Por Luis Carranza Torres* y Carlos Krauth **
Hablamos la anterior semana respecto de los prejuicios a la hora de “caracterizar al delincuente”, con sus lugares comunes, falaces por demás, que buscan asociar a dicha imagen con una persona de escasos recursos, mal vestido, con apariencia perturbadora o con cara de monstruo, para decirlo muy resumidamente.
Sostener esto es, justamente, discriminar a la mayoría de estas personas que, pese a no tener las condiciones de vida óptimas, lucha día a día para mejorar honestamente su situación.
Cualquier concepción moral seria parte de no tener prejuicios a la hora de juzgar moralmente alguna conducta. Justamente en el análisis de la criminalidad encontramos afirmaciones que -bajo un velo de seriedad- parten de valoraciones equivocadas y desconocimientos de los hechos que transforman sus conclusiones más en expresiones ideológicas que en juicios racionales.
La perfilación criminal no es “chamuyo” ni ideología sino una técnica de investigación criminológica derivada del análisis que se realiza a los diferentes patrones conductuales en los agresores conocidos, para con ello definir y crear tipologías, a fin de ayudar en la dilucidación de las investigaciones criminales.
Otro dato que se les escapa a quienes no aprecian con el rigor técnico y científico que el asunto conlleva, es que no pocas veces quien delinque es un sociópata, es decir, un tipo de persona con ciertas enfermedades mentales que, incluso frecuenta todos los círculos sociales y puede atacar en cualquier momento. Como informa el psiquiatra Carlos E. Climent, una persona con graves problemas mentales puede pasar desapercibida toda su vida debido a su capacidad para atraer y manipular a las personas que están a su alrededor.
Según lo que enseñan los que saben de estas cosas, las características que identifican a los sociópatas son ser personas sin inconvenientes para pasar por encima de los derechos de los demás, que no respetan leyes, no se hacen caro de sus obligaciones, son magníficos para fingir, engañar, mentir y manipular. Negador carente de sentimientos y de pesar frente al daño que causa. Si bien no se puede afirmar que cualquier persona con estas características sea un criminal, sin embargo en no pocos casos, sí lo son.
Quienes mejor representan a este grupo son tal vez los abusadores sexuales y pedófilos. Según el FBI, en un informe hecho con base en estudios psicológicos y forenses sobre abusadores sexuales, quienes cometen un delito de este tipo no son, generalmente, seres solitarios, ni personas muy mayores, -la mayoría tiene entre 21 y 35 años-; tampoco se caracterizan por vagabundear, ya que al ser atrapados casi todos tienen un empleo fijo.
Todas estas circunstancias hacen muy difícil el poder afirmar de antemano estar en presencia de un delincuente, ése es -y con razón- el reclamo de quienes se quejan de que se detiene a la gente por “portación de cara”. Claramente, el identificar a un criminal requiere apartarse de prejuicios y preconceptos, los que alcanzan a aquellos que parecen sostener que todos los delincuentes son pobres o que estos cometen delitos porque la realidad los ha llevado a eso. Entendemos que ser criminal no es patrimonio de una clase ni grupo social, el delito es un fenómeno mucho más complejo que requiere de sinceridad e imparcialidad para poder hacerle frente. Como dijo el psiquiatra antes mencionado: “Identificar un posible criminal es muy difícil porque son personas que quedan encubiertas detrás de una fachada de aparente normalidad y las tiene a veces uno sentado en la misma mesa. Ésa es una de las grandes fallas que existen entre las posibilidades de identificar a esos personajes; tenemos muy pocos elementos de juicio que nos permitan hacer esos reconocimientos de manera oportuna”.