Por Sergio Castelli* y María Constanza Leiva**
En la actualidad no quedan dudas de que el teléfono fue uno de los grandes motores que impulsaron el avance de la globalización y el acercamiento entre las masas, lo que facilitó transacciones económicas y generó que las distancias se acorten.
Si bien antes del nacimiento del teléfono existió un aparato -el telégrafo- que permitía la transmisión de mensajes con cierta rapidez, la llegada de este gran invento de la mano de la patente presentada en la oficina de Estados Unidos por Alexander Graham Bell en marzo de 1876, trajo la posibilidad de transmitir y recibir voz humana con toda su calidad y timbre, y mantener una conversación en tiempo real a través del aparato, lo que fue ciertamente una revolución y un avance casi impensado para la época.
Cinco años después, en 1881, Bell junto con Thomas Alva Edison fundaron la Compañía Telefónica Oriental, operante en gran parte de Asia, que dio servicios a países como Turquía, Sudáfrica, India, China y Japón.
Así estaban las cosas en el mundo hasta que, con el correr de las noticias, comenzaron a desparramarse los rumores de que Graham Bell no había sido el verdadero inventor de este revolucionario aparato.
Alrededor del año 1857, 19 años antes de la patente del teléfono de Bell, Antonio Meucci (foto), un italiano que había abandonado su Florencia natal para radicarse en Staten Island, motivado por su espíritu inventivo y su necesidad de mantenerse en rápido contacto con su esposa, quien se hallaba postrada por razones de salud, desarrolla un “telégrafo parlante”, que luego evolucionó en el “telégrafo electromagnético”, formado por una barra de acero imantada, una bobina de alambre y una lámina de hierro que hacía las veces de diafragma.
En 1860, Meucci da a conocer el “teletrófono” en una demostración pública que tuvo cierto eco en los periódicos italianos del país, pero no logra ningún acuerdo que le permita desarrollar el aparato comercialmente y obtener beneficios económicos de éste.
Meucci desarrolló varios prototipos de su invento, logrando que en 1870 pudiera transmitir la voz a una milla de distancia utilizando cobre como conductor.
En 1871, el italiano consigue la financiación necesaria para registrar la patente del “telégrafo sonoro” y la renueva los dos años siguientes, pero luego se queda sin fondos.
Años más tarde se presenta Bell con su patente, quien, a diferencia de Meucci, contaba con los recursos suficientes y logró extender el teléfono, llegando a más de 150.000 personas en Estados Unidos en el transcurso de dos años.
Ante esta situación, Meucci se vio obligado a demandar a Bell por vía judicial pero se dio con que toda la información relativa a su patente de 1871 había desaparecido. Además, quienes llevaban adelante la defensa de Meucci sufrieron las presiones de la gran compañía Bell, generando que la lucha del italiano no llegara a ninguna parte.
Meucci, quien falleció en 1889, se fue con el sabor amargo de no haber logrado el reconocimiento que le correspondía, aunque éste llegaría 120 años después.
Recién en junio de 2002, el Congreso de los Estados Unidos mediante la publicación de la Resolución Nº 269 en el Boletín Oficial de la Cámara de Representantes, honran la vida y el trabajo del inventor ítalo-estadounidense y le reconocen a Meucci la autoría del teléfono, que fue por él llamado “teletrófono”.
* Agente de la Propiedad Industrial. ** Abogada.