El proceso internacional que comenzó a manifestarse en 2008, que sigue sin superarse totalmente, viene dejando serias consecuencias en lo referente a desajuste del poder adquisitivo de la moneda, nivel de inversión, de ocupación, deterioro del salario y concentración de la riqueza.
En términos generales, los principales centros del poder económico ecuménico se han mostrado reticentes en proporcionar la indispensable información fidedigna de que disponen sobre la evolución negativa que se enseñorea en los diversos mercados que conforman la actividad productiva del planeta y, muy especialmente, de todo tipo de elementos que permitan evaluar las consecuencias que vienen ocurriendo en materia de ocupación y empobrecimiento.
Según lo ha hecho conocer la OCDE, nunca se produjo una brecha tan pronunciada entre ricos y pobres, pues entre el 10% superior de la pirámide distributiva respecto al resto de la población mundial equivale a 8,47 veces. Esto surge con meridiana claridad en las áreas industrializadas y, por lo tanto, de superior desarrollo; pero en grado muy acentuado se reitera en las economías que se identifican como “emergentes” (dentro de las cuales se incluye nuestro país).
Resulta obvio que tal circunstancia se mide en términos de ingresos personales y también en función de la acumulación de riqueza; y no se circunscribe a períodos de involución o muy lento crecimiento, sino que frecuentemente se acentúa en los tiempos previos en que se insinúa un posterior estancamiento o retroceso, tal como se está viviendo en la ultima década; por lo cual, las consecuencias negativas para la inmensa mayoría se vuelven realmente dramáticas y oscurecen las pocas expectativas que todavía se conservan, que suelen traducirse en falsas ilusiones.
La muy diversa posibilidad de afrontar sin deterioro los períodos de emergencia surge justamente de la previa evaluación o no de recursos adecuados para protegerse de lo que vendrá. Es cierto que en el colectivo mayoritario de 90% se pude distinguir una franja que se identifica como”sectores medios” y que, a escala mundial, involucra 35% de la población total. Pero al par de ellos aparece el 55% restante que está sumido en los diversos niveles o grados de pobreza. Sus componentes no tienen las menores posibilidades de salir de ese circuito de calamidad que, salvo algún factor fortuito y excepcional, sirve para confirmar su condena social.
En ese contexto, lo más grave para los más es que mientras los primeros o cimeros son titulares de 46,1% de los bienes de capital, presenta una franja intermedia que, pese a ser alrededor de cuatro veces más numerosa, sólo ha logrado titularizar a su favor 38,9%, mientras los que están en la base, nada menos que 50% del colectivo total, apenas dispone de un menguado 15%. Esas condiciones de tan marcada desigualdad se ha incrementado durante los últimos 10 años pues las proporciones eran, a comienzos del presente siglo, de 41,5%, 36,8% y 21,7%, respectivamente. Al comparar tales registros queda mucho más en evidencia que la franja perdidosa ha sido exclusivamente la más pobre. Y ello no puede mantenerse en el tiempo sin acrecer los riesgos de eclosiones sociales cada vez más difíciles de evitar.
La situación por áreas o países
Las diferencias mencionadas se advierten como de vigencia generalizada, sin excepciones significativas, aunque en las economías de menor potencialidad obviamente la apropiación de su reducida cúspide condena a mayores privaciones al resto, y los sectores medios son virtualmente inexistentes. En ese sentido, la población de todo el continente africano y en el área asiática que está ubicada en las costas del océano Índico, salvo un tramo que cubre 27,8% del territorio de India, son peligrosos focos de explosión.
El escenario referido se ha agravado bastante durante la última década ya que han sufrido una severa perdida de ingreso que, según los especialistas, equivalente a 21,7% en Europa Occidental y Central; lo que no han podido afrontar con éxito pese a que siempre se destacaron por la producción de bienes de alta tecnología y que no hubo quebrantos empresarios masivos. La más cruel paradoja es que, por el contrario, la suba de sus beneficios alcanzó 16,4%; es decir que siguió creciendo y capitalizándose -aunque a un rimo algo menor que el habitual-. Puede advertirse también un detalle muy significativo que se verifica mediante el nivel global del rubro remuneraciones de sus altos ejecutivos que, además de no haber sufrido mermas, siguen en alza.
Los europeos suelen recordar que durante los años de enfrentamiento con la Unión Soviética, la interesada ayuda de Estados Unidos les permitió concebir y crear lo que se identificó como “La Economía del Bienestar” (que actualmente ya no existe como tal), que entonces se edificó a partir de las ruinas y escombros que dejó como secuela la Segunda Guerra Mundial para contener y evitar que el poder soviético se extendiera a todo el continente.
En el transcurso de la última reunión de la Unión Europea (UE), en Bruselas, se acusó al gigante americano porque ahora que no existe el fantasma estepario ruso, se niega a aportar ayuda alguna. Y, por el contrario, viene desplazando a las economías del Viejo Continente de varios mercados que habitualmente eran mayoritariamente atendidos por sus integrantes. En tono cargado de crítica negativa acusa a Washington de estar haciendo primar el “sálvese quién pueda”.
