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Salvadora Medina Onrubia

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Por Alicia
Migliore (*)

Cada mujer que descubro me invade, me habita, me interpela y atormenta hasta que logro expresarla con algunas pocas palabras. Devolverles la voz que acalló la memoria autorizada. Son tantas las ocultadas que la tarea parece imposible.

Hoy lo intentaré con Salvadora Medina Onrubia, ese torbellino pelirrojo que concitó amores y odios de igual intensidad, aunque el silencio oficial la arrojara al olvido.

Salvadora Mujer

Hija del entrerriano Ildefonso Medina y la española Teresa Onrubia, nació en La Plata el 23 de marzo de 1894 Salvadora Carmen Medina Onrubia. Criada en la pacífica ciudad de Gualeguay, nadie hubiera aventurado la abundancia de frentes y paradigmas que se atrevió a desafiar.

Rebelde, contradictoria y polémica, pudo salir del ámbito privado para exponerse a la consideración y detracción públicas a comienzos del siglo veinte, a pesar de su condición de mujer. Sin dudas, una mujer valiente.

De sus biógrafos nos llegan datos de su vida. Ferviente anarquista desde los 15 años, madre sola a los 17, emigrada a la gran ciudad de Buenos Aires a los 18, oradora en el gran mitin internacional anarquista a los 19, unida a Natalio Botana a los 20, afronta la pérdida de su hijo mayor a los 33 años, presa a los 37, viuda a los 47, muere el 21 de julio de 1972, a los 78 años. Sólo son fechas arbitrarias que marcan hitos en su vida personal y la ubican en la sociedad de principios del siglo veinte. 

Salvadora anarquista

Ante todo Salvadora era militante anarquista; desde el momento en que Simón Radowitzky atentó contra el jefe de policía Ramón Falcón en 1909, bregó por la vida y la libertad del atacante, para quien obtuvo el indulto del presidente Hipólito Yrigoyen en 1930.

Llamaba la atención porque siendo una libertaria anarquista manejaba su propio Rolls Royce.

Lo que podrían considerarse claudicaciones en Salvadora son contradicciones múltiples que, aunque atraviesan su vida, no la confunden en su derrotero. Para su hija era un “personaje extraño, mucha izquierda y mucha ropa cara”.

El lema anarquista “Ni Dios, ni Patria, ni Marido” no se aplica para Salvadora. A pesar de su condición de transgresora permanente, integró la Sociedad Teosófica hasta su muerte, solicitando una bolsita de tierra de Gualeguay para que la pusieran dentro del ataúd junto con las cenizas de un gato muerto que había amado mucho. Como teósofa, segura de estar en el umbral de desencarnar, necesitaba cuidados cósmicos de protección ante peligros inesperados. Exiliada varias veces, siempre retornó a su patria y, ante la inminencia de la muerte, pidió la tierra de la patria chica de su infancia. La aceptación del matrimonio deviene de considerar el importante rechazo social que recibiría su hija, la “China” si se la consideraba ilegítima.

Salvadora política. Yrigoyen. Uriburu. Perón. Eva

Salvadora llamaba a Yrigoyen “San Hipólito” y él la “Divina Dama” a ella, aludiendo a la primera película sonora. En el último libro que quiso escribir, Mil claveles colorados, dedica unas páginas a Yrigoyen y otras al “bienamado” Elpidio González.

El diario Crítica -conducido por Botana y Salvadora- fue feroz detractor de Yrigoyen y celebró en tapa su derrocamiento a manos de José Félix Uriburu. Esto no eximiría a Salvadora de un nuevo título otorgado por el dictador Von Pepe local. Sería ella la primera mujer detenida por razones políticas con prontuario 21.849 de la Policía Federal, a disposición de Leopoldo Lugones (h) por más de tres meses.

Un grupo de destacados intelectuales pidieron magnanimidad al dictador, apelando a la condición de mujer de Salvadora. Firmaban Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Alfonsina Storni, Eduardo Mallea, Horacio Quiroga, así como los hermanos Raúl y Enrique González Tuñón, entre otros.

