede hablar ni de predicciones ni profecías. Apenas la expectativa se desarrolla sobre la base simple de una promesa mezquina y ahogada de una ciudad mejor. La promesa municipal es difusa en sus resultados esperados, porque si bien es detallada en los hitos propuestos, su ejecución será de imposible medición. La promesa consiste en afirmaciones tan minimalistas y precisas, que ningún ciudadano las considera realizables. No incluye un mejor futuro para los ciudadanos y sus descendientes, en absoluto. No alcanza a movilizar intereses ciudadanos para que nuestra ciudad esté mejor. La promesa municipal apenas alcanza a colmar un deseo de que no nos moleste el Estado municipal a los vecinos, es decir, es mínima en términos que promete un Estado municipal que no nos dará nada a los vecinos pero que a cambio no nos molestará.
Si revisamos la escala de Nación, Provincia y Municipio en este año electoral, se reafirma la crisis de identidad partidaria y política de nuestro país.
Contrario al desarrollo político de los últimos 20 años que ocurre en casi todos los países de desarrollados donde los localismos constituyen la base de la formulación de las expectativas ciudadanas y el reaseguro de la calidad de vida de las personas; en nuestro entorno local las expectativas de mejoras en el futuro así como el reaseguro de nuestra calidad de vida ciudadana la depositamos en la jurisdicción más alejada. Por el contrario pedimos, exigimos y anhelamos que nuestra comunidad próxima, nuestra ciudad y nuestros conciudadanos en carácter de vecinos o dirigentes, no nos molesten, no estorben y por ende no nos exijan. En el medio, en la jurisdicción intermedia, quedan las profecías, la fe y cada vez menos profetas capaces de convencer a las personas y de liderarlas para arribar a un mejor lugar colectivo.