Por Salvador Treber
La disposición de fuentes energéticas propias es un factor tan indispensable como decisivo para respaldar un proceso continuado de desarrollo y crecimiento. Ello no es nada habitual, ya que son muy pocos los países con elevado nivel económico que cuentan dentro de su territorio con abundantes recursos de esa naturaleza.
Esos recursos pueden ser “agotables”, como el petróleo y carbón, es decir, se van reduciendo en su disponibilidad con el uso. Incluyendo los más recientes descubrimientos, se estima que el en el mundo el stock existente (que se conozca y en proceso de explotación) sólo podrá cubrir la demanda de los próximos 40 años. Esto es justamente lo que los diferencia a los identificados como “renovables”, v. gr. de fuente solar, eólica o hidráulica, de aquellos que conservan su capacidad generadora sin reducir el nivel de potencia, siempre y cuando se hagan las tareas de conservación indispensables.
En ambos sentidos, Estados Unidos es el país mejor dotado del planeta en materia energética, con grandes reservas en el territorio de Texas, el que logró anexar tras una guerra de conquista que sostuvo con su vecino México. A ello se han sumado hace poco menos de dos décadas ricos yacimientos identificados como “no tradicionales” que han permitido duplicar dichas reservas. Ello sucedió en forma paralela al hallazgo del yacimiento de Vaca Muerta, en nuestra provincia patagónica de Neuquén.
Argentina, en función de su territorio, es el octavo país del mundo y -según el producto bruto – se ubica en el 26º escalón entre las 208 naciones que integran el planeta Tierra. Las perspectivas de escalar en este último aspecto depende, en alta medida, de que consiga acceder a su autoabastecimiento energético.
Ello es altamente factible si se explota racionalmente el yacimiento de Vaca Muerta pues, según cálculos de los especialistas más respetados, podría abastecer el país por alrededor de 40 años, además de generar un enorme impulso expansivo.
Cabe advertir que el citado yacimiento tiene una superficie de algo más de 40 mil km2 y ha sido subdividido en 33 franjas iguales. Para que la ejecución sea óptima, requiere que en cada una se haga una inversión estimada en unos US$5.000 millones.
Sería conveniente que la mitad de ese monto lo ponga el Estado en sociedad por partes iguales con otros tantos empresarios privados. Hasta ahora ello no ha ocurrido y las empresas extranjeras que mostraron interés han concretado inversiones de muy escasa significación. Resulta obvio que la equivocada gestión desnuda la ineptitud de los funcionarios que actualmente están a cargo de manejar el tema, por lo que deberían ser urgentemente sustituidos por otros con más experiencia.
El precitado yacimiento es el segundo más importante en el mundo y su racional explotación exige no sólo inversiones de capitales acordes con esa relevancia sino también técnicos idóneos.
El hecho de que a nuestro país le ha correspondido este año presidir el Grupo de los 20 puede ser una buena oportunidad para lograr el concurso de profesionales en la materia, pues fueron programadas más de 50 reuniones de muy alto nivel en las que, seguramente, se contará con la presencia de los principales miembros que están especializados en dicha área y dispuestos a prestar sus servicios en nuestro país.
El tratamiento actual en el ámbito global
Representantes de países componentes del citado grupo, que también integran otros organismos, han tomado contacto y adoptado experiencias valiosas que no pueden ser ignoradas en la explotación energética para evitar la reiteración de errores incurridos en muchos otros casos, incluso en Estados Unidos.
Resulta vital prever el futuro energético que, según lo que se advierte en las grandes economías, debe concebirse a través de fuentes agotables y renovables. Esta última modalidad, en países tan distantes como Japón, India, Sudáfrica y México, el uso asciende apenas a cinco por ciento del total.
Por su parte, en China, Estados Unidos y Australia esa proporción se eleva hasta 10%; pero en los casos de Alemania, España y Portugal, se ubica entre 15% y 20%. La experiencia internacional permite advertir que la combinación de fuentes de energía interna y externa debe ser científicamente dosificadas, prescindiendo básicamente de la de fuente eólica pues tiene impredecible intensidad por lo volátil y oscilante. Por lo tanto, los gastos de explotación y mantenimiento de los combustibles renovables son considerablemente menores y deben -por ello- ser objeto de combinaciones que surgen de la propia experiencia.
En cuanto a los recursos gasíferos, las recientes innovaciones tecnológicas han impulsado notoriamente su uso. Prueba de ello es que los voceros del G20 le han dado carácter de “puente de diversificación” incluso mucho menos contaminante que el carbón y el petróleo.
