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Servidumbre y esclavitud, características esenciales del siglo XXI

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Por Silverio E. Escudero

Transitamos, plenos de contradicciones, la segunda década del siglo XXI. En ese debate dialéctico y político marcado por el sino de la economía, se olvida de la suerte de la humanidad, el destino de los hombres, mujeres y niños quienes, abandonados a la vera de los caminos, mueren por millares cada día.
Los desplazados por tragedias climáticas, guerras y enfrentamientos fratricidas se cuentan por millones. Ninguno de los continentes está excluido de ello. Sin embargo, este núcleo poblacional creciente -pese a las limitaciones y la dura vida en los campos de refugiados- está a salvo de los abusos de los poderosos y no vive bajo regímenes compatibles con la servidumbre y la esclavitud.
Pero hay otro núcleo poblacional compuesto por entre 40 y 60 millones -según diversas fuentes- de personas que transcurre su existencia en condiciones infrahumanas y que está definido, desde siempre, como una forma involuntaria de servidumbre humana. Ese ser humano, ese esclavo se caracteriza porque su trabajo o sus servicios se obtienen por la fuerza y su persona física es considerada propiedad de otro, de un amo, que dispone de él a su voluntad.

Nuestro acercamiento al tema de la esclavitud, esta vez, no será histórico. No se remitirá a los principios de los tiempos ni buscaremos determinar la época de su aparición y si guarda relación con la revolución agraria y el surgimiento del urbanismo, hechos que tornaron más complejas las relaciones sociales; preguntando, siempre, si la sangre derramada fue necesaria para consolidar las alternativas diversas del pensamiento económico.
¿Sabemos a ciencia cierta, en estos tiempos de apremios económicos y de crisis financieras recurrentes, cuántos individuos se venden a sí mismos o a miembros de su familia -como en la antigüedad- para pagar sus deudas? ¿Los organismos gubernamentales e internacionales saben que esto ocurre de cotidiano o prefieren cerrar burocráticamente los ojos para no enterarse? ¿Cuáles son las redes de complicidades que mantienen los decisores del poder porque, sabiendo de la existencia de la esclavitud, no hacen nada por combatirla con decisión y eficacia?
Estamos en deuda con la condición humana. El desentendimiento es crucial. ¿Cuánto hemos avanzado desde la entrada en vigor de la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial? ¿Nuestro silencio es cómplice cuando nos enteramos de que en nuestra ciudad, en nuestro barrio, en nuestra cuadra hay talleres textiles clandestinos o sembradíos donde se trabaja de sol a sol y se flagela a quienes no cumplen con su cuota parte en la producción?
¿Qué hace la comunidad internacional -en las áreas de frontera y en aguas internacionales- frente a la aparición de fábricas clandestinas donde son sometidos hombres, mujeres y niños a regímenes de trabajo extenuantes a cambio de un mendrugo? ¿Qué relación de complicidad guardan los credos religiosos que reclaman sacrificios en esta vida a cambio de la entrada a un solar ilusorio donde habitan comitivas celestiales rodeadas por una luz inefable o acaso sus fieles también son explotados?

Creíamos -porque así se nos enseña- que la esclavitud representada por los mercados de esclavos, la compraventa de gente atada, encadenada, marcada a fuego y humillada, había concluido para siempre. ¿La abolición de la esclavitud fue una medida cosmética que tomaron para disimular los resultados de la Convención de Berlín y la partición del África a fines del siglo XIX? ¿Sirvió para lavar las conciencias y justificar la captura de millones de negros rematados en el continente americano, Asia, África, Europa y Oceanía y que su fuerza de trabajo es el basamento de inmensas fortunas que gobiernan el mundo?
La humanidad sabe que en este tiempo histórico la esclavitud se expande y merodea nuestra cotidianeidad sin discriminación de color de piel ni sexo ni edad. Los nuevos esclavos -como sus predecesores- tienen su destino marcado. Es el trabajo minero y las tareas pecuarias. Las plantaciones de algodón y de caña de azúcar consumen la mayor cantidad de mano de obra.
Naturalmente, el negocio se ha diversificado. Las nuevas formas de esclavitud están relacionadas con la prostitución, el tráfico de niños, la compraventa de órganos, las violaciones sexuales en masa. El sometimiento económico, el trabajo forzado de los niños y el reclutamiento de éstos para fomentar el negocio de la pornografía infantil son formas perversas de la conducta del hombre de negocios de este tiempo.
Debemos, en este diagnóstico a vuela pluma, anotar a los niños soldados reclutados en conflictos armados; mujeres sentenciadas cultural y socialmente a ser esclavas; hombres esclavos de los caprichos de gobiernos coloniales. Todos con un hecho común que los hermana: estar marcados por la miseria.

