Si debía codificarse el derecho civil fue una de las ideas más debatidas en la Alemania del siglo XIX
Por Luis R. Carranza Torres
La historia del origen del Bürgerliches Gesetzbuch, denominado usualmente BGB para abreviar, el Código Civil de Alemania tuvo un largo camino iniciado en 1874 hasta su entrada en vigor en 1900, tan cambiante y agitada como la del propio país.
Innovador y de vanguardia para su época, vino precedido de no pocas discusiones, demoras y trastiendas varias.
Podemos situar como primer hito de la “prehistoria” del Código Alemán la codificación francesa de 1804, que instaló en la mente de los germanos, especialmente de algunos de sus juristas, la idea de contar con un código semejante al francés.
Sin embargo, por ese tiempo Alemania no era sino un conjunto de pequeños Estados, agrupados por Napoleón Bonaparte en la Confederación del Rin, creada en 1806 en sustitución del Sacro Imperio Romano Germánico. Luego de la caída del Pequeño Gran Corso fue disuelta y sustituida por la Confederación Germánica, en la que el antagonismo entre Prusia y Austria llevó a la Guerra de las Siete Semanas en 1866 y a la formación de la Confederación Alemana del Norte un año después, bajo el predominio de la primera y con el brillante político y mediocre abogado Otto von Bismarck como su canciller. Sería el breve prolegómeno de la creación del Imperio Alemán y la unificación del país en 1871, guerra con Francia mediante.
Hasta la fundación del Imperio alemán en el año 1871, el país no era sino un conjunto de pequeños y medianos Estados, todos ellos con su propia normativa en materia de Derecho civil, la que abrevaba de tres distintas fuentes: derecho germánico, derecho romano y derecho francés. A veces, como ocurría con Prusia, ni siquiera tenía un ordenamiento único para todo el territorio, coexistían distintas normas en las diversas partes del reino. Ni la asamblea de delegados de la Confederación Germánica ni el Bundesrat o Congreso Federal de la Confederación Alemana del Norte contaban con poderes para sancionar una legislación civil unificada.
Es así que en el Reino de Prusia se aplicaba el Allgemeines Landrecht für die königlich preußischen Staaten (ALR para abreviar) de 1794, un intento moderno de un código único del derecho que, además del civil, comprendía también el derecho penal y el derecho público. Regía hasta el Rin, ya que los territorios prusianos ubicados en la orilla izquierda de ese río se regían por una traducción del Código Civil francés napoleónico. En el Ducado de Baviera regía el Codex Maximilianeus Bavaricus Civilis desde 1756, que organizaba un conjunto de normas civiles, escrito mayormente en alemán aunque con muchas frases en latín y que seguía en su contenido mucho más el uso moderno de la Pandectas que el método de la codificación.
En Baden se aplicaba otro ordenamiento propio, el Badisches Landrechtde 1809; en Sachsen se hallaba vigente, desde 1863, el Bürgerliches Gesetzbuch für das Königreich Sachsen y, en no pocas otras partes se seguía aplicando el derecho “común”, por vía del romano Codex JurisCivilis, dado por el emperador Bizantino Justiniano en el año 535. Todo un galimatías jurídico para regular una sociedad que se entendía una sola, cuando los actos jurídicos no se agotaban en un solo sitio.
Si había que dejar todo así o converger a un orden único fue un tema de discusión jurídica, aun antes de la unificación política. Ya en 1814, el profesor de la Universidad de Heidelberg Anton Friedrich Justus Thibaut, uno de los civilistas alemanes más importantes de la época, publicó su obra Sobre la necesidad de un derecho civil general para Alemania, abogando por un solo derecho civil para todo el país, independiente de la influencia de sistemas extranjeros legales, por vía de la sanción de un código.
La respuesta no se hizo esperar. Ese mismo año, Friedrich Karl von Savigny, catedrático de Derecho romano en la Universidad de Berlín, dio a conocer su obra De la vocación de nuestro tiempo por la legislación y la jurisprudencia, protestando contra la codificación propuesta por Thibaut.
Se trataba de dos “pesos pesados” del derecho pero su influencia no se limitaba sólo a lo jurídico. Savigny tenía más llegada a los círculos del poder. Thibaut, quien además era un estudioso de la música sacra y clásica, revestía un mayor peso social.
Su disputa dividiría las aguas en torno a la codificación, siendo saldada sólo después de la unificación con la Lex Miquel-Lasker, una enmienda en diciembre de 1873 al artículo 4 de la constitución imperial, que extendió la competencia del parlamento o Reichstag para regular “conjunto del derecho civil”, en lugar de sólo las “obligaciones”, “el comercio y el derecho extranjero”.
Los diputados Johannes Miquel y Eduard Lasker, con el apoyo del Partido Nacional Liberal al cual pertenecían -que había surgido de las elecciones generales de 1871 como la fuerza política predominante en el país-, volcaron la balanza hacia la postura de Thibaut, después de seis décadas de tener en disputa, más viva o más adormilada, la cuestión.
Nacía el punto de partida para dotar de un código en la materia al país recientemente unificado. Pero la tarea pronto revelaría todas sus dificultades e insumiría un largo y tortuoso camino.