Por Sergio Castelli* y María Constanza Leiva**
Felipe Rutini fue uno de los tantos inmigrantes italianos que, escabulléndose de la difícil situación económica y social que atravesaba Europa, llegó a nuestro país en 1884 en busca de la prosperidad y el desarrollo de una vida feliz en el nuevo mundo.
Aquí, con la iniciativa de crear una empresa propia, y de la mano de su esposa Doña Ernesta Cremaschi, quien también llevaba la tradición vitivinícola en la sangre, comenzaron comprando tierras que luego servirían para la plantación de viñedos y la fundación de la Bodega La Rural, en la zona de Coquimbito, Maipú, en la Provincia de Mendoza, lo que marcaría el inicio de la ruta de Rutini Wines en el mundo.
Al fallecer Felipe Rutini en 1919, el emprendimiento familiar continuó impulsado por Doña Ernesta, y sus hijos varones Francisco, Ítalo y Oscar quienes se encontraban en Italia y regresaron a Coquimbito para continuar la labor de su padre.
Con el correr de los años, la bodega Rutini Wines comenzó a afianzarse en el mercado, accediendo a un gran posicionamiento de sus productos, siendo hoy considerados uno de los grandes ejemplares argentinos en el mundo.
Ahora bien, Rutini contaba con viento a favor y en otro de sus grandes aciertos decidió extender la protección de su marca a la Unión Europea, donde ya se encontraban exportando importante parte de la producción, lo que sin dudas motivó que este año obtuviera de la justicia europea un fallo a su favor en un juicio contra una firma del viejo continente, Enoitalia, que pretendía seguir comercializando vinos bajo el nombre “Antonio Rubini”.
Todo comenzó ocho años atrás, cuando la firma Enoitalia solicitó el registro de la marca “Antonio Rubini”, a lo que la empresa argentina presentó su rechazo, indicando que ya contaban con las marcas “Rutini” y “Felipe Rutini”, con las que existía una gran similitud gráfica y fonética, por lo que la convivencia de las marcas no era viable.
Sin embargo, en 2012 la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) estimó que la firma argentina no había logrado demostrar la utilización de su signo distintivo, frente a lo que la bodega mendocina presentó nuevas pruebas que terminaron convenciendo al organismo de tomar por válidos sus fundamentos. Tres años más tarde Enoitalia volvió a la carga e insistió con el registro de la marca “Antonio Rubini”, lo que fue denegado por la EUIPO.
Ante esta denegatoria, Enoitalia presentó un recurso, el que fue rechazado por la similitud evidente que existía con la marca de la bodega cuyana.
Al llegar el litigio a resolución del Tribunal General de la Unión Europea, éste confirma la decisión del organismo encargado del registro, considerándolo acertado, ya que “existía un riesgo de confusión entre las marcas” al tratarse del mismo tipo de producto a identificar por ambas marcas, señalando asimismo la “gran similitud gráfica y fonética” entre las marcas en pugna, algo que la compañía mendocina consideraba determinante a la hora de insistir con la demanda. Las diferencias no compensaban las grandes similitudes que existían, con lo cual prohibió el registro de Antonio Rubini.
Y a los que dicen que nadie es profeta en su tierra, es porque no conocieron a Felipe Rutini, quien a pesar de haberse radicado en un país extraño, logró con el pasar de los años, conquistar también su tierra natal.
* Agente de la propiedad industrial. ** Abogada