sábado 28, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Mucho ruido y pocas nueces

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Por Eugenia Gutiérrez de Vásquez * – Exclusivo para Comercio y Justicia

Hoy hablaremos de las emociones en mediación. Aunque parece un tema de conocimiento reciente, la realidad histórica nos muestra que su estudio existe desde hace tiempo. Es así como en el pensamiento filosófico griego se las analiza a partir del siglo IV a.C. Platón, Aristóteles y muchos filósofos de aquella época se referían a las pasiones, sentimientos y afectos. Desde el siglo XVII lo hacen Thomas Hobbes (1588-1679), René Descartes (1596-1650), Baruch Spinoza (1632-1677).

Durante el siglo XIX, Friedrich Hegel (1770-1831), y desde la biología Charles Darwin escribió una obra sobre el tema: “Expresión de las emociones en los animales y en el hombre”. En el siglo XX, las estudian Martin Heidegger (1889-1976) y Jean-Paul Sartre (1905-1980), entre otros. En los 90 aparecen las investigaciones sobre la inteligencia emocional.
En nuestro siglo XXI, la temática de las emociones tuvo un enorme avance en su tratamiento por todas las ciencias (psiquiatría, psicología, educación, sociología, antropología, neurobiología, etcétera), al punto que se llevó al cine en 2015 con la película animada Intensa-mente, que presenta una didáctica adecuada para entender las emociones básicas tanto para niños como para adultos. Mucho hay escrito en obras de mediación sobre emociones y su modo de entenderlas, captarlas y gestionarlas.

En los procesos trabajamos cotidianamente con las de los involucrados (y también las propias). De tanto en tanto debemos gestionar las emociones de los abogados, como el caso siguiente, remitido por la fiscalía por una denuncia penal de usurpación.
Edith, la denunciante, entró a la sala muy enojada junto a su abogado, el doctor Rubén Paz; el denunciado ingresó tranquilo con su abogada, Liliana Freytes. Luego de explicar las especiales características de la mediación penal, comenzamos a trabajar. Edith relata que su esposo Andrés -padre de Rubén, hijo de un matrimonio anterior- era propietario de tres terrenos con frentes colindantes. En uno construyó una casa. El del medio, muy angosto, quedó baldío. En el siguiente edificó un departamento, que cedió a Rubén para que lo ocupara.

Al tiempo, Andrés y Edith hicieron -en el baldío- un techo que apoyaba sobre el de su casa y sobre el del departamento donde vivía Rubén. Lo cerraron con una puerta y lo usaron como garaje. Edith relata que después Rubén construye una habitación arriba del departamento, apoyando una de las paredes sobre el techo que habían construido ella y Andrés. Ella manifiesta su malestar porque siente que Rubén usurpó el techo de su casa apoyando la construcción de la habitación en planta alta sobre el techo de su garaje, y quiere que destruya todo.
Rubén reconoce los dichos de Edith como ciertos. Efectivamente, el techo del garaje se apoyó sobre el de ambos inmuebles. Es por eso que, al construir la habitación en planta alta, la pared asienta sobre ese techo. Rubén expresa que nunca imaginó que Edith se enojaría y lo denunciaría por usurpación, luego del fallecimiento de su padre.

Con una activa participación de los abogados de cada parte, decidieron asistir a una nueva audiencia, a la cual traerían informes técnicos respecto de las construcciones, sus efectos y las posibles soluciones satisfactorias para ambas partes.
En la segunda audiencia los abogados llegaron antes de la hora. Los invitamos a pasar a la sala de espera y allí observamos una conversación distendida entre dos colegas, sobre diversos temas y sobre el caso. Se los percibía muy predispuestos a cerrar el acuerdo.
Los clientes llegaron con los informes técnicos -que coincidían- y lo que proponían para solucionar la cuestión. Se generaron opciones y empezamos a trabajar en las cláusulas del acuerdo.

En ese momento, la abogada del denunciado exhibe un borrador de acuerdo. Su expresión fue clara y se entendió que era sólo una propuesta. Algo sucedió en el pensamiento y en lo que sintió el doctor Paz, pues se disparó en él una reacción que podemos identificar como de desagrado. Su rostro se transformó y su gesto se endureció al expresar: “No me vengas a dar clases que para eso ya estudié en la universidad”. De inmediato, con una clara actitud de ira, la doctora Freytes exigió dar por concluido el proceso. Intentamos sin éxito calmar la situación. Sin embargo, la letrada pidió el acta de cierre, que suscribieron con su cliente, y de manera abrupta ambos se retiraron de la sala. Antes nos pidió disculpas a los mediadores.
¿Qué sucedió para que el acuerdo no se concretara por cuestiones ajenas a las partes? Resulta evidente que las emociones de los abogados, que ellos mismos no pudieron manejar, hicieron caer en saco roto todo el esfuerzo realizado para solucionar la situación.

Nos quedó como enseñanza que en los tiempos actuales es muy importante extremar los recaudos para utilizar las técnicas necesarias de gestión de emociones y aplicarlas en el momento oportuno con los profesionales del derecho que asisten a mediación. Lamentablemente, esta escaramuza verbal entre abogados -como ocurrió igualmente en la obra de William Shakespeare cuyo título lleva la presente columna- en este caso dejó a las partes sin un acuerdo que era satisfactorio para ambas.

* Abogada, mediadora

Comentarios 1

  1. Elba Fernández Grillo says:

    Linda nota, reveladora de uno de los tantos temas con que tenemos que lidiar los mediadores

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