Sería por tanto altamente conveniente que en nuestro país se impulse intensamente su utilización para que coadyuve a acentuar la disposición e intenso uso de un elemento estratégico tan prioritario. No sólo eso; debe tenerse muy en cuenta que las inversiones que requiere para el desarrollo de esa fuente están plenamente justificadas y garantizarían un crecimiento mucho más acelerado.
En el caso de las centrales equipadas con turbinas de generación eólica, la característica es su elevada volatilidad y, por tanto, se hace imprescindible en cuanto a su producción actuar con suma prudencia, lo cual hace indispensable utilizarla en dosificada proporción y con carácter meramente complementario. Es obvio que en tales circunstancias se encarece el servicio y por tal causa son pocos los países que apelan a ellas. No obstante, en nuestro país se ha anunciado que se logrará en el año 2020 proveer de esa forma no menos que ocho por ciento y se espera que en el año 2025 se lo haga en alrededor del 20%.
Argentina tiene pendiente el desafío de generar suficiente energía en forma competitiva y, obviamente, sustentable. Por la dimensión del territorio se hace indispensable impulsar el desarrollo energético en el ámbito regional para consolidar dichos mercados.
El promedio actual individual es, desde hace varios años, de 3.000 kw/h y tal estancamiento constituye uno de los principales obstáculos que frena el desarrollo. Entre las máximas prioridades se encuentra la de elevarlo por lo menos a 4.000 kw/h para impulsar a un ritmo razonable al desarrollo.
Sólo así se satisfarán los lógicos reclamos de acelerar la disposición para disponer de energía más económica y en el nivel indispensable para asegurar dicho proceso.
Problemática y perspectivas hasta 2050
Resulta bastante claro que nuestro país podría aportar parte sustancial de sus recursos en materia de tecnología indispensable para impulsar con mayor intensidad no sólo nuestro comercio exterior sino además desarrollar una serie de conocimientos, información y experiencias disponibles que en varios campos contribuiría a que se incorporen sin dilación por lo menos a todos los países de Sudamérica e incluso se tornaría muy productivo concretar una red de generación y traslación energética de diversas fuentes. Ello permitiría dar un mayor impulso al desarrollo de todos los países que la conforman, tanto sobre la costa oriental como occidental e incluso a los dos países que carecen de costas sobre los dos Océanos o el Mar Caribe.
No debemos perder de vista que estamos insertos en un mundo mucho más poblado y, aunque viene desacelerándose el ritmo de crecimiento poblacional, se está convergiendo hacia un planeta con no menos de nueve mil millones de seres humanos para mitad del presente siglo. Ello significa casi dos mil millones más; cabe agregar que Argentina en 1960 llegó a tener una población de 16 millones de habitantes y apunta a que ascienda a 56 millones para el año 2060.
Pese a que globalmente ha disminuido el número de hijos por hogar, salvo en los países localizados sobre el océano Índico y todo el continente africano, esa multiplicación se considera muy significativa y un esencial factor de progreso.
En el orden interno resulta esencial disponer de un grado de tecnología actualizada y diversas fuentes energéticas no sólo suficientes sino disponibles a un costo adecuado.
Los especialistas suelen enumerar otros requerimientos básicos adicionales para acceder a un crecimiento autosostenido, como tener pleno conocimiento de los mercados y sus preferencias.
Esto implica no sólo evaluar la composición de la demanda interna actual sino la potencial futura, además de los posibles competidores y adquirentes; se hace imprescindible tener una presencia física eficiente y atenta a las eventuales variaciones, en especial respecto de los destinos más distantes y relacionarse con ellos eligiendo las modalidades técnicas y económicas más rentables.
La integración adecuada de los diversos mercados eléctricos que obedecen a diversas fuentes deben garantizar la continuidad de dicha prestación al menor costo posible; aunque sobre ello no hay fórmulas aplicables de ninguna índole y cada caso requiere una gestión técnica específica para acceder a la combinación más racional y efectiva.
Son muy numerosos los casos en los que se introdujo la energía eólica en una proporción mayor que la habitual y sedujo por la notoria baja de costo obtenido, pero sin tomar en cuenta que su alto grado de falibilidad requiere contar con otra fuente sustitutiva que supla dicha carencia transitoria para no paralizar los respectivos procesos productivos.
Una situación semejante plantea la disposición de energía solar que se interrumpe cuando el cielo se nubla y también causa un mayor costo de capital correlativo para cubrir esas frecuentes e imprevisibles interrupciones mediante otras alternativas. Es obvio que ante estas fuentes, el consumo de combustible se reduce al tiempo en que deben ser obligadamente sustituidas.
Ciertos empresarios objetan dicha combinación porque requiere en todos los casos disponer de profesionales especializados en cada materia que, cuando su uso no es frecuente y relevante, no se justifica su implementación.