Por Pablo Ignacio Garrido / Mediador – Contador – Docente de la Universidad Nacional de Villa María
La relación entre los integrantes de una comunidad es de suma importancia para el logro de los objetivos propios de la vida en democracia. Es de gran utilidad el mantenimiento de un clima de concordia y cooperación entre los vecinos para la consecución de las metas propuestas, tanto desde los ámbitos de gobierno como desde cada uno de los barrios de los distintos conglomerados urbanos. Estos propósitos se pueden traducir en planes de desarrollo urbanístico, cultural, social, económico, educativo, etcétera.
Estamos en medio de una sociedad con elevado nivel de violencia de género, crisis en los núcleos familiares, hogares monoparentales en los que la mujer se ha transformado en la conductora de esas familias y con continuas opciones de resolución de conflictos mediante la fuerza. Nos apremia, entonces, incorporar nuevas pautas culturales desde la comunidad, a fin de encauzar un modo de vida basado en valores de cooperación y solidaridad, los que tienden a promover y estimular la paz, apoyan el trabajo cooperativo y el entendimiento en los integrantes de cada grupo humano, en el cual personas de diferentes edades, orientaciones sexuales y culturas, tratan de convivir.
Sin embargo, con frecuencia se dificulta el diálogo, por lo cual es fundamental la comunicación como principio, facilitando así la interpretación, la comprensión y resolución de las disputas cotidianas entre los ciudadanos, entre familias que han compartido un tiempo y un espacio, otros que han concebido hijos en muchos casos producto de un único encuentro, separaciones de hecho en parejas que no están casadas, situaciones que casi siempre afectan a los más desprotegidos, a quienes menos tienen. Hoy, miles de ciudadanos y familias con infinidad de problemáticas necesitan ayuda y una atención profesional.
Cuando se mezclan problemas de familia con necesidades básicas es imperioso aprovechar espacios para generar diálogo, entendimiento, acuerdos. La expresión del conflicto sienta las bases para su resolución. Que la gente hable de sus problemas y de sus diferencias, genera un aprendizaje tanto para el individuo como para la comunidad. Es más sano expresar el conflicto que dejarlo pendiente, viviendo en el temor o actuando violentamente. A medida que la gente se exprese más, mayores serán las oportunidades de seducir y llegar a acuerdos.
Los problemas más profundos que dividen las comunidades y a los individuos pueden ser identificados y conversados, haciendo los centros urbanos lugares más seguros y sanos donde vivir. Nuestro compromiso como profesionales mediadores debe vincularse con la sensibilidad social, debe estar puesto en la búsqueda de la instrumentación de un proceso de modernización del sistema de administración del conflicto, en los barrios, cerca de las familias, respondiendo a las necesidades y características de la actual conformación del tejido social.
El espíritu de la mediación es focalizar los esfuerzos de los mismos ciudadanos en la construcción de un nuevo espacio de comunicación, que les posibilite resolver sus problemas por medio del diálogo y quizás como un espacio en donde adquirir habilidades sociales de comportamiento. De este modo, podremos decir que estamos trabajando para promover la paz. De meros espectadores en espera, a protagonistas de la propia realidad.
Podemos citar, como objetivos pretendidos, a los siguientes:
1. Promover la pacificación social mediante el abordaje de los conflictos en los mismos lugares donde éstos se producen.
2. Concientizar al ciudadano sobre la efectividad de los métodos alternativos de resolución de conflictos.
3. Descongestionar el sistema judicial tradicional y el resto de la administración de justicia en todas sus formas, por medio de la Mediación, como medio alternativo de resolución de conflictos.
4. Realizar promoción y prevención en Seguridad por medio de la facilitación de la información en relación a los derechos que le asisten a cada ciudadano.
5. Fortalecer la mediación para el abordaje de los conflictos, desde las propias herramientas idiosincrásicas, culturales, y a la vez especialmente solidarias y de ayuda mutua.
6. Facilitar el consenso, desde el propio ámbito comunitario.
7. Trabajar en la red de los centros de mediación comunitarios, para intercambio de experiencias, solución de conflictos entre habitantes de distintas localidades que los integren, trabajo conjunto en solución de conflictos comunes a la provincia.
Asimismo, en la búsqueda de estos objetivos de relevancia social, ni el mejor de los honorarios puede justificar que nosotros -como profesionales universitarios, en un espacio privilegiado en la estructura social- pongamos nuestra inteligencia y preparación al servicio de causas que atentan contra principios éticos en materias tan delicadas como las señaladas: es imperioso -entonces- asumir responsabilidad social.