viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Seguridad e inseguridad, las caras de una misma moneda

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“La consideración de la sociedad como un ser vivo, integrado por millones de subsistemas en interacción recíproca y retroalimentándose, nos lleva a reflexionar sobre la inseguridad  no como un fenómeno externo sino interno, en nosotros mismos. La propia idea de que la sociedad es un organismo vivo y no una mera suma de elementos tiene una respetable tradición en la ciencia. Ya Aristóteles había advertido de que el todo es mucho más que la suma de las partes. En el marco dinámico de las sociedades, seguridad e inseguridad se reflejan en todos los ámbitos de la vida, como caras de una misma moneda”. 

Alberto Montbrun

Seguridad e inseguridad social

De este análisis y consideraciones, es fácil deducir que ninguna sociedad puede desligarse de los graves estigmas que puede sufrir y mucho más cuando toma conciencia de que ellos tienen directa relación con responsabilidades y preocupaciones (asumidas o no), errores y aciertos de los modelos de gobernanzas. 

También cuando, mediante la integración o desintegración social, hay quienes luchan por lo primero y otros se despreocupan y se marginan de un contexto general en crisis como si fuesen ajenos y libres de culpa y cargo, aunque formen parte de la historia de dicha comunidad.

La inseguridad mundial

Frente a esta visión, en el mundo en el que convivimos -a pesar de exponer distintos aspectos como poder, regiones, raza, costumbres e idiosincrasias- preservar el hábitat que a todos nos contiene es asumir compromisos y encontrar los mejores argumentos para mejorar y proyectar modelos de integración entre los Estados y regiones; y de éstos, con la naturaleza bajo el predominio del equilibrio y la armonía que inexorablemente nos brindará seguridad para la preservación y mejoramiento de la especie. Hoy esto no está asegurado.

La realidad que desgraciadamente nos muestra la pandemia actual es que si ella hubiese sido considerada una amenaza mundial, sin distinción de nacionalidades, poderíos o ideologías, deberíamos haber obrado coordinadamente entre todos para combatirla más eficazmente, en forma armónica y con estrategias consensuadas. Más aún cuando el covid-19 se generó como producto de desaciertos e irresponsabilidades que solemos cometer los que somos parte de la sociedad mundial.

Pero, por separatismos pseudoideológicos o discriminaciones inaceptables, no prosperaron las acciones convergentes para defender en forma conjunta la vida y existencia de los pueblos. 

Muy por el contrario, en medio del despliegue impiadoso del virus, hemos visto cómo las connotaciones económicas, geopolíticas y/o comerciales -sobre todo en la fabricación y distribución de las vacunas- operan en primer lugar al servicio exclusivo de los intereses de algunos de los países más avanzados.

La inseguridad en nuestro país

Debemos tener en claro que antes de la llegada de la pandemia, Argentina ya padecía, desde muchos años atrás, un proceso de decadencia política, económica y social producto de gobiernos que, con erradas políticas públicas, produjeron el cierre de las escuelas técnicas, la destrucción del ferrocarril y consecuentemente la industria ferroviaria, como también la naval y la aeronáutica, además de otras áreas industriales.

Coincidentemente, se produjo la caída del empleo, el deterioro del mercado interno, el avance de la pobreza, la suba de la actividad informal y de la marginalidad social, todo lo cual llevó a amplios sectores de la sociedad argentina a un proceso de degradación social y drogadicción, y a expulsarlos hacia la delincuencia como forma de subsistencia. 

Sumado a ello, hubo planes inoperantes y peligrosamente denigrantes que en definitiva terminaron generando ámbitos y contextos favorables a la incultura del trabajo, el consumo y menudeo para el tráfico de drogas y la aparición de la violencia irracional que obligó a niños, hombres e incluso a familias enteras a vivir de la delincuencia.

Estas calamidades ya se vivieron en otros tiempos. Thomas Moro, en 1516, escribía en su libro Utopías: “La situación actual arrastra a esa gente del peor modo posible y la corrompen sistemáticamente desde su juventud. Finalmente, cuando crecen y cometen los crímenes que obviamente estaban destinados a cometer desde que eran niños, se los castiga. En otras palabras, ustedes crean ladrones y delincuentes y entonces los persiguen y castigan por robar”.

Algunos argentinos buscan escapar de este escenario mudándose a barrios privados, otros huyendo de las grandes urbes, muchos enrejando puertas y ventanas, colocando alarmas, etcétera. Pero el aumento progresivo de las necesidades básicas aceleró de tal manera el crecimiento delictivo, con acciones más atrevidas y desesperantes, e hizo que la vida de las personas valga mucho menos que un par de zapatillas.

De la marginalidad y delincuencia -y sus consecuencias- viven otras personas quienes, sin correr los riesgos, miserablemente subsisten por medio del menudeo de las drogas, la compra y venta de artículos y elementos sustraídos ilegalmente, la provisión de armas, etcétera; así como gobernantes que han puesto el acento de sus gestiones en la materialización de enormes obras públicas sin que les importe que luego queden rodeadas por la pobreza infame de miles de argentinos. 

