En el mundo se discute sobre la mejor edad para dar comienzo a los diversos ciclos educativos, los objetivos que debe tener cada uno y la selección de las técnicas de trasmisión del conocimiento.
Por Salvador Treber – Exclusivo para Comercio y Justicia
Hay total coincidencia en que la mejor vía para combatir con éxito la pobreza es extender la educación a todos los ámbitos de la sociedad. Resulta obvio que la riqueza en el contenido de los diversos ciclos debe ser la preocupación central pero a ello debe sumarse la elección de los medios y formas de trasmisión del saber, así como la formación de los docentes que deben tener a su cargo tan delicada como valiosa gestión, controlando que dichos protagonistas estén continuamente actualizados para así asegurar la optimización de su misión.
Cabe recordar que en 1990 se había constatado que en una población de unos 6.000 millones de habitantes, los pobres llegaban a 1.780 millones, casi un tercio del total, y esta circunstancia impulsó una serie de medidas tendientes a mejorar tan preocupante realidad para abarcar el máximo colectivo posible. Prueba de que esa tarea tuvo singular éxito es el hecho de que cuando a fines de octubre de 2010 la población mundial llegó a 7.000 millones de personas, los considerados “pobres” ascendían a 1.280 millones, es decir, nada menos que 16,1% de dicho total.
Más recientemente, al término de 2015, calculan que ese índice se ha reducido muy sustancialmente pues la mencionada cifra disminuyó a 787 millones (10,8%) sobre una población total que asciende a 7.260 millones.
El avance alcanzado en tan breve lapso constituye uno de los más resonantes éxitos en esa gestión cultural, aunque cabe advertir de que será mucho más difícil que se repitan nuevos logros de semejante significación.
En el futuro queda por resolver la problemática que plantean las franjas menos ilustradas, que constituyen el “núcleo duro” en el que todavía anida, por carencia de suficientes recursos humanos y económicos, la más supina ignorancia.
En cuanto a su localización espacial, comprende toda África Subsahariana y una importante proporción de los países que bordean el Océano Índico. Los datos estadísticos más completos que se disponen sobre el tema están sistematizados en el segundo capítulo del Anuario del Banco Mundial (BM), pero en ellos no se hace mención alguna sobre esa problemática y sus variados enfoques con los que los más versados especialistas pretenden resolverlos definitivamente en no más de tres décadas.
Fundamentos y factores de decisión
Quizá la disensión a la que se le otorga menos significación y tiempo de análisis es la que versa sobre la extensión y naturaleza que se debe otorgar al identificado como “ciclo preescolar” que, según el país, incluye los cursos para niños de entre tres y cinco años.
Por lo tanto, el momento más adecuado para que comiencen su asistencia diaria es materia de opiniones que enfrentan, por una parte, a quienes postulan como muy positiva su ampliación y exhiben como pruebas los resultados comparados al término de la escuela primaria y a mediados de la secundaria (Argentina figura en el escenario mundial como uno de los diez países donde los que accedieron a jardines desde los tres años exhiben mejores performances durante el segundo ciclo en Matemáticas, Física y Química. Sus promotores se remiten a esa evidencia, que conceptúan como un indiscutible y muy valioso “primer escalón”).
Y por el otro lado están quienes, exponiendo fundamentos emocionales, prefieren esperar hasta los cuatro años antes de que concurran a un ámbito educativo colectivo, pues prefieren que demoren su inicio escolar para que reciban por un mayor lapso exclusivamente la atención y el cariño del hogar.
No debe olvidarse que en los hogares de menores recursos o donde tanto el padre como la madre deben salir a trabajar toda la jornada diaria para asegurar la cobertura de su presupuesto familiar, pierde consistencia el planteo para no poner en manos expertas sus hijos hasta que cumplan cuatro años.
Recientemente en la provincia de Córdoba, la Unicameral -por el voto unánime de sus miembros- resolvió la obligatoriedad de las salas de tres años, que comenzarán a implementarse de manera gradual a partir de 2017, empezando en aquellas familias más vulnerables y luego se irá integrando el resto de los cordobeses; aunque será optativo -los padres podrán o no enviar sus niños-.
En un esquema de “obligada implementación” esa alternativa no es muy armónica pues es evidente que sólo busca no encontrar obstáculos o críticas en ningún ámbito. En oportunidad de aprobarse, la secretaria de Equidad y Empleo de la Provincia consideró que “realmente es una medida importante ya que pone un manto de igualdad porque hoy muchos padres no tienen lugares para dejar sus hijos. Esto les va a dar la oportunidad de tenerlos en espacios cuidados por educadores profesionales”. Parece que su enfoque se circunscribe a crear múltiples guarderías y puede que el carácter “optativo” deriva de esta restringida interpretación; cuando lo que debiera primar es el estímulo y la optimización del nivel educativo.
