Mediación en el ámbito penitenciario: una maravillosa experiencia

En esta nota podremos apreciar lo que sucede si aplicamos la mediación y los cambios que pueden producirse en nuestras vidas cuando los seres humanos vivimos en paz. 

Esta experiencia se realizó en el Centro Penitenciario de Hermosillo, Sonora, México, después de un motín que ocurrió en octubre de 2001, motivado por la sobrepoblación carcelaria, ya que había alojados 1.942 internos y la capacidad era para 1.500. Además, era insostenible la convivencia entre ellos con causas federales y estatales. En el motín murieron el director de la penitenciaría, 14 policías y 20 internos. Este centro penitenciario estaba en una situación deplorable: gran hacinamiento en celdas muy estrechas que alojaban entre 12 y 18 internos en un espacio previsto para tres; temperaturas que en verano alcanzaban 47°; una cifra de homicidios de un interno por semana y un herido cada tres días; los canales de desagüe abiertos. Además, los internos que habían cometido delitos menores estaban mezclados con aquellos condenados por delitos mayores. Todo esto generaba una atmósfera de hostilidad y violencia cada vez mayor, que hacía que la convivencia fuese insostenible y ningún proyecto de readaptación pudiera ser aplicado.

En la búsqueda de alternativas para salir de esta situación se pensó en aplicar la mediación como metodología para mejorar la atmósfera reinante entre los internos. El primer paso consistió en hacer un diagnóstico de incidencia de conflictos, que permitió identificar cuáles eran los más comunes.

Una vez realizado el diagnóstico, se dio el segundo paso: crear un proyecto educativo para formar mediadores pares, o sea, preparar a los mismos internos como mediadores. Así se creó una diplomatura con 12 cursos, 150 horas de capacitación en aulas y un laboratorio para practicar el manejo de las habilidades necesarias para llevar a cabo pacificaciones y colaboraciones en la resolución de conflictos a través de la mediación.

Surgió entonces la primera camada de egresados, 40 internos penitenciarios formados. Luego vinieron las etapas selección-formación-supervisión. Apareció un problema no tenido en cuenta: los demás internos no conocían qué era la mediación, lo que dio lugar a un nuevo paso: la difusión. Consistió en que los mismos internos mediadores, por medio de acercamiento con sus pares, les hacían ver que tenían derecho a llevar una vida más armoniosa y pacífica, con grandes beneficios, y que podían lograrla mediante la resolución de sus conflictos. 

El resultado de la experiencia fue sorprendente: los homicidios mermaron al punto de sólo ocurrir uno homicidio en un año; se implementó la universidad, con 15 carreras; progresó el desarrollo humano, artístico, cultural y deportivo; las visitas eran momentos de alegría y convivencia y se autorizó que los niños pudieran ingresar como visitantes. Todo esto fue el punto de partida de una transformación. 

Otros avances fueron la aplicación de la mediación familiar entre los internos y sus familiares, asistidos por un mediador par y un mediador familiar de la Universidad de Sonora, y se comenzó a utilizar la mediación restaurativa entre los internos por delitos o hechos de violencia ocurridos entre ellos.

Actualmente se implementan programas de negociación asociativa dirigida a los internos en general, para que aprendan técnicas de negociación como forma de prevenir los conflictos. A su vez, los internos mediadores cuando cumplen sus penas se reinsertan en el mercado laboral como mediadores comunitarios; y algo muy importante: este sistema ya se está implementando en muchos Estados de México y en países como Bolivia, Chile y Argentina.

Qué interesante sería aplicarlo en Córdoba. ¿Qué opinan, lectores? Dejen sus comentarios. Confiamos en que será un modelo a seguir en la búsqueda de la paz social.

(*) Mediador. Director del Centro Privado de Mediación Gracia. Abogado y coach ontológico