Taiwán, ¿el segundo acto de la guerra de Ucrania?

La amenaza de una guerra global se corporiza. La invasión rusa a Ucrania acelera la parición de un nuevo orden internacional mientras se recrea en el este europeo el mapa de las nacionalidades previo a la Primera Guerra Mundial.

Mapa que enmarca las constantes refriegas que protagonizan Estados Unidos y Rusia, que van escalando ante la agresividad que muestra Moscú en el campo de batalla. 

Se combate en Kiev y en casi todas las ciudades ucranianas. También en las inmediaciones de la frontera con Polonia. Demasiado cerca de la línea roja en la que las alarmas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) estallan y sus guerreros aprestan armas ante la posibilidad de entrar en acción.

Pekín, en tanto, se restriega las manos. El enfrentamiento ruso-estadounidense le permite testear las debilidades militares de la política internacional de Estados Unidos, que está cuestionada a lo largo y ancho del mundo por la sociedad informada.

Debilidades que pudieran ser utilizadas por los chinos en temas sensibles como Taiwán, cuyos espacios aéreo y marítimo sufren constantes incursiones -alrededor de mil en 2021- de las fuerzas armadas chinas, que desvelan a los estadounidenses, quienes aumentan su presencia en la región.

“El gran Cartago lideró tres guerras: después de la primera seguía teniendo poder; después de la segunda seguía siendo habitable; después de la tercera… ya no se encuentra en el mapa”. 

Albert Camus

Una fuente demócrata cercana al Pentágono asegura que la independencia de la antigua isla de Formosa -bautizada así por marinos portugueses, sus descubridores- no es negociable. Goza de los privilegios y las garantías que le puede ofrecer la Casa Blanca a un aliado tan estratégico.

El desconcierto de los estrategas chinos es, pues, comprensible. Todo hace pensar en la disposición de Washington para actuar si llegara a sufrir Taiwán una agresión militar: la guerra sería más sangrienta que la de Vietnam.

Es decir, si la reunificación de China y Taiwán es forzosa, cuesta creer que Estados Unidos y sus aliados tendrían algún tipo de contemplación como parece que ocurre con Moscú, caso en el que se limitan a duras sanciones económicas, financieras y comerciales.

Incluidas las que prevén la destrucción de instalaciones industriales de la primera fabricante mundial de circuitos integrados, que, a la vez, es la principal proveedora del mundo.

El terreno que pisa el mandatario Xi Xi Jinping es resbaloso. En la persecución de esa preeminencia global que es ya obsesión para la primera figura china, el líder debe moverse con extrema prudencia.

No se le pasa por alto al timonel de la gran nación el impacto que tendría en su popularidad iniciar un movimiento militar en contra de la isla, cuando parte la ciudadanía china se percate de que verá partir a sus hijos a la guerra.

Ello sería devastador para su más caro proyecto: el de permanecer por siempre frente de los destinos de su país. Sabe que tampoco el Partido Comunista lo acompañaría si viera en peligro su rol predominante.

Es que está en juego el renacer en todo el mundo del comunismo en su versión china, que en nada se parece a la soviética aunque en sus modos stalinistas ambos coincidan.

Por ahora, se conforma con ser garante político y militar del capitalismo global.

Estados Unidos y China discuten a los gritos. En el eventual caso de que Pekín avance sobre Formosa, Japón, Corea del Sur, Hong Kong o el resto de los aliados regionales de la Sala Oval, la Séptima Flota de los Estados Unidos le saltará a la yugular.

En tanto, China protesta y teme que el blindaje militar a Australia sea el paso previo a la constitución de una fuerza de acción rápida similar a la OTAN. Comando que coordinaría el Pentágono con la participación de tropas de los reinos de Australia, Nueva Zelanda y Canadá, entre otras naciones.

Otra controversia se ha generado en torno a la denuncia de la inteligencia estadounidense de que Rusia se empantanó en la estepa ucraniana; razón por la cual solicitó ayuda militar y económica a China por medio de un memorándum suscripto por Putin, en el que se le pide armamento variado y una docena de aviones de combate.

En tanto, cuando se cursa el 21º día de la guerra, la invasión de Rusia a Ucrania avanza.

Los primeros ministros de Polonia (Mateusz Morawiecki), República Checa (Petr Fiala) y Eslovenia (Janez Janša), fatigan el escenario bélico, en nombre de la Unión Europea, con el propósito de reafirmar el apoyo incondicional de ésta a la soberanía e independencia de Ucrania, además de entregar un paquete de ayudas al Estado ucraniano y a su sociedad.

Más allá de la misión diplomática, los gobernantes intentan parar la locura de la guerra ante la amenaza de su ampliación porque sus naciones serán las primeras en enfrentarse al tronar de los cañones y el tableteo de las ametralladoras del invasor.

Los analistas internacionales observan con asombro la resistencia ucraniana que obstaculiza sostenidamente el avance del ejército de Rusia y un experto militar estadounidense explica las razones para haber detenido “masivamente al ejército ruso”.

La invasión rusa de Ucrania fue un “intento caótico de cambio de régimen”, mal planificado y mal organizado. Fue más bien un “intento de invasión”, evaluó el experto Michael Kofman, del Centro de Análisis Navales (CNA), entrevistado por el semanario alemán Focus.

La agencia de noticias Bloomberg divulga un parte de guerra ucraniano en el que se afirma que se habrían neutralizado cerca de 800 vehículos del ejército ruso. Hecho que habría causado la ira de Vladímir Putin, que decapitó el mando del ejército, por sus fallas. “Esta guerra, sin duda, hará retroceder al ejército ruso durante años y dañará su reputación”, resumió Kofman, pero también advirtió de no cometer ahora el error de subestimar su poder de ataque. “La historia nos enseña: ninguno de los dos extremos es especialmente útil”.

Koifman explicó que las evaluaciones de la influencia militar tienden a sobreestimarse “por la sencilla razón de que es mejor sobreestimar que subestimar”, en parte porque es muy difícil evaluar el poder militar en abstracto.

“Las fuerzas armadas nunca pasan limpiamente del papel al campo de batalla”, dijo y, por tanto, la sola superioridad de los presuntos 150 mil soldados rusos no dice nada sobre la victoria o la derrota, según dijo el experto a Focus.

“Los rusos no han intentado nada a esta escala antes”, dijo Kofman y agregó que atacar a un país del tamaño de Ucrania es nuevo mientras que últimamente los rusos intervenían en operaciones limitadas, como en Siria. 

En esos casos, los rusos pudieron enviar tropas especializadas.

Koifman destaca las dificultades logísticas que está teniendo el ejército ruso en Ucrania, en vista de que tiene varios ejes para luchar, y concluye que “el ejército ruso no está hecho para esta guerra.”

No está diseñado en términos de personal, preparación y logística para sostener ofensivas terrestres estratégicas o mantener grandes secciones de terreno. “Especialmente en un país del tamaño de Ucrania”, le dijo el experto estadounidense a Focus.

“Subestimamos al ejército ucraniano”, admitió también Kofman, al explicar que es otra razón por la que el avance ruso progresa más lentamente de lo que Moscú supuso en un principio. Ucrania es “un adversario con una contrafuerza considerable”, que utiliza el terreno de forma inteligente, concluyó Kofman.

Agregamos, finalmente, algunas cifras de la tragedia. Según la ONU, más de tres millones de personas huyeron de la guerra en Ucrania. De este total, 1,4 millón son niños, según la Unicef, y entre ellos también hay 157 mil ciudadanos de otros países que huyeron de Ucrania, informó la Organización Internacional para las Migraciones.