Culpabilidades de funcionarios y profesionales quienes hacen caso omiso a la actualización de leyes ajustadas a la realidad, mientras a merced de dicho flagelo quedan la comunidad toda y los agentes de seguridad, que muchas veces carecen de infraestructura y elementos necesarios e imprescindibles para poder enfrentar tamaña calamidad. 

Aunque también advertimos de que, como institución, la Policía y sus cuadros carecen de una preparación especial, a tono con las exigencias de la hora, mientras la corrupción también se expande entre los pliegues de un régimen obsoleto y en los mismos procedimientos, sean policiales o judiciales.

Pero independientemente de ello, esta inseguridad debe ser combatida en sus causas generadoras, no sólo ante los hechos que drástica y efectivamente definen la última etapa de la inseguridad, o sea cuando son consumados o cuando se van a producir, exponiendo de esta forma un combate como si estuviéramos en medio de una guerra permanente y no en búsqueda de una solución definitiva para que la sociedad en su conjunto deje de ser la víctima propicia de este flagelo. 

Esto sucede porque no se pone fin a las causas que lo generan y además porque el proceso de degradación social va minando la fortaleza de una sociedad en lo relativo a su calidad educativa, salud, vivienda y la dignidad conculcada del trabajo fecundo, escenario completado con el estancamiento constante del país, como claros y evidentes síntomas de que nos hundimos en la oscuridad insondable de una crisis política, económica y social indetenible.

La inseguridad laboral y productiva

A este proceso de desestructuración y desintegración social también lo acompaña un contexto político y económico adverso que nos produce gran desconcierto e incertidumbre, ya que nadie puede asegurar qué empleos y profesiones serán compatibles ante las nuevas instancias del cambio profundo que se vislumbra ni cuándo se implementará el círculo virtuoso de la economía formal, ni cuál será el nuevo perfil productivo y laboral que adopte Argentina frente al contexto internacional y a las urgentes necesidades de terminar con la recesión, el desempleo y la pobreza.

Todas estas circunstancias también trastocaron en el exterior las propuestas, requerimientos y pretensiones comerciales de muchas economías, que también sufrieron transformaciones importantes a consecuencia del covid-19. 

Pero es preciso insistir por todos los medios para que de alguna manera el mundo recupere la cordura, concertando políticas universales al consensuar tales disposiciones y tesis esenciales como garantía de que el avance tecnológico -definitivamente- deje de agredir y romper sustancialmente el equilibrio ecológico y los valores irremplazables de la naturaleza, que por ser el factor esencial del hábitat del hombre es un verdadero crimen atentar contra ella.

Inexorablemente, deben impedirse los posibles desbordes e irresponsables emprendimientos técnico-científicos que puedan aumentar el calentamiento global o desencadenar episodios naturales incontrolables -como en parte ya está ocurriendo-, ya que el mundo vive bajo la amenaza de acortar su vida útil y generar la humanidad su propia destrucción.

Conclusión y desafío

Este escenario, tanto nacional como internacional, es el que nos crea la incertidumbre constante por no poder superar las lacras y estigmas, sobre todo pensando en los enormes desafíos que se nos presentan debido al desborde inconsciente de pasiones y ambiciones descontroladas.

Si instituciones, líderes e integrantes de la sociedad -en nuestro país como en el plano internacional- no retomamos el camino hacia un futuro en el que la ética, la moral y el compromiso social acompañen la lucha de la humanidad por recuperar el bienestar general sin discriminación de razas, credos y clases sociales, viviremos en constante zozobra, sin poder construir la paz y la vigencia de un universalismo que merezca ser vivido. 


(*) Presidente Foro Productivo Zona Norte

Comentarios 4

  1. Milisenda Enrique says:

    Coincido con tu artículo, quisiera agregar que en una sociedad donde algunos pueden concentrar poder y riquezas en forma acelerada, dejando a la mayoría en el hambre y la desesperanza, tiene un techo. Que es la indigencia de más de la mitad del pueblo.

  2. Miguel Irazoqui says:

    Muy bueno el artículo…pareciera que los gobiernos consideran una debilidad convocar al pueblo a través de sus organizaciones en la búsqueda de soluciones tanto de sus problemas como del aprovechamiento de sus potencialidades y prefieren “sorprendernos” con proyectos y soluciones la mayoría de las veces elaboradas entre cuatro paredes de algún despacho…y esto no ocurre en ninguna de las acciones de ningún gobierno y así se desaprovecha la potencialidad del pueblo y de sus organizaciones…el tema seguridad/inseguridad es uno entre tantos y debiera abordarse desde una visión integral de un “proyecto nacional”…y, sin un proyecto nacional, no hay nación, solo hay proyectos de gobiernos y estos…pasan y pasan…

  3. Osvaldo says:

    Muy bueno )Luis felicitaciones por tu lucidez

  4. Carlos Zaffi says:

    Simplemente EXCELENTE

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