“Las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”
Bertolt Brecht
Por Luis Esterlizi (*)
Desterrar la visión apocalíptica
Más allá de los fragores de la contienda que libra el mundo contra una pandemia que jaqueó los paradigmas políticos, económicos y sociales que hasta ayer se imponían y que hoy se derrumban como castillos de arena, los pueblos toman conciencia al presenciar el fin de una época, encendiendo las usinas de sus culturas ancestrales y valores esenciales – esperanzados en terminar además – con la sinrazón que destruyó la armonía y el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza.
La grave y angustiante emergencia que especialmente sufre Argentina nos impone condiciones excepcionales imposibles de esquivar, requiriendo de los sectores y clases sociales una cuota de mayor sacrificio que tal vez no todos comprendamos en su justa dimensión, pero que es fundamental cumplir para poder terminar con lo viejo que es lo que nos trajo esta crisis.
Aunque tampoco de nada vale resolver la grave coyuntura si después no sabemos qué hacer como país soberano e independiente, ni cuál será el proyecto de Argentina – como nación y sociedad – que nos represente y relacione con el mundo ante un panorama internacional en crisis e imprevisible; o como integrante del Mercosur que también ha sufrido trastocamientos en su rol y funciones.
Por lo tanto, es fundamental que – mientras resolvemos la emergencia – empecemos a construir con fe y optimismo un mundo nuevo, diagnosticando y definiendo estratégicamente los planes que deberán enfrentar una realidad totalmente distinta, planificando las acciones y medidas que pongan fin a las secuelas de la pandemia, la crisis mundial y primordialmente las causas estructurales que por años destrozaron nuestros sueños de grandeza nacional.
Un ámbito de coincidencia nacional
Pero aquí es donde encontramos el primer y gran dilema ya que el tema central e impostergable que los gobiernos han venido esquivando acompañados por sectores que suelen servirse de ello, es la concreción de un ámbito de coincidencia para que “definitivamente terminemos con las discusiones acerca de aquellos aspectos sobre los cuales hace tiempo que nos deberíamos haber puesto de acuerdo”.
Esta larga historia de desencuentros, constituye la verdadera grieta que esta democracia nos generó – mucho antes de intentar conciliar posiciones – buscando diferenciarnos, separarnos y peligrosamente enfrentarnos a partir de una clase política que jamás asumió la responsabilidad del gobernante de trabajar exclusivamente por la integración y al servicio de la sociedad en su conjunto.
Muchos especularon a favor de intereses personales y particulares o corporativos y casi siempre bajo el influjo de un individualismo irracional, logrando a veces exponer hasta el paroxismo diferencias clasistas, racistas y xenofóbicas.
Como sociedad en búsqueda de su evolución debemos terminar con estas atrocidades, ya que humanamente debemos asumir la actitud de revalidar valores y virtudes para encontrar las coincidencias que nos unen, sobre todo cuando acordamos comprometernos con el futuro del país y la sociedad a la que pertenecemos.
Pero ello sólo será posible si – de una vez y para siempre – logramos desprendernos de posiciones irreductibles sean partidarias, sectoriales, clasistas o religiosas, integrándonos como argentinos que luchan contra los problemas que agreden a los argentinos.
El Gobierno actual, al igual que los anteriores, ha repetido que esto lo arreglamos entre todos, pero solo se apoya en el sector político-gubernamental para convenir o establecer las políticas públicas. Y si en alguna oportunidad consulta a los sectores organizados es por necesidad de comprometerlos con la ejecución de sus resoluciones y DNU.
Esto confirma que este arcaico y elitista modelo presidencialista ha fracasado no sólo en la trascendente misión de servir y unir a los argentinos, sino también retaceando la participación efectiva del pueblo organizado en la definición de las políticas públicas.
Aparte de desechar la capacidad organizativa y movilizadora de muchos sectores, se crean comités de emergencia selectivos que – sin una visión integral de la crisis – no constituyen verdaderos equipos interdisciplinarios e interinstitucionales.
Estas controversias nos impulsan a proponer un ámbito de coincidencias esenciales que incluyendo a partidos, sectores, clases sociales y demás instituciones, logre aunar criterios para aportar las mejores propuestas que necesita el país.
