Nos tomamos unos días para poder llevar a cabo un análisis en frío. Porque el cierre de la Feria del Libro de Córdoba, ciertamente dejó “tema para cortar”. Y de todo tipo: cosas buenas, malas, vicios que se arrastran, pocas soluciones y nuevos problemas.
Desde ya lo decimos: somos fans acreditados del evento de la feria. Año a año, no sólo no nos perdemos ninguna sino que le dedicamos -antes, durante o después- varias de nuestras columnas. Como evento cultural que es, resulta de todos. Y por eso mismo, hay que cuidarlo conjuntamente. Y eso implica poner de relieve no sólo lo bueno sucedido sino también los problemas que deben solucionarse.
Por otra parte, más allá de las cuestiones de organización, la relación de los cordobeses con la feria da para ir al psicólogo: la quieren, la recorren hasta el hartazgo, participan en más o en menos de sus eventos pero no terminan de ser tentados por los libros expuestos. Son los que más la visitan y los que menos compran. Como pudimos observar y recibir comentarios, las personas de otras provincias son en quienes concentran el grueso de las ventas.
Persiste, de parte de las librerías y editoriales chicas de nuestro medio, el desagrado por los montos para conseguir un stand. Tarifas que convierten su presencia en la Feria en algo no sustentable y que lleva aparejado reducir la posibilidad de participar sólo a los actores de mayor peso económico.
“Está hecho para las grandes editoriales”, nos dijo sin ambages un referente de la producción editoriales de calidad, pero estilo underground. “No puede ser que la feria sea una mesa permanente de ofertarte saldos. No se ha publicitado, no se coordina nada y no se ve que haya una dirección en nada. El slogan, bien gracias. Y siguen creando cargos que no sirven para nada”. En la vereda opuesta, los eventos fuera de la grilla “oficial”, por parte de privados, hechos por lo general “a puro pulmón”, han tenido una marcada repercusión. Nuevos autores y la reedición de aquellos que son un clásico han dado la buena nota en el desarrollo del evento.
Por otra parte, la feria es un tiempo propicio para descubrir nuevas temáticas. La creciente producción local también impacta en el desarrollo de lo que ha dado en llamarse “autores temáticos”. De entre ellos y con la dosis de arbitrariedad que conlleva el gusto personal, destacamos a Mirta Iris Luján Fachini. Por casi cuatro décadas atravesó la docencia en casi todos sus ámbitos posibles, desde docente a directora de establecimientos. Como escritora principió en la literatura infantil para luego consagrarse a la narración enmarcada en la historia. Activa miembro de SADE y su actual secretaria, ha centrado su labor creativa y artística en rescatar las historias de los antiguos esclavos de nuestro país.
Es así que en su obra Susurros negros describió la vida y sentimientos de los esclavos en la sociedad colonial. Luego, en El espíritu oculto cuenta las vicisitudes de los libertos convertidos en soldados en las guerras de la independencia. Y con su última novela, Herencia negada, vuelve a la Buenos Aires colonial para contar las historias de las “amas de leche”, aquellas esclavas que alimentaban a los niños blancos de sus dueñas. Una autora para deleitarse y descubrir nuevas realidades.
En suma, el nuestro resulta un balance con claroscuros. Preocupa la costumbre repetir errores. Las nuevas temáticas y las buenas propuestas de los autores sostienen la esperanza de una feria más a la medida del interés del lector.
(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. (**) Agente de la Propiedad Industrial