Por Luis Esterlizi (*)
Prefacio
El presidente Javier Milei, desde el comienzo de su mandato, ha gobernado por medio de decretos de necesidad y urgencia (DNU), conculcando derechos establecidos por leyes y proponiendo una llamada “ley ómnibus”, que todavía no tiene aprobación del Poder Legislativo. Con esto, el actual Gobierno se comporta lisa y llanamente como una dictadura que -como todas- desplaza los demás poderes del Estado y autoritariamente gobierna como un dictador.
Con estas atribuciones anticonstitucionales, pretende borrar de nuestra conciencia los sueños emancipadores y la posibilidad de realizar un futuro trascendente como sociedad organizada e integrada a la concreción de un proyecto nacional.
La lucha del pueblo ante esta angustiante realidad consiste en batallar contra estas imposiciones de injustas condiciones de vida, de un presente miserable comprometido por el accionar del narcotráfico que, con su encerrona por medio de la drogadicción, genera un escape de la pobreza y de la miseria pero también una alternativa de vida o muerte que irremediablemente arrastra a la delincuencia.
A medida que pasa el tiempo decae nuestra autoestima, resintiendo valores y virtudes, cuando las raíces de tanta desidia fueron concebidas y promovidas por la sistemática intromisión de políticas lesivas que durante 40 años edificaron un andamiaje inhumano que sostiene las condiciones propicias para producir una mayor degradación social.
Vivimos la decadencia de ideas basadas en un nihilismo mesiánico y proclive a utilizar -solamente- la especulación materialista como motor de sus espurios negocios.
El Presidente ha demostrado que personalmente no tiene ningún interés de hablar, dialogar o discutir con las distintas entidades públicas y privadas, enviando a su séquito de amanuenses a negociar condiciones, mientras él sostiene a rajatabla que no renunciará a ninguna de sus políticas estratégicas que son claramente destructivas del rol del Estado y de las misiones institucionalizadas que por medio de organizaciones e instituciones intermedias existen y deben resolver las necesidades de progreso y bienestar de la sociedad.
Hoy el país y el pueblo argentino carecen de un presidente que nos represente en su conjunto, ya que -encerrado en sus ideas faraónicas y arcaicas- no ha presentando ningún plan para terminar con la crisis política, económica y social y avanzar con un proyecto que contenga el desarrollo estratégico del país en cuanto al trabajo y la producción nacionales, contemplando las posibilidades de inserción al contexto internacional que nos puede brindar un nuevo orden mundial multipolar.
Por el contrario, sólo prioriza políticas como lo son la posible privatización de empresas del Estado o de cambios en las concesiones -como ya está ocurriendo, comprometiendo recursos, territorios y espacios soberanos de ríos y mares- a fuerzas militares extranjeras, en este caso de EEUU, que operan directamente como únicos custodios de dichas tareas o con Inglaterra, en el caso de Malvinas, ampliándole las zonas para la pesca ilegal, etcétera.
Los gobernadores -quienes también son abordados por este ajuste en sus administraciones y con extorsiones por medio de los DNU- ven peligrar el cumplimiento de promesas realizadas durante la campaña y son, a su vez, compelidos a preservar la institucionalidad que camina por el filo de un estrecho desfiladero, aceptando la realización del tan promocionado “pacto de mayo”, que contendrá algunas de las exigencias presidenciales que generarán costos políticos, económicos y sociales a sus pueblos.
El fin del actual modelo de gobernanza
Por eso -como sociedad- día a día vamos convenciéndonos de que este modelo está viviendo su propia agonía, avanzando hacia adelante, rechazando enfáticamente la defensa de los derechos e intereses que legítimamente nos corresponden por nuestra historia y la razón de ser argentinos, así como la lucha encarnizada contra toda fuerza extranjera o interés que haya intentado o intente despojarnos de nuestra independencia o arrebatarnos por la fuerza, parte de nuestros territorios, recursos estratégicos y capacidades reconocidas mundialmente.
Por eso mismo comprobamos cómo esta “partidocracia” -sólo consigue su legalidad mediante los votos del pueblo, para luego llenar sus propios anhelos de poder y realización personal- muestra que muchas veces sus gobiernos son sólo paisajes ante la eternidad de los pueblos, ya que aquéllos pasan o caen por sus propios deméritos.