Las discriminaciones por sexo en la toma de personal
Durante los últimos cinco años, en Estados Unidos el nivel salarial preexistente cayó 8,3%, trasladándose esa “economía” o ahorro en materia de costos directos a acrecer las utilidades de los respectivos empresarios. Por lo tanto, lo que no pudieron hacer vía sinceramiento de precios lo consiguieron bajando el nivel de la masa salarial. Paralelamente, queda claro que se ha optado por integrar los planteles en más de la mitad con falsos trabajadores autónomos que, en general, son menores de 30 años y se muestran proclives a percibir remuneraciones reducidas en no menos de 25%.
En cuanto al trabajo femenino, ha sido valuado con quitas hasta 20% inferior por idénticas tareas y calidad que las desempeñadas por varones; mientras que las probabilidades de acceso a puestos de menor nivel son 16% menores por igual desempeño. El trato desigual se ha extendido con más intensidad aún en los más poderosos países emergentes pues, además de Brasil, ello se hace muy notorio en México, Turquía y Chile. Se enfatiza que dentro del colectivo femenino de asalariados de los países analizados por la OCDE, esa condición es uno de los factores de máxima desigualdad, aunque una tendencia semejante y aún más acentuada se viene agudizando notoriamente en Estados Unidos a partir del estallido de la recesión.
Por el contrario, las menores discriminaciones caracterizan los mercados laborales de Noruega, Dinamarca, Eslovenia y Eslovaquia. De todas maneras, aunque no haya diferencia salarial significativa, rige un criterio discriminatorio que cierra el paso o el acceso femenino al ejercicio activo de funciones gerenciales. En los últimos tres años de esta “recesión extendida” se ha detectado que en el personal tomado globalmente, por cada varón que perdió su puesto hubo prescindencia de tres mujeres.
La situación de los países en Latinoamérica
Los analistas especializados en el estudio de esta área casi por unanimidad aconsejan aceptar resignadamente la fuerte caída relativa de 2015 y prepararse para generar una cierta reactivación en 2016. Llama mucho la atención que 35% de los empresarios consultados (145 de las mayores en diversos ramos) mantiene una opinión pesimista sobre la posible evolución e incluso 23% está decidido a reducir el plantel de personal.
Es obvio que están influidos por una realidad nada halagüeña: en 2015 se espera la tasa de crecimiento más baja desde 2009 y no advierten que hayan en el horizonte elementos positivos como para esperar más que la reversión de la tendencia bajista pero con poca intensidad y no según mayores expectativas, hasta 2020. El testimonio de lo que está sucediendo se advierte con nitidez en Brasil, la mayor economía del área, cuyo signo monetario ha perdido 34,6% de su valor frente al dólar en más de un año.
Al margen de los proyectos de inversión que anunció durante su visita el primer ministro chino, por el equivalente a US$53.999 millones que, por causas no aclaradas, parece que se demorarán, la presidenta Dilma Rousseff hizo conocer otro megaplán que en muchas iniciativas parece superponerse con el antes mencionado por un total de US$ 64.000 millones. Los errores, repeticiones y omisión de plazos, por lo menos de comienzo de las principales obras, sugieren que fue todo muy improvisado y que el “clima social” interno está bastante tenso, por lo tanto estas medidas han pretendido calmar los ánimos ya que la estimación sobre 2015 es de apenas 0,2%.
Las condiciones en Argentina no son mejores y, obviamente, la caída de su principal “socio” y vecino la impacta negativamente. La colocación de automotores, partes y repuestos ha caído 22,4% y tampoco se avizora alguna recuperación. En cuanto a México, segunda economía del área, el cálculo inicial sobre probable crecimiento para el año en curso fue de 2,1% y ya se anunció que se conformarían con llegar siquiera a la mitad de ese -de por si muy modesto- índice.
Por su parte, Venezuela a inicio de este año anunció oficialmente un tasa negativa de expansión (3%) que adjudica esa presunta baja cotización del petróleo y una disminución de 11,2% en la demanda externa. Los datos de otras fuentes informativas, incluso de Cepal, elevan la más probable caída a 7%. Las mejores performances se adjudican a una serie de países que por su escaso poderío económico no influye demasiado en los que promedia el área en su conjunto.
Los que parece se salvarán de la “ola bajista” son Panamá, que espera alcanzar +7,9%; Bolivia, que se estima accederá a +5,5%; Perú, Nicaragua y República Dominicana (+5%). En cuanto a lo que podría suceder en 2016, este conjunto de países que anuncian se mantendrán los mismos niveles; ninguno de los más poderosos, que la están pasando bastante mal, se aventura a hacer pronósticos sobre lo que puede pasar.
Argentina en octubre de este año y Brasil en el próximo tendrán trascendentes elecciones a nacionales, por ello se alientan esperanzas no muy fundadas de que los nuevos funcionarios revertirán la tendencia bajista. Es mucho más racional y realista señalar que lo decisivo provendrá de factores que en América Latina no se manejan pero que influyen notoriamente.