La problemática del nivel inicial
Se trata del ciclo que habitualmente se conoce como “primario” y, según su posterior ensamble, con el “secundario”, suele ser de seis o siete años. Hasta la década del 60, en Argentina estaba muy generalizado que esos niveles se compusieran de siete y cinco años, respectivamente. Con posterioridad se fue pasando a concebirlos a ambos de seis años, aunque algunos de elite suelen extenderlo a siete y hasta ocho años. De todas maneras, se combinan y coordinan los dos ciclos, diseñándolos con una extensión total conjunta de alrededor de catorce años.
Hasta aproximadamente el año 1970 las escuelas o colegios secundarios, salvo excepciones muy especiales, solamente estaban localizados en las principales ciudades de cada provincia y la concurrencia sistemática quedaba circunscripta a niños o jóvenes de familias con suficientes recursos para costear su traslado temporario a esas ciudades. Quizá esa circunstancia haya incidido para que además de docentes de carrera, se desempeñaran en cátedras de disciplinas más complejas los mejores profesionales especializados aunque sin haberse munido de estudios sobre las formas más adecuadas de trasmisión del saber.
Con posterioridad a 1970 primó la modalidad de los establecimientos educativos que extendieron su gestión a los dos ciclos, y se ha multiplicado su número pues surgieron en todas las ciudades y pueblos de las 23 provincias.
La cobertura en buen nivel de las cátedras en el segundo, por el gran número que registraron los últimos treinta años, no siempre fue bien hecha, especialmente en el ámbito público, y ello se ha convertido en un factor decisivo para que en hogares con recursos suficientes opten por enviar a sus niños a escuelas privadas.
La proporción lograda de asistencia al nivel inicial varía según la jurisdicción que se observe. Pero dado que el ciclo se debe organizar y dirigir en su respectivo territorio, cada provincia y la Capital Federal, resulta importante evaluar cómo se han extendido, y su finalidad específica, las identificadas como salas de 4 y 5 años.
Las primeras citadas, en el ámbito del país incluyen 84,1% del colectivo total de niños, mientras en las segundas cubren 97,3%; proporciones éstas muy importantes por la misión que deben cumplir.
Grado de eficiencia en la captación de recién iniciados
Argentina se encuentra entre los diez países más “escolarizados” del planeta y esto no es poco. Obviamente, los índices mencionados son promedio, pero si se desagregan en las 24 jurisdicciones correspondientes, se advierte que corresponde a Capital Federal el sitial superior pues los asistentes al ciclo de 4 años llega a 95,2% y en el de 5 años a un casi inmejorable 99,9%. En el segundo lugar se ubica Tierra del Fuego, con 94% y 99,9%, respectivamente. A continuación, en el tercero, está Santa Cruz con 94,5% y 99,5%; a la que le sucede Córdoba -cuarto término-, con 92,4% y 99,6%. Estas provincias son las que constituyen la cima educativa en estos ciclos que atienden en exclusividad a ese nivel jurisdiccional.
Llama mucho la atención que en el segmento subsiguiente le correspondan el quinto lugar a La Rioja, con 89,7% y 99,8%, el sexto a Río Negro, con 89,6% y 99%; mientras que Entre Ríos aparece en el séptimo, con 87,4% y 98,6%; precediendo nada menos que a la provincia de Buenos Aires, relegada al octavo lugar pues atiende a 88% de su colectivo de niños de 4 años y 95,4% de los de 5 años. Otra sorpresa es que la provincia de Santa Fe esté en el noveno, con 78% y 97,2%.
Los últimos lugares los ocupan La Pampa, con 68,9% y 99,8%; anteúltima Tucumán, con índices de 62,6% y 99,7%, y al final, o sea en el rango 24º, está la provincia de Formosa, donde se ha logrado captar sólo 60,1% de niños de 4 años y 87,6%. Los bajos niveles de captación se ubican reiteradamente en la bastante menor atención de los niños de cuatro años y sería muy importante conocer las causas, no sólo para corregirlas sino porque se puede suponer que para los de tres años es muy probable que graviten causales muy semejantes.
En el Informe específico de la Unesco se explica que ha detectado como principales factores negativos el nivel de repitencia y las reiteradas faltas de asistencia. Se aconseja sobre el particular, en lo posible, evitar cualquier tipo de virtuales sanciones pues ellas no suelen mejorar sino agravar esta faceta. En forma textual, el estudio sostiene que “es posible que traiga consigo problemas de estigmatización, motivación y de ambiente del aula que dificulten el desempeño de los estudiantes que han repetido el grado”. Por ello, considera que “es indispensable buscar fórmulas preventivas para evitar el rezago y dejar la repetición como último recurso en situaciones excepcionales”.
La convocatoria masiva y sistemática de niños de 3 años para dar comienzo a su formación se está extendiendo a un mayor número de países y los especialistas, en general, saludan esa tendencia. Sin embargo, advierten de que debe ser concretada en horarios de cuatro horas que inicialmente deben centrarse en crear el hábito social pero ello debe ser complementado luego con el acceso a una lectura muy elemental que genere interés y goce.