La noticia que dio días pasados un periodista de Rosario acerca de que, cuando eran niños, tanto él como sus hermanos fueron abusados sexualmente por su padre y tío, además del lamentable impacto que lógicamente genera, presenta una serie de ribetes que, entendemos, no deben pasarse por alto.
El periodista, al comienzo de su programa de TV, divulgó a conocer que su padre, portador de VIH, abusó a su hermana desde que ésta tenía tres años, agregando que, luego de hacer la denuncia en la Justicia, su progenitor se suicidó. Expuso también que a él y a su hermano los había abusado un tío: “Se aprovechó del contexto de vulnerabilidad extrema y abusó sexualmente de mí y mi hermano desde los seis años”.
Vale aclarar que, dada la antigüedad de los hechos, la causa ha sido declarada prescripta; no obstante, prosigue el trámite debido a que la decisión ha sido recurrida.
Lo cierto es que su tío es un reconocido docente de nivel secundario y universitario. En el primero de ellos, según la información dada a conocer por el propio denunciante, era docente de Educación Sexual Integral (ESI) en la Escuela Integral de Fisherton, agregando que, en este último establecimiento educativo, dos ex alumnas denunciaron haber sido abusadas, de las cuales al menos una dejó constancia de ello en la Justicia.
Como dijimos, son muchos los temas que surgen de lo denunciado. La cuestión de la prescripción de causas de esta naturaleza y el hecho de que una persona de las involucradas como ofensores haya sido docente de ESI en un colegio son algunas de las cuestiones que inquietan. Sin embargo, no nos detendremos en ellas sino que queremos hablar de las consecuencias que la exposición pública de estos hechos suele producir en las víctimas y que se inscribe en lo que se denomina “revictimización”.
Sucede que, a raíz de la denuncia, los hermanos del periodista publicaron un comunicado en el que denunciaron haber sido “brutalmente revictimizados y expuestos a la opinión pública”, instando a los medios de comunicación a “abstenerse de reproducir información donde se nos mencione y se hable sobre las violencias sufridas sobre nuestra salud integral, en cumplimiento de toda la normativa vigente”.
Es importante señalar que afirmaron que su hermano actuó sin su autorización y que le habían advertido su deseo de preservar su intimidad, privacidad y salud mental “atendiendo a los procesos personales que venimos atravesando en todos estos años”, lo que el periodista desoyó.
Desde que el tema abuso sexual, gracias a Dios, fue tomado como un problema en serio por nuestras instituciones -esto no hace muchos tiempo-, se dijo que uno de las cuestiones que debía evitarse era la doble victimización de quienes había padecido hechos de esta naturaleza, afirmándose, que una de las formas de evitar que ello ocurriera era manteniendo en reserva la identificación, e incluso los detalles de lo sucedido.
De manera preocupante vemos en la actualidad que muchos de estos casos toman un estado público masivo, dan a conocer no sólo nombres sino hasta detalles específicos de estos hechos, de una manera injustificada. Lo inquietante es que en ocasiones no suelen hacerlo las víctimas (que si no tienen algún impedimento tienen todo el derecho a hacerlo) sino profesionales de la materia, incluso abogados, que exponen detalladamente la forzada intimidad que sus asistidos han padecido.
Es cierto que son muchos los casos en los que si no se hacen públicos la justicia no actúa, por lo que, las víctimas no tienen más remedio que acudir a esta medida. No obstante, creemos que debe hacerse dentro de ciertos límites que conjuren aumentar el daño. Como decía un viejo conocido nuestro experto de la materia: “Cuando la espuma baja todos se van y queda la víctima sola con su dolor y de ella ya pocos son los que se acuerdan”.
En esta columna nos hacemos eco del pedido de los hermanos del denunciante quienes hicieron un llamado a la sociedad a “comprometerse con las víctimas de abuso sexual, en el respeto de sus derechos, en la construcción de una justicia justa y en el respeto a las leyes vigentes”. Lo que implica, sin dudas, el respeto total por la intimidad de las personas en general y de las víctimas de abusos sexuales en particular.
(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales