Por Arturo del Castillo
Los estudios más recientes sobre el fraude corporativo revelan que el número de fraudes asociados con personas de la “generación Y”, comúnmente llamados millennials, va en aumento. Estos individuos, que nacieron entre 1980 y 1992 y que tienen entre 36 y 24 años de edad, perpetran 43% de los fraudes internos, esto es, los desfalcos cometidos en las empresas donde trabajan.
¿Qué motiva y cómo los millennials suelen defraudar a estas empresas? Los miembros de la generación Y son los individuos que más recientemente se han incorporado a la vida laboral productiva. Son jóvenes, dinámicos y, en general, suelen ser personas que prefieren crear y divertirse en su trabajo antes que encajar en esquemas tradicionales de organización. Más aún, varios estudios de psicología laboral señalan que este tipo de personas suele describirse como emprendedora, que buscan iniciar negocios propios y no depender de un jefe.
La generación Y también es una de las mejores preparadas de la historia de la humanidad en términos de sus niveles escolares y el acceso a la información a la que han tenido. Sin embargo, al llegar al mercado laboral se están encontrando con una gran competencia (más de 1.700 millones de habitantes en el mundo forman parte de este grupo) y con puestos de trabajo relativamente poco remunerados. En general, las personas que recién se integran a la vida laboral están obteniendo contratos temporales y con limitadas prestaciones. Esto hace que sean individuos con una alta propensión a ansiedad y depresión y que, en 60% de los casos, consideren que no ganan suficiente por su trabajo.
Esta combinación más el marcado acento que ponen los miembros de esta generación en lo inmediato y en el vivir rápido, más que en la continuidad y en la visión de largo plazo, hace que en los millennials estén concentrando el más alto nivel de incidencia de fraudes corporativos.
Visto de esta manera, el alto índice de fraudes entre este tipo de personas se explica en gran medida por la búsqueda de esos satisfactores que no perciben con otros alicientes.
En este contexto, uno de los principales desafíos que actualmente enfrentan las organizaciones es mejorar sus controles, al tiempo que flexibilizar sus estructuras para dar cabida a esta nueva generación laboral. Luego entonces, la efectiva administración de riesgos de fraude requiere entender la psicología de la generación Y.
Una de las características que distingue a los millennials es el uso intensivo de tecnología en su vida diaria. Es una generación acostumbrada a las computadoras y a todo tipo de dispositivos electrónicos (gadgets). De ahí que no debe sorprender que el cibercrimen y los fraudes cometidos a través de nuevas tecnologías vaya en aumento. En efecto, existe una alta correlación entre el número de fraudes asociados con cibercrímenes e incidencia de fraudes por parte de miembros de la generación Y.
Hace diez años, el fraude cibernético representaba 6% de los ilícitos cometidos en contra de las compañías. Hoy, los ciberataques representan 19% y el crecimiento es acelerado. De hecho, es posible estimar que en 2020 más de 25% de los fraudes que sufran las compañías estarán asociados a algún tipo de modalidad de ciberataque. Y 3 de cada 5 cibercrímenes que descubran las afectadas y en los que se supo quién fue el perpetrador, se asocien con millennials.
El conocimiento que tienen éstos de los componentes electrónicos y de los sistemas de información hace que muchas veces sean individuos con mayor destreza tecnológica que sus supervisores o directivos. De ahí que los controles internos en repetidas ocasiones sean insuficientes.
Esta situación hace que los defraudadores tengan oportunidades de fraude que implican mayor riesgo para las compañías en las que trabajan. El daño económico causado a las empresas por ciberataques también ha crecido 25% con respecto a lo que se estimaba hace 10 años.
El cibercrimen es ya parte de nuestra realidad. Son cada vez más comunes los incidentes en las empresas que se asocian con robo de identidad, destrucción de información, utilización de software malicioso o uso indebido de privilegios de acceso a sistemas de información. Los esfuerzos que se emprendan para prevenir, detectar y responder a este tipo de ilícitos deben basarse en una valoración acertada del riesgo que se enfrenta. Y esta valoración debe contemplar también el perfil de los potenciales atacantes. No entender que asistimos a un reemplazo generacional en las organizaciones es negar la realidad, es decir, es incrementar la exposición al riesgo y sufrir sus consecuencias.
También es importante entender que el fraude no es una característica exclusiva de los millennials, por lo tanto no debe estigmatizárselos.
El riesgo de fraude está presente en todo tipo de organización, sector e industria. El defraudador puede ser prácticamente cualquier persona. Nada más alejado de la realidad que pensar que sólo los millennials defraudan.
Y éste es quizá uno de los principales desafíos de las organizaciones de hoy día.
* Director Ejecutivo Asociado de Kroll.