Por Ernesto Alonso (*)
Mañana, el Juzgado Federal de Río Grande, Tierra del Fuego, comenzará a tomar las primeras declaraciones indagatorias a los militares acusados de cometer graves violaciones a los derechos humanos durante la guerra de Malvinas, en 1982.
Son más de 120 hechos denunciados hasta el momento, en los que aparecen como responsables unos 95 militares de distintos rangos y escalafones pertenecientes a las tres fuerzas armadas: Ejército, Armada y la Fuerza Aérea. Mas de 37 años han trascurrido de aquellos hechos y todavía nos preguntamos por qué ocurrieron.
Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, la de Malvinas fue la continuidad del terrorismo de Estado aplicado a los jóvenes soldados conscriptos, víctimas colectivas de una decisión tomada por la dictadura cívico militar que nos llevó a una aventura bélica.
El derrotero de la causa y la investigación ha devenido en un elemento sustancial a la hora de constatar que en Malvinas se aplicaron las prácticas y doctrinas imperantes durante el período 1976/83 bajo la doctrina de la Seguridad Nacional en la región, que encuentran una resonancia de incalculable valor al momento de investigar y eventualmente juzgar a los autores materiales.
La batalla por la memoria exige una tarea cotidiana y como sociedad debemos entender y aprender de los errores propios, y castigar a quienes nos llevaron como en nuestro caso, al horror de la guerra, y a condenar las graves violaciones a los derechos humanos para que todo el peso de la ley caiga sobre los responsables y no sean protegidos por un manto de impunidad como hasta ahora.
La guerra de Malvinas no sólo dejó secuelas en los ex soldados que participaron en ella sino que dejó en general un profundo dolor en la sociedad argentina y percepciones promovidas desde sectores que reivindican “la guerra” para construir una realidad mítica y olvidar así que la decisión de llevar adelante la recuperación de los territorios usurpados por la vía militar se tomó durante un gobierno de facto que lamentablemente nos alejó de Malvinas.
Los ex soldados conscriptos fuimos víctimas y testigos de las aberraciones cometidas por oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas que se constatan en los testimonios de los que sufrieron en carne propia, la tortura física, psicológica y los estaqueamientos.
Somos testigos de la impericia y la irresponsabilidad de quienes nos conducían. Tanto la guerra como el reclamo de soberanía deben pensarse desde la perspectiva de los derechos humanos. Las graves violaciones que allí se cometieron deben ser investigadas por el Poder Judicial de la Nación sin más dilaciones, en el contexto de Terrorismo de Estado y en el marco de los procesos de Memoria, Verdad, Justicia y Soberanía.
(*) Secretario de Derechos Humanos del CECIM La Plata.