Ni tanto ni tan poco

Muchas veces siento que el trabajo en mediación a través de plataformas virtuales nos ha quitado muchas cosas, o al menos aquellos aspectos en los que algunos mediadores nos sentíamos más a gusto. Por ejemplo, la gran ayuda que significa ver y escuchar los relatos mirando a las personas a los ojos, percibir las narraciones cargadas de emoción, las miradas, los gestos. Sin embargo, algunas reseñas trascienden los límites del soporte tecnológico y nos brindan contenidos para poder construir nuevas historias. Nos animan a trabajar en profundidad cuestiones relativas a la generación de confianza. Sí las personas que participan en una mediación no se sienten confiadas en el proceso y con los mediadores, resultará muy difícil arribar a buen puerto; o dicho en simples palabras, construir un acuerdo que les mejore la vida y les reste un conflicto a sus existencias.

En un breve lapso, dos casos de familia marcaron esta diferencia: dos mamás con hijos de ocho años. En uno de ellos, Silvina, la primera mamá, no podía aceptar que un día a la semana su hijo almorzara con el papá y luego fuera él quien lo llevara al colegio. El papá había pedido un cambio en el plan de parentalidad, ya que le parecía insuficiente el contacto que mantenía con su hijo. Silvina se enfocaba en la cámara de su celular, su rostro ocupaba toda la pantalla y repetía una y otra vez “que ella quería ser mamá”, que darle el almuerzo y llevarlo al colegio eran parte de esta rutina que -ella soste,nía- significaba ser mamá. No dejó intervenir a su abogada, casi llorando repetía una y otra vez que “no la dejaban ser mamá”. En diferentes oportunidades le explicamos que desde la sanción del nuevo Código Civil el concepto de “tenencia”, que era el sostenido por ella, había sido sustituido por el de “cuidados personales compartidos” que les otorgaba a ambos progenitores los mismos derechos y obligaciones con respecto a los hijos. Ninguna intervención ayudó, no la pudimos sacar de su convencimiento, no otorgó ninguna modificación del plan de parentalidad al papá.

Pero este protagonismo que quería para la vida de su hijo también tuvo su correlato en las imágenes: su rostro siempre ocupó la totalidad de la pantalla y hablaba con voz potente. Tampoco le permitió a su abogada intervención alguna. Sólo vimos de la letrada uno de sus brazos y ello un instante, cuando hicimos el print de pantalla para completar el requisito de la audiencia virtual. Tratamos de que reflexionara acerca del concepto particular que tenía sobre “ser mamá”, pero no escuchó ni comprendió nuestro mensaje.

Todo lo contrario sucedió con Ana María, quien tenía una nena de ocho años a quien sólo veía cada 15 días, pues el domicilio principal de la hija era el del papá. A diferencia del caso anterior en la pantalla estaba primero la imagen de su abogado y varios metros más atrás, con una figura muy pequeña y con barbijo, se ubicaba ella. Según palabras del papá, era complicado reunir a la hija con la madre porque la niña nunca estaba motivada con estos encuentros. Al escuchar este relato, la animamos a que expresara qué opinaba al respecto. Qué pensaba ella “acerca de que a su hija no le interesaba verla, compartir, pernoctar en su casa”. Le contamos que la esencia de la mediación es “un espacio para las partes”, que es el momento de expresar lo que piensan y sienten; de otra manera, un juez tomaría la decisión. Nada fue suficiente, no le escuchamos la voz; con la mano e indicando con un movimiento de su dedo índice nos manifestaba que no iba a decir nada, que no iba a hablar, que para eso estaba su abogado. Apenas pudimos visualizar algo de sus facciones cuando logramos se quitara el tapaboca para hacer el print de pantalla. 

En ambos casos lo visto y lo escuchado tuvieron su correlato con la historia contada. Nos quedó la sensación de que sí se hubieran llevado a cabo en una audiencia presencial, otro habría sido el resultado. Podríamos haber invitado a estas mamás a sentarnos por fuera de la sala de mediación y sostener una charla, como lo hacíamos en el Centro Judicial de Mediación, en uno de los bancos de los pasillos, lado a lado, con expresiones amorosas pero firmes acerca de ciertos criterios y leyes relativas a la coparentalidad. Es probable que ellas hubiesen podido ver el tema desde otro lugar y también informarse respecto de algunas normas que regulan esta materia. En ninguna de las mediaciones hubo acuerdo, aunque las mediadoras insistiéramos con que un juez decidiría por ellas; pero a nosotras estas fotos en perspectiva nos ayudaron a comprender cada una de estas situaciones y nos hicieron reflexionar acerca de la importancia de trabajar con mayor ahínco la generación de confianza: en el proceso, en los otros, en cada una de las partes, en nosotras mismas, las mediadoras.

(*) Lic. en comunicación social, mediadora