Superación de la crisis y planificación del escenario post crisis
Una vez concretados los consensos en el ámbito de la coincidencia nacional, será primordial dar un segundo paso institucionalizando un acuerdo nacional que con todas las fuerzas y sectores citados, fije el rumbo y destino de Argentina, a partir de contrarrestar – por una lado – las secuelas de la crisis generada por la pandemia y los estigmas heredados y por el otro enfrentando la nueva realidad de la post crisis mundial.
Ambos problemas se analizarán mediante sistemas informáticos democratizados que deberán trabajar en paralelo ya que al mismo tiempo que combatimos los efectos de la emergencia, también bosquejamos un proyecto nacional dinámico conteniendo los cambios sustanciales en lo político, económico y social, teniendo en cuenta la situación nacional, continental y mundial, más allá de lo impredecible que pueda presentarse el escenario del día después.
Partiendo de una hipótesis que contenga todos y cada uno de los conflictos que generan el cuadro completo de la crisis, se fijarán prioridades y procedimientos que terminen con cada uno de ellos y sus consecuencias colaterales, mientras se incorporan los factores supletorios que darán forma al proyecto consensuado en el seno del acuerdo nacional.
Para ello necesitamos la conformación de un equipo interdisciplinario que dividido en dos fases, estudie desde una visión integral y estratégica la forma de ir saliendo de la emergencia, mientras nos conectamos con el nuevo contexto continental e internacional, poniendo en marcha en forma paulatina un proceso productivo industrial, comercial y laboral, adaptándolos a los cambios significativos que seguro se producirán.
Esa nueva realidad influirá sobre la concepción de un nuevo modelo económico en lo industrial, comercial y de servicios, como así también en lo tecnológico reajustando los procesos productivos, los estilos de vida, las modalidades laborales, una nueva visión de la logística como medio de facilitar y agilizar la circulación del conocimiento, de la producción y el comercio como de todas las informaciones según plataformas ajustables a los cambios futuros.
El Estado, la sociedad organizada y un proyecto nacional
Insisto que en esta nueva etapa de la vida nacional será necesario – frente a la presunción apocalíptica – ofrecer la fortaleza que nos da la esperanza de lo nuevo, variando el sentido de las ideas y los propósitos buscando las posibilidades de poder terminar con la decadencia fundamentalmente ética y moral.
Para ello es imprescindible reconsiderar lo importante de la unidad del pueblo frente a las emergencias como también ante los procesos evolutivos como el que deberemos enfrentar, empezando con una nueva reformulación del Estado que integrando territorio, población, cultura y administración se convierta en el organismo al servicio exclusivo del país, ordenando, apoyando y promoviendo con justicia el crecimiento económico y el desarrollo social, sustentables en el tiempo.
Por eso, el Estado-Nación simboliza e identifica al mismo tiempo a un Estado soberano e independiente de cualquier injerencia o manipulación ajena al interés del pueblo y su meta debe ser preservar y promover la evolución social, como el crecimiento industrial y tecnológico, la expansión dinamizadora de las pymes, como plataforma de lanzamiento de una nueva revolución industrial, la educación al servicio del progreso material y espiritual, la salud, etc.
Pero para ello es necesario que la comunidad tome conciencia que también forma parte del Estado, y que responsablemente debe institucionalizar su organización para que nunca más sea manipulada como una masa de seres sin conciencia ni dignidad.
“Ese sentido de organización no puede entenderse como la construcción de una máquina fría, rígidamente trabada, donde los mecanismos de poder nublen la conciencia del hombre y lo conviertan en un engranaje despojado y vencido”.
Finalmente, el auténtico sentido de comunidad organizada, quedará confirmado mediante la integración de todas las entidades libres del pueblo, dispuestas a protagonizar el futuro del país.
Por último, es fundamental el respaldo a tan noble propósito que devenido de la conciencia y voluntad del pueblo argentino, sea elaborado y consensuado en un proyecto nacional que como guía espiritual, ética y moral nos acompañe permanentemente en cada momento de nuestra historia futura.
(*) Presidente del Foro Productivo Zona Norte