Los principios sobre los cuales se asienta el desempeño del rol de los mediadores están claramente establecidos en el Art. 3 de la ley 10543: el proceso de mediación debe garantizar imparcialidad, confidencialidad, comunicación directa entre las partes, satisfactoria composición de intereses. Conforme dichos principios, los mediadores estamos entrenados para facilitar los intercambios comunicacionales de las partes en conflicto, de modo que puedan ser ellos los que encuentren la solución.
En la mesa de mediación y en el marco de las conversaciones, los mediadores estamos convocados a actuar con empatía -habilidad propia y necesaria de la comunicación-, la que de modo habitual definimos como “ponerse en los zapatos del otro”. Veamos lo dicho con mayor profundidad, para comprender cómo corren los procesos empáticos partiendo del punto de vista del comportamiento humano.
Desde las neurociencias aplicadas, la empatía es resultante de siglos de evolución y siempre ha estado al servicio de la unión, de la supervivencia y de la pertenencia de los individuos a sus grupos. Es así que los seres humanos compartimos estos procesos con otros individuos de la escala como los mamíferos, siendo notable ver cómo una mascota percibe la tristeza de quienes comparten su convivencia; las llamadas neuronas espejo -un tipo especial de neuronas- lo hacen posible.
En nuestro caso, vías mucho más complejas propias de nuestra biología, posibilitan que se instalen los significantes de la cultura, rasgo dominante del ambiente al cual pertenecemos. En este sentido, tenemos un “cerebro social”, base y resultante de la interacción constante con el contexto.
Los procesos empáticos se van desarrollando y complejizando a medida que el crecimiento va dando lugar a que suceda; basta pensar en la sonrisa del bebé como primera señal de reconocimiento del otro.
El desarrollo del neocórtex, capa nueva del cerebro y sus circuitos específicos, nos permiten reflexionar, comprender, recordar, proyectar y sobre todo habilitar el uso del lenguaje como actividad privativa de nuestra especie. “La mente” es corpórea y también relacional: en las comunicaciones con los demás, a través del lenguaje, enviamos paquetes lingüísticos que dan cuenta de cómo percibimos, pensamos, sentimos y tomamos nuestras decisiones.
Así, se construye el universo de significación de cada uno de nosotros. Para acceder al universo de significación que los protagonistas traen a la mesa de mediación, la habilidad empática es condición necesaria para el logro de la conexión con quienes traen el conflicto.
En ese sentido, la empatía “corre” en dos niveles: la empatía emocional, la que compartimos con todos los mamíferos y la empatía cognitiva, exclusiva de los seres humanos como resultante de los procesos reflexivos.
Avancemos un poco más: la empatía emocional es una reacción afectiva en la que nos identificamos con los sentimientos de otro; nos habilita para sentir lo que el otro siente y este sentir es un reflejo. Somos socialmente emocionales, y esta es la base de la compasión, respuesta comportamental que se evidencia en los intentos que hacemos para ayudar a los otros.
La empatía cognitiva nos habilita para comprender lo que el otro piensa; a través de la empatía cognitiva reconocemos lo que está sintiendo el otro y lo entendemos desde la reflexión y no desde la propia emoción como reflejo.
La capacidad de reconocer los sentimientos de otra persona y de entender lo que le sucede construyen la confianza, la legitimación, y el empowerment de los protagonistas, condiciones necesarias para que se desarrolle el proceso de negociación.
La habilidad para conducir el adecuado balance entre ambas empatías va dando el ajuste necesario para que los protagonistas se sientan comprendidos y comprendan a los otros, lo que va otorgando fluidez al proceso y da lugar a que se vaya trazando la ruta por la que deslizamos la construcción de los acuerdos.
Concluyendo en que la empatía es una cualidad fundamental en comunicación y una habilidad clave para la resolución efectiva de conflictos.
Las personas con habilidades empáticas tienen un interés genuino por los otros, hacen los esfuerzos necesarios para acoger al otro en su singularidad con alta conciencia de la separación yo-otro, moviéndose en el marco de un sutil y delicado equilibrio, casi imperceptible
En definitiva, en palabras de Humberto Maturana, la refinada habilidad empática “permite que el otro aparezca como un legítimo otro”.
* Mediadora, psicóloga sistémica, diplomada en Neurociencias Cognitivas Aplicadas
Claudia, gracias por tus palabras, tan sabias a la hora de la conciliación con el otro, con el sentido en el otro, la toma de conciencia del otro.
Me gusto mucho el articulo Lic Claudia, clara y didáctica como siempre.
Gracias Claudia! Cariños.
Qué desarrollo interesante del tema. Muy claro. El párrafo que explica la empatía cognitiva me lleva a pensarlo a partir de ahora antes de comenzar cada mediación. Muy buena columna colega!
Excelente artículo Lic. Sciu, una de las oportunidades que nos da la mediación es la posibilidad de movilizar hacia otros puntos de vista en las situaciones que se traen a la mesa, cambiar el foco de la mirada ayuda a conectar desde otro lugar a los quienes tienen una mirada distinta de una situación y facilitar comprender la mirada del otro; tomar conciencia de las emociones que estamos sintiendo, reflexionar en función de ellas y de lo que puede estar pasando al otro, sería lo esperable en las relaciones humanas, a mi entender; ejercicio que en estos tiempos de tanto dinamismo parece diluirse..
Articulo claro y asertivo Exelente para reflexionar ..