La potente industria de la música tuvo una sorpresiva amenaza -que logró desarticular- con Napster en los años 2000 y ahora se enfrenta a otra distinta y más compleja con los autores fantasmas gracias a la inteligencia artificial (IA).
Napster fue un servicio especializado de intercambio de archivos punto a punto (P2P) fundado en 1999 por Sean Parker y Shawn Flanning, para compartir archivos de música digital en formato MP3 que sus usuarios tuvieran en los discos duros de sus computadoras con otros usuarios a través de internet. En poco tiempo, Napster se volvió muy popular, hoy sería “viral”, hasta conseguir más de 85 millones de usuarios en todo el mundo, millones de canciones disponibles y mil millones de búsquedas diarias. Al año de su creación las discográficas empezaban a sufrir sus pérdidas, lo que motivó a la asociación de la industria discográfica de América (RIAA) a demandar a Napster por la distribución no autorizada de material protegido con derechos de autor. Finalmente, Flanning y Parker se vieron obligados a cerrar sus servicios en 2001, apenas dos años después de su nacimiento.
Ahora el problema es otro más desafiante porque los sistemas generativos de IA se han convertido en los artistas musicales de moda, creando la canción titulada Heart on my sleeve, con voces iguales a las de Drake y The Weeknd. Esta canción fue muy escuchada en las plataformas de streaming, confundiendo a los fans por su verosimilitud con voces reconocibles. Al conocerse que era creada por IA, Spotify, Apple Music, YouTube y TikTok la retiraron de la circulación.
Universal Music Group, la compañía musical internacional que representa a artistas como Drake y The Weeknd intimaron a los servicios de streaming a bloquear el acceso de los sistemas de IA a su material para impedir que aprendan los elementos de la música protegida por derechos de autor.
Las posiciones ante esta nueva realidad están encontradas, unas discográficas están dispuestas a luchar y defender sus derechos patrimoniales; y otros, como la artista conocida como Grimes, que anunció que cualquiera podría utilizar su voz en una canción generada por inteligencia artificial, siempre que le pagara 50% de los derechos de autor generados por ese material.
Según la ley de derechos de autor de Estados Unidos, el reproductor de cualquier obra original casi siempre necesitará una licencia de derechos de autor para distribuir reproducciones de esas obras.
En el caso Andersen v. Stability AI de 2022, los artistas presentaron una demanda colectiva contra las plataformas de IA, sosteniendo que los usos y reproducciones de su material original por parte de las plataformas constituyen una infracción de los derechos de autor. La pregunta es si las obras generadas por sistemas de IA realmente constituyen una infracción de los derechos de autor, porque la IA generativa aprende del material al que está expuesta y extrae información de él, para luego crear y participar en actividades inteligentes de manera que, al menos, parecen ser las mismas que las de los seres humanos, quienes también crean partiendo de experiencias de otras personas.
La cuestión que se tramita en los tribunales de Estados Unidos se centra en definir si las plataformas son responsables de obras “no autorizadas” y “derivadas”. Si se determina que el material de las plataformas es “insuficientemente transformador” con respecto a las obras protegidas por derechos de autor de los artistas, el tribunal probablemente decidirá que las plataformas han cometido una infracción. En otras palabras, lo que está en juego es si las reproducciones generadas por IA del material de estos artistas son lo suficientemente diferentes del material de estos artistas como para que no constituyan una infracción.
Las discográficas le lograron torcer el brazo a Napster; ahora podrán mantener su poderío frente a las creaciones de la IA. Continuará…
(*) Abogado, especialista en derecho informático