Salvadora creía en la igualdad de derechos y logra expresarlo en una carta que se publica en los medios de la época; en ella agradece el gesto leal y humanitario y avanza: “(…) reconozco el valor moral que han demostrado en este momento de cobardía colectiva al atreverse por mi piedad a desafiar sus tonantes iras de Júpiter doméstico (…) General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta cómo, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio (…)”.

Muerto Botana en 1941, atrás quedan las tertulias con Federico García Lorca, David Sequeiros, Antonio Berni, Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino, Pablo Neruda y las recíprocas infidelidades del matrimonio. El diario de mayor tirada e influencia política y social queda a su cargo. Es ella la directora cuando adviene el peronismo y es quien lo resiste desde su diario, siendo la mujer con más poder en la Argentina de su tiempo, hasta la llegada de Eva Duarte. 

Desde el periódico más popular del país se procura que el gobierno no adhiera al eje nazi-fascista y no se declare neutral en la Segunda Guerra mundial.

Si bien el gobierno de Juan Domingo Perón amenazaba al diario con las cuotas de papel y la consecuente falta de pago y artificial quiebra, no es menos cierto que en el fondo había una disputa y una negociación por los símbolos de una Argentina popular. Es en medio de esas dificultades cuando Eva Duarte viaja a Europa y cosecha infinidad de artículos hostiles en la prensa europea por su visita a Franco. También irrita a la oligarquía porteña su ostentación y boato. Desprecian a Eva, y Salvadora conoce muy bien ese destrato. Para referirse a ella siempre han dicho “la que no se respeta”.

Además, Perón en persona pide a Salvadora que escriba una carta en defensa de la primera dama. Ante sus dudas, le recomiendan “te jugás la vida de mil familias”, y Salvadora escribe.

La extensa carta, en vez de halagarla, disgusta a Eva: “Mi defensa causó a la señora un ataque de histeria feroz y arremetió contra mí”, recordará Salvadora. Poco después, el diario es expropiado y agregado a la cadena de medios de la prensa oficialista del Gobierno. Los activos físicos de Crítica son liquidados y Salvadora debe empezar a tramitar una pensión para mantenerse.

No creo que fuera la intención de la carta ofender a Eva. Cito un párrafo breve que así me lo indica: “No es Evita Duarte, es simplemente una mujer que en este momento es símbolo y embajadora ante el mundo, de toda Argentina, la vejada. Lo que a ella roce y toque, roza y toca a todas nuestras mujeres que son la Argentina misma que ella representa (…) Nunca mires, Evita, a las miserias del suelo.”

Salvadora escritora feminista

Salvadora destaca como escritora. Publica su primera obra de teatro Almafuerte, en 1914. Antes había escrito en el periódico “El Diario” de Gualeguay. En Buenos Aires incursiona en periodismo publicando artículos en “La Protesta”, “PBT”, “Crítica”, “Caras y Caretas”, “Fray Mocho”. Escribe novelas como Akasha, El vaso intacto, El misal de mi yoga, La solución” y El hombre y su vida. Su obra de teatro Las Descentradas se convierte en un escrito de denuncia sobre la situación y los derechos de las mujeres estrenada en el teatro Odeón en 1928.

Tan poco frecuente era la voz de mujeres de periodistas que Crítica la mencionó como caso novedoso de inclusión de una mujer en una redacción periodística en el artículo “El caso de la Señorita Onrubia”.

En su época la consideraron “la Victoria Ocampo de los anarquistas”. Emma Barrandeguy ubica a Salvadora junto a Alfonsina Storni y Victoria Ocampo. Las tres publican casi al mismo tiempo Akasha, Ocre y De Francesca a Beatrice, respectivamente. La erudición de Victoria, las sublimes poesías de Alfonsina, y la irónica inteligencia con que irrumpe Salvadora para transmitir el ideario político y social anarquista burlándose del pudor que la moral pacata exigía a las mujeres, aparecen en el mismo período.  

Salvadora tiene mil facetas y aristas que sólo se esbozan en estas líneas.

(*) Abogada. Ensayista. Autora del libro Ser mujer en política

Hoy mi alma rediviva presiente que como antes 

al templo que custodia llega la turba ansiosa…

Volveré a abrir mis venas y, a los pies de la diosa,

las gotas de mi sangre serán como diamantes.

Salvadora Medina Onrubia

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