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Salmones que no nadan contra la corriente

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Esa especie es propio de los países del hemisferio norte y sólo puede introducirse en el sur mediante cría industrial. La demanda global incentiva su producción, que puede tener graves consecuencias de diverso tipo

 Por José Emilio Ortega y Santiago Espósito (docentes de la UNC)

La situación de los recursos pesqueros mundiales es crítica. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) 33,1% de los recursos fue sobreexplotado o agotado en 2015, mientras que 59% está explotado al máximo.
A este problema ambiental -por su potencialidad de producir fallas en el entorno, incluso irreversibles- se suma el crecimiento poco controlado de la acuicultura -cultivo de especies acuáticas-, que reemplaza a la pesca de captura y proporciona actualmente la mitad del pescado destinado al consumo humano.

El interés por la acuicultura, y en especial por la producción de salmón, surgió en Argentina por la demanda global del producto, particularmente de China, tomando como referencia su crecimiento en Chile, segundo productor mundial de salmón -y su segunda fuente de exportación-, detrás de Noruega, cuyas empresas han sido principales destinatarias de las concesiones otorgadas. Chile comenzó con la producción de salmón en la década de 80, como consecuencia de liberalización y apertura de la dictadura militar, profundizada por los gobiernos democráticos en los años 90, hasta llegar la actual expansión productiva, verdadera política de estado en el país vecino, que dejó ingresos por 4.000 millones de dólares en 2018.
El salmón es propio de los países del hemisferio norte. Sólo pueden introducirse en el sur, mediante cría industrial. Los expertos marcan que esta actividad tanto en los fiordos del mar de Norte como en el Pacífico sur desencadena consecuencias medioambientales y sanitarias. Las críticas al modelo chileno son enérgicas: legislación flexible, lábiles regulaciones y controles estatales -en particular en los estudios de impacto ambiental previos a la concesión de la zona-, mano de obra barata –débil organización sindical-, importantes incentivos fiscales y un fuerte impacto social, demográfico y ambiental en las comunidades costeras.

Mirando el modelo chileno, Argentina amagó avanzar en la instalación de granjas de salmón en los mares australes. El 6 de marzo de 2018, el presidente Macri suscribió diversos convenios con autoridades de Noruega. Turismo y petróleo, los temas principales que recogían la esperanza de recrear, en otros ámbitos, el antecedente de la aerolínea Norwegian en el mercado aeronáutico. Casi al descuido se firmó, entre el Ministerio de Agroindustria e Innovation Norway, organismo que agrupa todas las oficinas de turismo y comercio del país nórdico, un convenio Marco y otro específico de cooperación en acuicultura sostenible. El texto, entre algunos circunloquios, hace referencia a la cooperación en materia de promoción acuícola, intercambio de información, capacitación y apoyo financiero. La agencia noruega aporta 25 mil dólares mientras que el Ministerio de Agroindustria brinda soporte técnico, sin mencionar la cuestión de fondo: realizar un estudio de factibilidad para la cría de salmones en la zona del Canal de Beagle. La agencia noruega firmaría poco después un convenio con la Provincia de Tierra del Fuego para avanzar en ese sentido. Mientras, en Chile, la empresa Nova Austral -de capitales noruegos- obtenía más concesiones en el Mar de la Zona Austral (denominación que recibe el espacio marítimo conforme el Tratado de Paz y Amistad de 1984), cercanas a Puerto Williams (a tan sólo unos cinco kilómetros de la línea convencional de frontera).
Bloqueadas inicialmente por una medida cautelar, dejada sin efecto por sentencia de la Cámara de Apelaciones de la ciudad chilena de Punta Arenas a principios de mayo, Nova Austral podrá instalar 134 jaulas. Según estudios de AIDA-Américas (2018), las concesiones sobre el canal de Beagle son las que mayor carga productiva aprobada poseen (por encima de las 680 toneladas por hectárea, mientras que en los restantes sectores las cargas están entre 150 y 300 toneladas por hectárea concedida).
Este accionar a dos bandas conjuga significativa preocupación.
Aun cuando el gobierno fueguino -probablemente por las presiones- desistió en enero pasado de continuar las tratativas con la agencia de inversiones noruega, nada obsta a que la República Argentina, en las zonas marítimas bajo su jurisdicción, y en virtud de los acuerdos suscriptos, avance en este sentido. Además, el alto costo ambiental, por introducción artificial de microorganismos ajenos al ecosistema que generan enfermedades no propias de la región, utilización de antibióticos con consecuencias letales para el microentorno, saturación de presencia de lobos marinos que distorsiona los equilibrios ecológicos y además, al romper las mallas de las celdas, puede causar fugas de salmones que -liberados- generan diversas consecuencias negativas, entre ellas la depredación de fauna autóctona, etcétera, que supone la explotación autorizada por Chile en la boca del Canal de Beagle, contraría toda razonable interpretación del sentido de “paz y amistad” que inspiró la letra del tratado de 1984 e impacta inmediatamente en todo el ecosistema de tal degradante proceso.

Se han planteado muchas voces desde la provincia más austral para llamar a la seriedad en el avance de estos graves acontecimientos, destacando por su jerarquía institucional las propuestas de los legisladores Mónica Urquiza y Pablo Villegas (Mopof): un proyecto de ley que prohíbe la instalación de criaderos en espacios de jurisdicción provincial -estableciendo importantes sanciones para infractores- y otro de resolución rechazando todo intento de introducción de la industria salmonera en la zona del canal de Beagle y exhortando al Gobierno nacional a ejercer acción diplomática ante la cancillería chilena respecto a las explotaciones referidas, en el marco del ya citado tratado bilateral.
En un contexto en el que ya ni el mítico salmón -por imperio de la codicia del hombre- puede ejercer su saludable instinto de nadar contra la corriente, esperemos que estas iniciativas sumen, como cantaba Calamaro, para arreglar lo que alguien hizo, definitivamente, muy mal.

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