¿Cuándo asumiremos nuestra condición de esclavos? No nos alarmemos. Cada día estamos aceptando nuestro nuevo estatus cuando no decidimos sobre el curso de nuestra vida a pesar que disimulamos la mutilación de la libertad.
No hay ingenuos frente a esta situación. Sabemos que está pasando y, pudiendo mitigarlo, sólo se lo lamenta unos segundos cuando aparecen casos en la televisión porque en el show de las noticias necesita “vender” el escándalo que ha llevado a la primera plana a la estrellita del momento.
Otros optan por creer y agradecer en el supermercado de los dioses -únicos y verdaderos- la intermediación de las cuatro mil deidades existentes que protegen a cada creyente y los tiene a salvo no alcanza; en tanto cierran las puertas de sus templos para evitar que penetre en su limbo la pobreza, el hambre y las enfermedades. Lástima que tanto poderío desperdiciado no sirva para emancipar a los nuevos esclavos que somete el capitalismo, la industria armamentista, las guerras civiles, etcétera.
Lo que pretendemos decir en este alegato es que necesitamos Estados que tengan en claro que pretenden para alcanzar grados mínimos de confort para sus poblaciones; políticos y dirigentes sociales que medran con la pobreza y hacen de ella un medio perverso para enriquecerse. Estamos en nuestro país en tiempo de elecciones. ¿Alguien puede señalarnos compromisos conjuntos de los partidos políticos para derrotar el hambre y la pobreza? ¿Y cuáles son los instrumentos que en conjunto utilizarán para derrotar la servidumbre y la esclavitud en la Argentina?

Urmila Bhoola, experta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre las formas contemporáneas de esclavitud, declaró que seis años después del inicio de su mandato como relatora especial, era triste constatar que aún quedaba un largo trecho por recorrer de la esclavitud a la libertad, a pesar de la abolición legal de aquélla en todo el mundo.
“Evidentemente, prevenir y abordar la esclavitud no es tan simple como declararla ilegal, pero aún se puede y se debe hacer mucho más para acabar con ella de aquí a 2030”, añadió la relatora especial de la ONU sobre las formas contemporáneas de la esclavitud, incluidas sus causas y consecuencias. Señaló que es probable que la servidumbre se incremente debido a la rápida transformación del mercado laboral, el deterioro medioambiental, la migración y los cambios demográficos.
Miles de argentinos, más allá de estar sumidos en la pobreza más absoluta, viven bajo un régimen de trabajo compatible con la servidumbre y la esclavitud. En un reciente viaje por las provincias que conforman el núcleo duro de la pobreza en Argentina, nos sorprendió un rumor quedo. Ese mensaje apenas susurrado se transformó en casi una certeza cuando transitamos los médanos que unen las provincias de La Rioja y San Juan.
Un pobrísimo cortejo fúnebre acompañaba un féretro improvisado que llevaba dentro el cadáver de un hombre que habría muerto azotado por su patrón cuando osó reclamarle un puñado de monedas que formaba parte de su jornal…

Comentarios 1

  1. Lidia says:

    Excelente sinopsis de lo que invisibilizamos

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