También comprobamos que si sólo constituimos una muchedumbre clamorosa, impaciente o desesperanzada, sin conciencia ni organización social y existiendo sólo como votantes, serviremos como carne de cañón para sus proyectos personales.
Sólo existiremos como entidad esencial de la democracia ante la aparición de hombres o mujeres providenciales a nuestro servicio o cuando, por ausencia de ellos, nos esforcemos por evolucionar como comunidad organizada, compenetrada de todos nuestras obligaciones, derechos e intereses. Por lo tanto, lo que constituye la única posibilidad de preservar nuestra existencia ante cualquier circunstancia es la organización.
Lo único que vence al tiempo es la organización
Los pueblos consolidan su existencia trascendente de un país cuando emergen como celosos custodios de su existencia libre e independiente de ideologías o imperios decadentes y luchan con la fuerza de sus razones ancestrales contra los que quieren medrar con sus a veces multitudinaria presencia, pero “arrugan” cuando ella -sobre todo- es causa y efecto de las miles de organizaciones sectoriales, sociales, políticas, científicas, etc, que la conducen y le otorgan poder e identidad.
Por eso, el propósito del actual Presidente es quitarle al pueblo argentino el sustento de sus instituciones y entidades que, como clara muestra de una comunidad organizada, piensa, razona y opera inteligentemente sea contra el enemigo que sea -pero, sobre todo- cuando recuperen la ética y moral que muchas perdieron.
Frente al derrumbe de este sistema decadente, sólo los pueblos organizados e integrados a un proyecto común pueden recuperar su relevancia por medio de un modelo de democracia de fuerte contenido social, solidario, abierto y expectante ante un cambio del nuevo orden mundial, donde el multipolarismo sea la expresión del nuevo universalismo.
Por tales realidades, es fundamental que las organizaciones libres del pueblo tomen conciencia y comiencen a enhebrar los hilos que conectan la inteligencia y los esfuerzos de todos y cada una de ellas, para enfrentar con la contundencia necesaria esta amenaza que tan claramente expone el documento al que aludo al comienzo del artículo.
Conclusión
Ya no queda duda alguna: “El actual presidente es el Virrey de las pretensiones hegemónicas de EEUU en dos aspectos centrales”.
Por un lado, como encargado de pagar los compromisos de la deuda externa al FMI y los fondos buitres, a partir del plan de ajuste al pueblo argentino que contiene:
- Maxidevaluación producida.
- Cercenamiento de los sueldos.
- El achicamiento del consumo y la importación como sustitución del trabajo y la producción nacional.
- El aumento de impuestos y servicios.
- La privatización de todas las empresas estatales y de aquellas privadas que queden al borde del quebranto
Por otra parte, política e institucionalmente, con:
- La entrega de concesiones sobre territorios, ríos y mares.
- La intromisión militar en cuestiones que afectan la seguridad interior.
“Desde el 10 de diciembre de 2023, fecha de asunción del presidente Javier Milei, asistimos a una prolija tarea de demolición del Estado y las instituciones republicanas, federales y democráticas, así como del sistema legal que garantiza la vida cotidiana de millones de personas. Se trata del ataque deliberado a una convivencia trabajosa, a la división de poderes y a la democracia. La actual política amenaza todo aquello que es patrimonio de la sociedad argentina en términos culturales, materiales, ambientales y territoriales. Cínicamente, la retórica gubernamental convierte esta destrucción en una obra salvadora y modernizadora, aunque huele a receta vieja, fracasada y rancia. Nada está a salvo del fulminante rayo de las diatribas y extorsiones presidenciales. Tampoco, del arrogante regodeo de sus voceros, ministros y esa nueva especie de actores virtuales que traslada las agresiones gubernamentales al mundo de la comunicación y de las redes. El Presidente ha roto el espejo en el que nos miramos. A la hora de agredir, elige cada uno de esos fragmentos para sostener sus medias verdades y mentiras. Explica todo por las partes, y fortalece una sensación de aislamiento e indefensión que refuerza la transformación individualista de la sociedad al amparo de lo que considera ‘libertad’. Ha trazado una clara línea entre los argentinos de bien y quienes pasan a ser orcos e irrecuperables”.
Párrafo del documento “Milei ante la Historia argentina”, publicado el pasado día 9 por profesionales argentinos
(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba