Lejos de apagarse la discusión, con el paso de los días ha escalado a niveles insospechados. Luego de la ampliación de la declaración de Fabiola Yáñez, el fiscal imputó a Fernández de distintos hechos de violencia contra la ex primera dama, que incluyen puñetazos y patadas en el vientre, entre otros desbordes. También se dispuso formar legajo separado respecto de la ex titular del ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad por no haber actuado conforme a lo que no solo resultaba obligada por ley sino que era además la función primordial de esa cartera a su cargo.
Que el asunto llegara a las páginas del diario New York Times y que allí se analizara la imputación judicial contra el expresidente, lo comprueba. Otra prueba de ese “in crescendo” fueron las palabras de la ministra de igualdad española sobre el asunto. Tradicionales aliados de Fernández en lo político, se despegó del tema y hasta lo condenó bastante explícitamente.
Estanislao Fernández, más conocido en las redes como “Dyhzy”, hijo de Alberto Fernández, publicó a través de sus historias de Instagram un mensaje en que alude, sin mencionarla, a la denuncia: “Tengo 29 años yo sólo respondo por lo que me compete a mí. Trabajo desde los 17 años y vivo solo desde los 22”.
Son detalles que concitan el interés, pero que tienen el riesgo de apartarnos de lo importante. Por eso el título que colocamos a esta columna.
Aquí la palabra “morbo” la empleamos en la tercera y profunda acepción que tiene en el Diccionario de la Lengua Española: “Atractivo propio de lo turbio, prohibido o escabroso”.
Se trata de una reacción muy humana frente a temas que movilizan. Pero no deja de ser un impulso psíquico que no puede tapar la apreciación racional en la cuestión. Por algo, los humanos resultamos, a más del collage de emociones que todos llevamos dentro (lo demostremos más o menos), seres pensantes.
“El diablo está en los detalles”, expresa un refrán que -entendemos- es de origen anglosajón. No es algo menor aquello de lo que advierte: se debe estar atento a esas cuestiones que se presentan, muchas veces de modo intencional, disimuladas por aspectos mucho más deslumbrantes del tema o similar que se trata. Vaya si los abogados lo sabemos, desde la letra pequeña en los contratos a un cambio de última hora en una redacción que trastoca todo.
También en este tema, hay cuestiones de importancia que corren el riesgo de pasar desapercibidas si no se las aprecia desde la lógica y la razón y se contextualiza toda la información de chat, videos y otras fuentes que aparecen una tras otra.
En una rápida enumeración que no agota los tópicos, podemos citar -en primer término- los riesgos y hasta la inmoralidad de partidizar y usar políticamente cuestiones como la violencia intrafamiliar. La segunda, el fracaso de los grandes organismos y las medidas rimbombantes para hacerle frente al fenómeno de la violencia. Está visto que son acciones más concretas, sostenidas en el tiempo y focalizadas en los agentes del Estado que están en contacto directo con la gente (maestros, policías, médicos) las que resultan efectivas. Tercero -en lo que atañe al litigio Fernández-Yáñez, llama la atención ese estilo de vida en lujosas casas prestadas, tanto en el barrio porteño de Puerto Madero como en Madrid, con cuotas alimentarias de miles de euros que no se sabe a ciencia cierta de dónde salen. Cuarto, que la institución que debe dar respuestas definitivas a estos temas en una República es el Poder Judicial. Finalmente, quinto, pero no menos importante: es una prueba de que la falta de decoro y de apego a las formas republicanas tiene su costo, aunque en general quienes las infringen piensan todo lo contrario.
Aspectos, todos ellos y algunos más, que debemos pensar con detenimiento, si queremos sacar algo positivo a futuro de tanto comportamiento compulsivo, patológico, psicopático y pulsional que vemos en el tema. No es menor, para una cultura democrática sostenible y una sociedad libre, el poder tratar de forma madura y racional temas tan graves como los que desprende este escándalo.
(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales